Volvamos a Casa
Cerca de veintinueve millones de hormigas vivían en un
hormiguero que hacia su norte orillaba con un hermosísimo mar, hacia este
orillaba con el segundo océano más grande del planeta, y hacia su sur y su oeste
colindaba con otros dos grandes hormigueros.
Esta millonada de hormigas formaba una comunidad que tenía
muchas riquezas bajo su subsuelo y una tierra muy fértil a sus alrededores.
Gozaban de un clima muy variado y de una geografía bendecida por la naturaleza.
Ellas nunca en realidad apreciaron la bendición que
representaba la tierra que pisaban, el aire que respiraban, el paisaje hermoso
que deleitaba sus vistas. Vivieron a veces cometiendo abusos de las bondades de
su tierra e irrespetándose las unas a las otras. Dentro de sus incongruencias,
ellas se consideraban felices y sentían que vivían en franco progreso.
Un día, eligieron a una Reina que prometía ofrecerles un
reinado que las impulsaría hacia una comunidad con mejores principios morales,
con una repartición de recursos totalmente equitativa. Aquellas promesas eran
cautivadoras y la población, casi en su totalidad se convirtió en ferviente
seguidora de esta Reina nueva.
A corto plazo de haber asumido su reinado, aquella alada
hormiga pareció haber interpretado mal el poder que le había conferido su cargo,
y comenzó a tomar decisiones que favorecían más a hormigueros foráneos.
Comenzaron a llegar hormigas rojas, hormigas amarillas y hormigas barbudas;
todas estas extranjeras gozaban de más privilegios y de jerarquías más altas
que las habitantes nativas.
Comenzó a nacer un descontento dentro de ellas por
aquellas irregularidades. Intentaban hablar con la Reina, pero ésta no era
accesible a la conversación. Apelaron a hacer manifestaciones de protesta, pero
entonces eran atropelladas y hasta encarceladas.
A pesar de que trabajaban arduamente comenzaron a padecer
escasez de sus necesidades básicas; la calidad de sus vidas había decaído en
todo sentido.
Inclusive llegaron a intentar que aquella Reina tan
inepta fuese sustituida por otra, que de verdad reinara a favor del pueblo,
pero todos los intentos fueron fallidos. Aquella tirana era secundada por las
hormigas rojas, las amarillas, las barbudas y por muchas hormigas locales tan
mediocres como ella misma.
Optaron por huir de aquel hormiguero que se había
convertido en un lugar hostil para la vida. Casi cinco millones de sus
habitantes, con un dolor muy fuerte en su alma, tuvieron que cruzar las
fronteras de su territorio para escapar de esa vida tan pobre.
En los hormigueros vecinos, muchas de ellas no fueron
bien recibidas. Algunas fronteras las encontraban cerradas y al no poder
proseguir aquel arduo camino, muchas perecían.
Las que lograban establecerse en otros hormigueros, eran
sometidas a muchas humillaciones y pagos miserables por las faenas que
conseguían. Muy pocas fueron las que sintieron que se podía construir una vida
digna lejos de aquel hogar, que estaba siendo extorsionado por hormigas inescrupulosas.
Lo más triste era, que allá en su terruño amado sus
familias seguían sufriendo y que a pesar de que todas habían salido para buscar
progreso, aquel hormiguero donde habían nacido no parecía recibir ningún
beneficio de todo el sacrificio que sufrían por vivir lejos, pues la fatídica Reina
y sus viles secuaces seguían despedazando a mansalva aquella tierra
prodigiosa.
Un día, mientras todas aquellas hormigas emigrantes dormían,
tuvieron una revelación común, “Deben regresar, en la unión está la fuerza. No
pueden darse por vencidas, ni seguirse diluyendo en tierras extranjeras.”
Cuando despertaron, sintieron que un fuego de deseos de
regresar a su hormiguero les quemaba por dentro, levantaron sus cabezas y sin
mirar atrás comenzaron a marchar; unas hacia el norte, otras hacia el este;
algunas navegaron escondidas en barcos y botes hasta zarpar en tierra firme,
desde donde pudieran caminar para llegar al añorado y azotado hormiguero natal;
pero todas tomaron su camino de regreso.
Mientras aquella peregrinación de casi cinco millones de
hormigas marchaba, en el hormiguero nada había cambiado: abusos,
encarcelamientos, despilfarro entre las hormigas foráneas; mientras que un
profundo desamparo y un hambre castigadora e implacable seguían maltratando al
resto de la población.
El firme paso de las hormigas que regresaban se daba en
movimientos sincronizados; de una manera sutil pero efectiva, sacudía el
terreno y a medida que se acercaban resonaba como tambores que sonaban en las
mismas entrañas de la tierra.
La Reina y sus secuaces estaban todas ebrias, pues vivían
de celebración en celebración; su vida era una vida de vagabunderías y despilfarros
insanos.
El retumbar de aquellos treinta millones de pisadas, seis
por cada caminante, iba en aumento; era un resonar unísono que parecía ser un
terremoto que se venía formando desde el vientre del globo.
El primer asesor de la Reina alzó una voz de alarma, “El
radar ha detectado un ruido muy fuerte no identificado que se va acrecentando
cada vez más. Creo que todo el territorio está bajo una fuerte amenaza.”
Los camaradas cobardes comenzaron a temblar, “¿Acaso será
una bomba nuclear que las grandes potencias han enviado para que destruya
nuestro imperio?” Preguntó uno de ellos.
“Yo, pienso que puede ser un acto de una Fuerza Divina
que nos quiere castigar.” Dijo otro persignándose nerviosamente.
“Yo creo que hasta puede ser el mismo Lucifer, que ya está
satisfecho porque ya hemos hecho mucho daño aquí y quiere que nos volvamos a nuestras
tierras.” Dijo una de las hormigas rojas.
