Néctar Delicioso

 

Era un día hermoso, el sol brillaba y la brisa invitaba a volar por aquel jardín tan bello.

Olybeja salió de su panal con muchas ganas de disfrutar de ese día tan bonito y deleitar su paladar con la dulzura de sus flores preferidas. Había tantas flores que era difícil escoger una para comenzar su faena. Voló un rato por todo ese inmenso jardín para apreciar la belleza y el aroma de las flores y poder decidir cuál sería su primer manjar. Entre todas, vio una grande de pétalos rojos y muy carnosos; tenía unos espigados pistilos amarillos que parecían invitarla a que se acercara a ellos para abrazarla e impregnarla con su polen, después que le permitieran chupar todo su rico néctar.

“¡Esta será mi primera flor!” Olybeja decidió, y con mucha gracia voló hacia ella. Cuando Olybeja sobrevolaba la flor, tuvo la sensación de que había alguien más volando cerca de ella; entonces pudo ver a una mariposa que ignorando su presencia se disponía a posarse en ella.

 “¿Te puedo ayudar en algo?” Preguntó Olybeja con mucha cordialidad.

“En realidad, no necesito ayuda de nadie para libar en mi flor.” Contestó Anyposa con mucha arrogancia.

Olybeja reaccionó defensivamente a las palabras de Anyposa.

“¿Dijiste, “Mi flor?”

Anyposa movió con mucha elegancia sus alas como haciendo alarde de sus colores brillantes.

“Eres chiquitita y tu ruido es casi ensordecedor, pero escuchas bien.” Dijo en un tono burlón.

“No nos pertenece ninguna flor de este jardín, solamente tenemos el derecho de libar sus néctares. El derecho se lo gana quien llegue primero a cada flor. Cuando yo llegué, tú no estabas aquí, así que vete a buscar otra flor.” Adujo Olybeja con mucha seguridad.

Anyposa se sintió muy insultada ante aquellas palabras, y rezongó con mucha rabia, “¡Eres muy insignificante para darme órdenes! Tú no eres nadie en este jardín para decidir cuáles son nuestros derechos. Además, yo llegué primero; así que mejor es que te vayas antes de que te dé un aletazo y caigas desmayada al suelo.”

Olybeja paró el aguijón de su colita y le gritó, “¡Tus alas no son más potentes que el veneno de mi aguijón! Yo te puedo derribar al suelo con un simple aguijonazo que te dé.”

En medio de aquella acalorada discusión se escuchó una voz que dijo; “¡Escúchenme las dos!” Anyposa muy rabiosa miró hacia el centro de la flor desde donde salía la voz y vio a alguien, “¡No te atrevas a interrumpirnos! Esta discusión es muy importante.” Les hablaba Filymiga, quien parecía estar disfrutando un rato muy agradable dentro de aquella hermosa flor, “Yo creo que mejor es que dejen de amenazarse y escuchen lo que tengo que decir.” Les dijo a ambas con mucha tranquilidad.

Ahora fue Olybeja quien habló, “¡Yo a ti te conozco, eres una obrera y deberías estar trabajando para tu comunidad en lugar de estarte metiendo en discusiones que no te importan!”

“¡Vaya, por lo menos estamos de acuerdo en algo!” Gritó Anyposa.

Se volvieron a mirar fulminantemente la una a la otra y olvidándose de Filymiga, continuaron su pleito.

“Yo hago miel con el néctar de las flores, además las polinizo para que produzcan semillas para que nazcan más plantas y haya más flores.” Explicó Olybeja, aún muy enojada.

“¿Quieres que te dé una medalla de oro porque sabes hacer miel?” Dijo Anyposa riéndose rabiosamente; luego continuó, “Déjame decirte que yo nazco como un gusanito y me llego a transformar en un ser muy bello y colorido. ¡Eso si merece recibir una medalla de oro!”

Se volvió a escuchar la voz de Filymiga, quien esta vez les habló fuerte y con mucha autoridad, “Ya dejen de pelear, par de tontas. Aunque no me quieran escuchar se los voy a decir. Váyanse a buscar otra flor. Cuando las dos llegaron aquí, ya yo estaba y me había comido casi todo el néctar. Mientras han discutido me lo he seguido comiendo. Miren cómo me ha quedado la panza de gorda de todo lo que he comido.”

Olybeja y Anyposa se miraron, ya no con rabia sino con desencanto. Sintieron un poco de vergüenza por haber estado peleando por una flor cuando ese jardín estaba lleno de flores. Sin decir palabras, se apresuraron a volar en direcciones opuestas para asegurarse de que no escogerían otra vez la misma flor. Filymiga se rio fuertemente. Antes de irse, se aseguró de haberse comido hasta la última gota de néctar.


                                               Ilustraciones enviadas por mis lectores




 

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