Se han elevado voces que advierten el daño que la
humanidad ha venido causando a nuestra madre Naturaleza. Estas voces han sido
parcialmente escuchadas, las debidas medidas correctivas han sido ignoradas o
simplemente aplicadas al desdén. Es muy triste decirlo o asumirlo, y aunque
escribo sobre un tema del que el mundo entero está alertado, quiero puntualizar
que nos movemos a pasos agigantados hacia un deterioro irreversible de nuestros
recursos naturales.
Muchos de nosotros no veremos el catastrófico resultado final
causado por una sociedad global despiadada y demasiado competitiva; tristemente
lo verán nuestras futuras generaciones. Por ser esto, a un plazo relativamente
corto, serán testigos de ello muchos de nuestros hijos, nietos y bisnietos.
Cada elemento de nuestra Naturaleza es una pieza vital de
este bellísimo rompecabezas del que formamos parte, pero hay uno que, por su
inmensidad, encierra una cantidad casi incontable de estos elementos: NUESTRO
OCÉANO; lo escribo en singular porque a pesar de que los estudios geográficos
de nuestro globo terráqueo señalan la existencia de cinco océanos, todos ellos
son en realidad una sola masa de agua. Cerca del 71 por ciento de la superficie
de la tierra está cubierta por agua y nuestro gran océano representa el 96,5
por ciento de esa agua.
Es paradójico que los científicos estiman que el hombre
ha explorado solamente el 5 por ciento del Océano, pero el daño que la
humanidad le está causando aplica a su totalidad.
Somos relativamente insignificantes ante la majestuosidad
y grandeza del Océano. Parece mentira que, dentro de esa insignificancia, nuestra
inconciencia pueda hacerlo estéril y al hacerlo estéril lo convertimos en una
sopa fétida agonizante que al morir acarreará la muerte de la vida sobre la
Tierra.
Es triste escribir sobre un tema tan doloroso, tema que
muchos tal vez preferimos ignorar o simplemente no abordar, porque, aunque nos
toca las fibras más profundas, sentimos que somos un infinitésimo grano de
arena en las playas donde llegan las olas de nuestro Océano.
Existe una ciencia que se dedica a su estudio: la Oceanografía;
ella estudia todos sus aspectos. Cubre un amplio rango de tópicos, desde la
vida marina y sus ecosistemas, las corrientes, las olas, el movimiento de los
sedimentos, la geología del suelo marino. La Oceanografía usa los conocimientos
de la química, la geología, la meteorología, la biología y muchas otras ramas
de la ciencia para su estudio. El 80 por ciento de las formas de vida de la
Tierra residen en sus aguas.
Es un tema del que se puede escribir mucho más aún. Este
tema no es de mi experticia; muchos de los datos que señalo, los he tomado de
la información a la que hay acceso en el internet.
Se han tomado medidas internacionales que abogan por
limpiar nuestros océanos de los desechos plásticos que voluntaria o
involuntariamente son lanzados a sus aguas. Hay números específicos que
condenan un nivel de contaminación por plásticos muy alarmante, pero ¿Acaso se
le ha dado la debida importancia a tan alarmante situación?
La pesca masiva que manejan las grandes empresas
transnacionales es una de las amenazas más potenciales sobre la vida
sustentable que queda en nuestras aguas. No sólo pescan para la industria de la
alimentación; pescan también para asesinar vilmente cetáceos porque consumen
muchos peces, peces que terminarían enriqueciendo las arcas de las industrias
de los humanos.
Los cetáceos y los tiburones son la cúspide de la cadena
alimenticia marítima, si eliminamos esos eslabones habrá un desplome que terminará
eliminando todos los animales marítimos que uno a uno depende del otro.
No importa cuántos movimientos y protestan haya habido,
la inclemente humanidad ha seguido en su avance despiadado sin percatarse que
está cavando su propio fin.
Voy a escribir una historia sobre mi visión, dentro de
todo optimista, de hacia dónde nos conducimos como una humanidad que sigue
perdiendo valores; una humanidad en extremo materialista y desnaturalizada,
donde pagaremos justos por pecadores porque las naciones más poderosas, las que
han desarrollado las tecnologías más avanzadas, simplemente dentro de su
desmedida y hostil competencia, nos siguen llevando al precipicio de la
destrucción global.