“Cualquier cosa que sea, nada bueno está por suceder, yo
creo que llegó la hora de que seamos nosotras las que nos vayamos.” Dijo la
Reina.
“¿Nos vayamos? Eso suena a muchas hormigas. Nosotras no
nos vamos a llevar a ninguna de ustedes. Nuestro hormiguero está completo, no
nos hace falta nadie.” Fanfarroneó una de las hormigas rojas.
“Pues nosotras opinamos igual.” Habló una de las hormigas
amarillas.
“Para que esto tenga un fin más fácil, creo que debemos
encarcelar a la Reina y sus secuaces locales y así nosotras nos podemos ir lo más
pronto posible de este hormiguero, que hasta puede ser que lo que está es
derrumbándose.” Vociferó una de las hormigas barbudas.
La Reina y sus camaradas locales estaban boquiabiertas de
escuchar aquellos comentarios tan traicioneros.
Antes de que salieran de su asombro miles de estas
hormigas extranjeras les cayeron encima, las maniataron y las pusieron tras las
rejas.
Cargaron con la mayor cantidad de riquezas que pudieron y
todas abandonaron el territorio volando en los abejorros que habían usado para
introducirse en él.
La población de atropelladas hormigas estaba sumergida en
el pánico y en el desconcierto. Escuchaban que la tierra retumbaba y veían cómo
las hormigas extranjeras huían. La mayoría pensaba que era un acabo de mundo;
algo que después de todo, podría ser lo mejor que les podría ocurrir para no
seguir padeciendo la pobre vida hostil en la que se habían sumergido.
De pronto empezaron a ver rostros conocidos muy queridos
que se habían marchado para huir de aquel régimen tan miserable. Todas las
emigrantes estaban regresando.
Se abrazaban y lloraban todas con una felicidad casi
asfixiante.
Encontraron a la Reina y a todo su gabinete encarceladas
y no las liberaron. Eligieron una Reina nueva y comenzaron a reconstruir todo
aquello que había sido destruido. Todas tenían un espíritu nuevo, más
emprendedor y constructivo. Habían sufrido mucho en hormigueros ajenos y dentro
de su propio hormiguero; de una u otra manera aprendieron que no hay lugar más
bello y bendecido que el lugar donde se nace. Que tenían que adoptar una manera
más sensata de vivir en armonía, cuidándose, respetándose y apoyándose, sobre
todo queriendo mucho el terruño natal.
La paz, la armonía, la salud y el progreso florecieron de
nuevo en ese hormiguero de casi veintinueve millones de hormigas dignas y
trabajadoras.
Excelente metáfora!! Dios permita y nuestro futuro muy cercano sea igual al fin de esta historia
ResponderBorrar¡No podemos, ni debemos desfallecer!
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarHermosa historia, enriquece la esperanza y un sentir de muchos. Gracias amiga
ResponderBorrar“Sopa de pollo para el alma.” ¡Bendiciones!
ResponderBorrarDios te Bendiga Ingrid, estoy muy conmovida con tu relato porque en mi gravedad, cuando estaba inconsciente yo oí ese ruido, como de miles de personas marchando hacia Caracas para establecer a Guaidó en la presidencia, Maduro y los demás se habían ido. Y después hablé con Jesús que me sanó. Te Felicito por tu maravilloso trabajo.
ResponderBorrarTodo imperio llega a su fin, yo tengo fe que pronto habrá un desenlace a favor de nuestra Venezuela. El Tiempo de El Señor es Perfecto y habrá justicia. Un abrazo fuerte mi querida Totica, que Dios te bendiga.
ResponderBorrarConmovedor relato, también engancha de principio a fin 😉️.
ResponderBorrarSeguro tocará las fibras de muchos, aunque haya infinidad de ángulos para ver las cosas, y también un número infinito de opiniones 👍️. ¡Bendiciones!
Siempre escuché decir a mi padre que “Entre gustos y colores no han escrito los autores”. Quien escribe lo hace por satisfacción propia, aunque siempre trata de agradar al mayor número de sus lectores, especialmente cuando publica sus escritos. El tema que aborda este cuento tiene un carisma delicado y muy relevante para la situación que vive nuestro amado terruño. Como uno de los tantos seres que sufre las consecuencias de esta etapa de nuestra historia, he querido expresar mi sentir y mis expectativas con esta metáfora, más no así pretendo cambiar opiniones. Entiendo tu comentario. Gracias, mi querido y consecuente Juan Carlos. ¡Dios te bendiga!
BorrarAsertivo cuento para nuestro país. Aún tenemos fe y esperanza. Gracias Ingrid.
ResponderBorrar¡Gracias a ti por tu consecuencia!
ResponderBorrarEste mensaje lo escribo por mi sobrina Teresa Galué desde Lima, Perú. Ella intentó cargar su mensaje, pero el blog no le dio acceso. Gracias mi querida sobrina. ¡Dios te bendiga!
ResponderBorrar"Amén y Amén, confío en Dios que este cuento se haga una realidad 🙏 me sentí metida en el cuento como una hormiguita obrera. Gracias tía por un cuento tan real. TQQRJ
Las palabras que quisiera dejar aquí,aunque están en otro idioma, muestran un enfoque agudo que mejor no escribo. Hay rumor de cumbia y olor a aguardiente
ResponderBorrarTu discreción es acertada seguramente. Nos toca bailar al son de la música que nos toca la vida y paladear la bebida que nos sirve el destino. ¡Cuídate mucho!
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
ResponderBorrar“Me sentí como las hormigas que emigraron, parecía que estaba metida en es hormiguero. Qué buena metáfora, Dios permita que terminemos como terminó tu cuento.”