Mi lógica de la biología del ser humano me dice que
nuestro ciclo de vida es un círculo; nuestro nacimiento y nuestro fallecimiento
coinciden en un mismo punto de ese círculo, que poco a poco vamos trazando a
medida que vivimos. Por eso, es que la niñez y la ancianidad se parecen tanto.
Esta historia que escribiré a continuación es una
inspiración que nace de mi ciclo de vida y aunque envuelve una de mis otras
fantasías, representa mucho de lo que he vivido. Pido Al Creador que mi lucidez
me acompañe hasta el último día de mi existencia y que de alguna manera me sienta
bendecida con la compañía de los seres que he querido tanto.
Los Cuentos de Mamá Ingrid
Mamá Ingrid no había estudiado en su vida para
convertirse en escritora de ninguna categoría, pero dentro de su mundo de
estudios de ciencia y números, ella siempre fue muy buena lectora. Su léxico y
poder de redacción siempre fueron bien alimentados. Un día, cuando aún era una
mujer joven y habiéndose alejado forzosamente de su profesión, encontró un
refugio al sentarse a escribir sus vivencias y también historias que florecían
de su imaginación.
Mamá Ingrid guardaba cada uno de sus escritos. Su vida
continuó apaciblemente, primero entre sus hijos y después entre sus hijos y
nietos. Cuando sus hijos eran niños, les leía sus cuentos y ellos
los disfrutaban muchísimo; después les leía sus cuentos a sus nietos y ellos
igualmente disfrutaban mucho de sus lecturas.
Con el transcurso del tiempo, la mente de Mamá Ingrid se
fue nublando, ya no tenía la misma lucidez de antes para sentarse a escribir,
así que dejó de hacerlo y sus cuentos quedaron guardados escritos en sus cuadernos.
Mamá Ingrid vivía con una de sus hijas, de quien recibía
cuidados llenos de cariño. Ya casi no hablaba, su mirada parecía perdida en un
tiempo lleno de recuerdos silenciosos.
Una mañana, después que Mamá Ingrid había desayunado y
que su hija amorosa la ayudó a sentarse en su sillón reclinable cerca de un
hermoso ventanal lleno de la luz de ese nuevo día, vio sobre la mesita que estaba al lado, una hoja que
parecía haber sido rasgada de un cuaderno. Dentro de su mundo absorto, ella
sintió curiosidad y la tomó entre sus manos; al verla reconoció que era su
letra, sus ojos tuvieron la osadía de aún poder leerla. Su corazón se
estremeció de emoción al recordar que era la primera historia que había
escrito. Mientras la leía, sus ojos vertieron lágrimas de mucha nostalgia y
felicidad.
No le preguntó a su hija quién le había dejado esa hoja
en su mesita, pero su mente ausente se sintió agradecida con quien había tenido
ese gesto tan lindo. Al día siguiente y subsiguientemente ocurrió el mismo
evento, Mamá Ingrid podía leer entonces su próxima historia. Cada día doblaba
muy bien la hoja y la guardaba bajo su colchón, como para hacerse cómplice de
aquella persona dulce que la estaba ayudando a leer de nuevo sus historias y
revivir parte de su vida.
Mamá Ingrid comenzó a sentirse más fuerte, dormía más
placenteramente y cuando se dormía tenía sueños bonitos con un despertar
alentador, pues sabía que iba a leer otro de sus cuentos. Sus hijos y nietos
habían notado un repunte de vivacidad en esta anciana sutil, pero nadie sabía a
qué se debía.
Empezó a sentir curiosidad por saber quién de sus hijos o
nietos había encontrado sus cuadernos de cuentos y le dejaba cada noche una de
sus hojas sobre su mesita.
Una noche, fingió dormir hasta que sintió un movimiento
sigiloso y al abrir sus ojos, vio cómo un ratón chiquitito le dejaba una hoja.
Sintió maravillada, que ese ratoncito se había escapado
de su mundo de fantasía y le estaba reclamando la historia que nunca había
escrito sobre él.
A partir de ese momento cada día le dejaba pedacitos de
comida que se guardaba en sus bolsillos sin que nadie de diera cuenta. Al día
siguiente, conseguía su historia y los pedacitos de comida ya no estaban .
La vida de Mamá Ingrid había cambiado, su mente ya no
estaba nublada y aunque no hablaba mucho, ella se sentía mucho más envuelta con
su pasado y con su presente.