Magnánima Madre Naturaleza
Un día los radares de muchas naciones comenzaron a
detectar movimientos muy extraños en las corrientes oceánicas, eran corrientes
circulares que nacían desde el mismo subsuelo oceánico. Los grandes barcos
trasatlánticos de carga y de pesca estaban siendo bamboleados como si fuesen
barquitos de papel; aun así, no perecían en sus viajes; parecía ser una
advertencia de que iba a venir una fuerza brutalmente más fuerte si no se
retiraban y se anclaban en sus puertos, pues aquellas corrientes se hacían más
fuertes cada día. Se desató una alarma internacional por aquel extraño fenómeno,
hasta que al final todas las naciones del mundo guardaron todos sus botes y
barcos y dejaron de surcar los océanos, hasta que aquellas corrientes se
calmaran.
Una vez que no hubo un solo barco en las aguas de la tierra,
aquellas corrientes circulares cobraron una fuerza impresionante que, hacía
bramar el océano, era como si las aguas gritaran de rabia y de dolor. No había
tempestad en la atmósfera, aquella tempestad nacía de las entrañas del globo.
Las aguas giraban haciendo un remolino y parecía que se estaban escapando por
un agujero que se había abierto en lo más profundo del océano donde el humano
jamás había podido llegar.
Aquella tempestad duró muchas horas y no hubo ciencia
humana que pudiese ni entender ni dar una explicación sobre aquel
acontecimiento sin precedentes. Cuando el Océano se calmó de nuevo, su
superficie y el aire que lo arropaba se convirtieron en remansos envueltos en
una quietud y un silencio abismal.
Pasaron muchos días, antes de que las naciones se atrevieran
a dejar zarpar sus barcos otra vez. Cuando eventualmente retomaron los surcos
de sus faenas marítimas, para su gran asombro consiguieron que no había ninguna
manifestación de vida en los océanos; sus cielos ya no eran surcados por aves.
Desaparecieron también de la faz de la tierra todos los animales que se
alimentaban de peces y cualquier especie marina, como las focas, las morsas,
los osos polares y los pingüinos. Así mismo, desapareció toda vida vegetal que
crecía en aquel profundo suelo.
Navegaban por muchas horas al día, en sus aguas y en las
aguas de aquellos pobres países a los que por años habían despojado de las
riquezas de sus mares y regresaban vacíos.
Había un desconcierto global. Las grandes transnacionales
pesqueras con sus industrias de enlatados marítimos estaban a bordo de colapsar
si aquella situación continuaba. La humanidad se encontraba con muchas
preguntas que no tenían respuestas.
Pasaba el tiempo y nada cambiaba. Hubo grandes encuentros
entre los científicos más renombrados de cada nación, aunque no podían
coincidir en una explicación lógica del fenómeno que había sacudido la
humanidad, algo estaba muy claro: alguna fuerza se había llevado la vida que
quedaba en el mar; ahora tenían una masa de agua estéril y muy contaminada que
por lo menos deberían limpiar si no querían ser envenenados por sus vapores tóxicos
a muy corto plazo; el nivel de anhídrido carbónico en la atmósfera subiría alarmantemente
hasta un punto de envenenamiento.
La alimentación de la raza humana tendría que cambiar a
corto plazo cuando terminaran por consumir las reservas de pescados enlatados.
Era una situación increíblemente alarmante que se salía de todos los preceptos.
La humanidad comenzó a reflexionar sobre su culpabilidad
en lo inexplicablemente acontecido.
Pero … ¿Dónde estaba toda la vida vegetal y animal que de
súbito parecía haber sido tragada por la furia de las aguas? ¿Hacia dónde se
habían ido las aves y los otros animales?
Cuando nuestra Magna Naturaleza entendió que tenía que
tomar el futuro de la vida del Océano en sus manos, desató ese remolino de agua
que abrió dos pasadizos secretos que por milenios habían estado cerrados en la
más remota profundidad del Océano. Esos pasadizos, al abrirse condujeron a
todos los animales y las plantas que aún no habían sido víctimas del salvajismo
humano a dos océanos paradisíacos de aguas cristalinas y ricas en nutrientes,
con hermosísimos corales y limpísimas playas. Ambos océanos, uno en el polo
norte, otro en el polo sur, habían estado guardados bajo inmensos tapones de
hielo.
