Olybrí y La Lluvia

En un bosque muy frondoso había nacido un pajarito muy chiquitito llamado Olybrí. Ya las alas de Olybrí eran fuertes y tenía que salir a volar solo en su primera aventura por el bosque. Aquel día, cuando los rayos del sol eran fuertes para calentar su pequeño cuerpecito, asomó su cabecita fuera del nido y pudo respirar el aire cálido y fresco de aquel bello amanecer. Se paró firme sobre el borde del nido, sacudió su cuerpecito para acomodar bien sus plumitas y comenzó a aletear como le había enseñado su mamá; tomó un ligero impulso y se encontró suspendido en el aire volando con mucha gracia. 

Podía observar la belleza de aquel bosque, veía que había flores de diferentes tamaños y colores. Su mamá le había dicho que la Naturaleza es hermosa y perfecta; eso lo hizo sentir que su primer vuelo solo iba a ser una experiencia inolvidable. Revoloteaba sobre cuanta flor encontraba en su vuelo, pero no chupaba de su néctar pues quería admirar primero de la belleza de cada flor. Sentía cómo el calor de los rayos del sol lo abrazaban y le daban mucha energía para seguir aleteando con mucha fuerza.

De repente, todo empezó a ponerse muy oscuro; en medio de la oscuridad se vieron destellos de luz muy brillantes y en seguida un ruido muy estrepitoso que parecía que sacudía todo el cielo. Olybrí sintió mucho miedo; pensó que lo mejor sería regresar a su nido, pero en medio de aquella oscuridad no sabía qué camino seguir. Olybrí pensó que tenía que esconderse en algún lugar porque no entendía lo que estaba pasando. 

Muy cerca de él, vio una hermosa ave azul que dormía en la rama de un árbol. Era un ave grande que seguro podría protegerlo; sin pensar mucho voló hacia ella y al estar muy cerquita, le gritó: “Por favor, ¡Despierte!” El ave se movió un poquito, no se despertó; sólo se acomodó mejor en su rama. Olybrí gritó entonces con más fuerza: “¡Despierte!”. Esta vez el ave sacudió la cabeza, sacudió la cola, abrió un poco sus alas y después abrió los ojos para mirar al pequeño pajarito que se había atrevido a perturbar su dulce sueño. “¿Cómo te atreves a molestarme?” Dijo el ave que parecía estar un poco enojada. “Perdóneme, es que tengo mucho miedo. Estaba todo muy clarito y de pronto mire la oscuridad que hay, mire los destellos de luz que son como fuego en el cielo, y luego ese ruido que parece que el cielo se está haciendo pedazos.” Olybrí estaba a punto de ponerse a llorar, su pequeño corazoncito casi se le quería salir del pecho. En ese mismo momento empezaron a caer gordas y pesadas gotas de agua; una gota golpeó a Olybrí muy fuertemente en su cabecita. A duras penas pudo mantenerse en su posición de vuelo. 

El ave abrió una de sus alas y le dijo con mucha amabilidad: “Ven, yo te cobijaré”. El ave ya no parecía estar enojada con Olybrí, quien rápidamente se metió bajo aquella ala bondadosa. “Me llamo Anybel, llevo mucho tiempo viviendo en este bosque. No temas Pequeño, no está sucediendo nada malo. Se puso todo oscuro porque las nubes cargadas de agua son oscuras y no dejan pasar los rayos del sol. Ellas les traen agua a los bosques, sin esa agua todos sufriríamos mucho. Esos destellos de luz y el ruido ensordecedor son como un festejo del cielo porque caerá agua sobre el bosque. Pronto todo pasará, cuando las nubes hayan descargado toda su agua, entonces volverá la calma y el brillo del sol nos abrazará de nuevo. Eso es parte de la Naturaleza.” Al escuchar la palabra Naturaleza, Olybrí recordó lo que su mamá le había dicho y sintió que entendía mejor lo que aquella ave tan bonita le explicaba. Se quedó calladito bajo la protección de su ala. 

En corto tiempo dejó de caer agua, y el brillo del sol fue aclarando el paisaje. “Creo que ya me puedo ir.” Le dijo Olybrí a aquella ave amable. Anybel sonrió y levantó su ala. “Gracias, sus palabras me ayudaron mucho, cuando vuelva a llover ya no sentiré miedo y si consigo a algún pajarito asustado, le explicaré que eso es parte de la Naturaleza y que la Naturaleza es perfecta.” Olybrí voló por todo el bosque y en su vuelo encontró muchísimas flores cargadas de un néctar delicioso que parecía estar más fresco gracias a la lluvia.



Ilustraciones enviadas por mis lectores







Comentarios

  1. Hermoso cuento amiga, como todo lo que describes siento q lo vivo excelente !

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  2. ¡Gracias por leer mis escritos y por compartir mis sentimientos! ¡Un abrazo mi querida amiga!

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  3. Sencillamente hermoso tía, espero que nos sigas deleitando con estas historias.

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  4. ¡Hola!
    Me parece que éste relato sigue la buena tónica de los dos anteriores, aunque lo veo menos separado en párrafos.
    Hasta el momento todo lo que he leído de tus cuentos tiene un hilo de magia que conecta bien con los lectores. Aunque es sólo el principio, recibe mis felicitaciones.
    Seguimos atentos a tus publicaciones.
    ¡Un abrazo!

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  5. Querido Juan Carlos, siento que la magia es la clave de todo cuento y si se conecta con los lectores, entonces logra el cometido de quien escribe. Me abogo a un camino largo de escritura… Un abrazo fuerte y que Dios te bendiga.

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  6. Para mí cada uno tiene una magia y un encanto y la imaginación que tienes es increíble me gusta. Sigue como vas mi tía querida 😘

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  7. Cada grupo de niños que ha tocado mi vida ha jugado un papel de estímulo en mi imaginación; ustedes mis queridos sobrinos de mi alma, hoy adultos, fueron el primer grupo de almas sutiles que enmielaron mis escritos. ¡Dios te bendiga!

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  8. Quien pudiera volar cuando llueve.

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    1. ¡Para volar solamente hacen falta las alas de la imaginación! ¡Disfruta la lluvia desde donde nace!

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