Cuando las historias de sus cuadernos llegaron a su fin y
el ratoncito no tenía ninguna hoja que traerle, Mamá Ingrid no queriendo que
aquel compartir con su pequeño amigo roedor se terminara; le dijo a su hija,
“Necesito un cuaderno y un lápiz, quiero volver a escribir cuentos.”
Su hija casi lloró de emoción profunda al escuchar decir
a su madre aquellas palabras pronunciadas con tanta lucidez, “¡Claro que sí,
madre querida!” Enseguida, Mamá Ingrid tuvo en sus
manos un cuaderno hermoso con portada de cuero y un fino lápiz.
A partir de ese momento, comenzó a escribir todos los
días. Cada hoja la escribía dos veces, la segunda la rasgaba del cuaderno y
antes de dormir se la dejaba en la mesita a su amiguito secreto con su
correspondiente ración de alimento.
Un día una de sus nietas le dijo. “Abuelita, mami me ha
dicho que estás escribiendo historias otra vez, yo quiero leer tus historias.”
Mamá Ingrid sonrió con mucha dulzura y le puso el cuaderno en sus manos.
Al otro día la joven nieta volvió y le dijo, “Abuela, tus
cuentos son cautivadores. Yo quiero hacer un blog con tus cuentos. Quiero que
tus cuentos sean leídos por muchas personas. ¿Me das permiso para hacerlo?” Esta
joven no sabía si su abuela entendía lo que su propuesta envolvía, pero
encontrar palabras más concisas para explicárselo seria a lo mejor muy difícil.
Mamá Ingrid sonrió, le acarició su rostro y le besó su frente, “Claro, mi niña
hermosa, puedes hacerlo.”
Así fue cómo Los Cuentos de Mamá Ingrid llegaron a ser leídos
por muchísimas personas. Cuando ella terminó de dibujar el círculo de su vida,
sintió que dejaba de ser una anciana para volver a ser una niña completamente
feliz.
Debajo del colchón donde dormía Mamá Ingrid no había
ninguna hoja doblada, los cuadernos de sus cuentos viejos no tenían ninguna hoja
rasgada.
Hermosa historia de reencuentro mama Ingrid. Gracias por este bello mensaje..
ResponderBorrarUn mensaje se convierte en mensaje cuando consigue cobijo en un lector receptivo. Gracias a ti por la interpretación que le has dado a mi relato. ¡Bendiciones!
BorrarMuy linda historia, conmovedora y sentimental “el ciclo de la vida"
ResponderBorrarGracias por leerla y por darle esos calificativos tan emotivos. ¡Me siento halagada!
BorrarMi querida amiga estoy emocionada de leer esta historia " ciclo de vida" hermosa, hermosa Y diciente me cautivó como todas tus historias. Mamá Ingrid una abuela muy querida por sus hijos , nietos y amigos
ResponderBorrarUn comentario anónimo firmado con palabras. Gracias, querida amiga consecuente, de quien siempre he recibido ese aplauso emotivo. ¡Muchas bendiciones y éxito en tu camino!
BorrarExcelente, cautivador como en la misma historia lo mencionas. ¿Qué más podría decirte?
ResponderBorrarDeseo que tus cuentos se sigan enriqueciendo con lecturas, como nos corresponde muchas veces (no todas) a quienes nos motivamos a escribir.
No hay nada más cierto, también, que la actividad creadora, acaba por completo con la amnesia, crea mundos nuevos, rompe todos los límites. Aparte de eso, estamos absolutamente muy jóvenes.
Tu relato me hizo acordar a lo que recita esta señora, paisana de nosotros:
https://www.youtube.com/watch?v=2vaI__C5uiw
Quien a su vez me hizo acordar de tu Señora Madre, que era mi abuela.
¡Un abrazo, y continuados éxitos en tu escritura!
Juan Carlos, tu comentario es tan rico en todo sentido que es cautivador como una historia corta. La verdad es que escribir es una terapia sanadora y fortalecedora de nuestro ego. Enhorabuena los que podemos enriquecernos de ella. ¡Dios te bendiga hoy y cada día!
BorrarAnciana de 99 años recita poema "No Envejezco Jamás". Qué lucidez tan hermosa la de esta señora que has referido en tu comentario, bendecido sean sus años mayores. Cierto, que mi Señora Madre aunque nunca escribió ni poemas ni historias, engalanó con su timbre de voz muchos poemas que hubo de haber aprendido de su Señor Padre, mi abuelo y tu bisabuelo. Bendiciones a sus memorias.
Bertiale,sera que los aqueos me dejen al caballo de troya full de los coroticos que me harían falta.
ResponderBorrar¡Tu fantasía es fabulosa!
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