Los polos se destaparon al cielo para nutrirse del aire
de la atmósfera. Las aves marinas movidas por su intuición volaron todas hacia
esos aires polares y se quedaron a vivir en esos nuevos ecosistemas donde no
competían con el hombre, donde cada especie ocupaba el eslabón de vida que la Naturaleza
le había asignado.
El hombre nunca encontraría esos océanos porque el hombre
sabe aún muy poco sobre su hogar.
Mientras la vida marina se recuperaba del embate al que
había sido sometido por tantos años, la humanidad se sentía sumergida en una
tormenta de culpabilidad y desconsuelo por haber perdido la vida de sus
océanos.
La humanidad se vio forzada a consumir sólo los productos
que podía cosechar en tierra. Habiendo perdido ya tantas especies animales,
entendió que, si quería luchar por su supervivencia, no podía llevar la vida
animal terrestre a la extinción.
Aparte de esforzarse al máximo por hacer agricultura y
agropecuaria sustentables, la humanidad decidió devolver al océano todos los
animales marinos que tenía en cautiverio en sus acuarios y en sus parques
marinos con la esperanza de que se reprodujeran y repoblaran las aguas. Así mismo,
dejó en sus zoológicos sólo las especies animales que necesitaban de sus
cuidados, todos los demás animales terrestres fueron dejados libres en sus
hábitats.
El terror de sucumbir ante la vida, producto de su
terrible indolencia para con La Madre Naturaleza había hecho reaccionar al
hombre; sentía una amargura muy profunda de que tal vez era demasiado tarde
para enmendar aquel daño que estaba recayendo sobre sí mismo.
Definitivamente la humanidad había aprendido una lección
muy difícil.
Un día hubo cantos de aves otra vez sobre el Océano y la
superficie de sus aguas se volvió a ver surcada por graciosos delfines y
colosales ballenas con sus crías. La humanidad se vio bendecida una vez más
después de mucho tiempo de incertidumbre, culpabilidad y profundo desconsuelo,
por inmensos cardúmenes de peces que como nubes inmensas sombreaban sus aguas.
Toda vida animal y vegetal había sido liberada por la Naturaleza para que
regresara al Océano en el que habían vivido para compartir su vida con la
humanidad.
La superficie de los polos se cerró otra vez por una
gruesísima capa de hielo pues la Madre Naturaleza sabe cuán testaruda puede ser
la raza humana y tendrá resguardado esos dos océanos santuarios por si vuelve a
necesitar rescatar a la vida marina.
La Magnánima Madre Naturaleza dentro de su infinita
Benevolencia le dio otra oportunidad al hombre de convivir armónicamente con
los seres que conforman el Reino de La Vida.
Esperemos que la conciencia humana crezca para mejorar,
hacia una humanidad constructiva que nos permita disfrutar de nuestra hermosa
Tierra por un sinfín de milenios.
Este comentario fue escrito a través de facebook por mi amiga arelis Echeto:
ResponderBorrar"Un cuento con mucho de verdad Mamá Ingrid, es urgente que debemos cambiar en nuestras mentes y tomar en cuenta el daño que cada uno le hace a este planeta."
Gracias Arelis, la suma de nuestras conciencias puede transformarse en números significantes. Dios te bendiga!
BorrarTerrible realidad! Una realidad que no solo atañe a los océanos sino a la toda vida sobre la tierra, el hombre se ha adueñado del mundo pasando por encima de los otros seres vivos y hasta de él mismo, Dios permita que como en tu historia la humanidad pueda mirar hacia atrás y enmendar sus pasos. Un fuerte llamado a la conciencia, espero que está historia logré llegar a miles de lectores.
ResponderBorrarMagda Rosa
Gracias por la sensatez de tu enfoque. Es muy lamentable que en la medida que avanzamos con tanta tecnología innovativa, avanzamos también prácticamente hacia una auto destrucción. Todo indica que el daño aún no es irreversible, pero… qué precio tiene que pagar nuestra Tierra que no haya pagado ya, para despertar las conciencias de la humanidad. Te quiero GRANDOTE!
BorrarElena Petit hizo este comentario por WhatsApp:
ResponderBorrar"Ohhhhhh, muy interesante!"
Buenas de verdad esto es muy grave, según tu mami Alicia y sus hermanas, en ella incluyo a mama Sara, ellas contaban que cuando eran niñas, ellas iban a la playa a agarrar agua para beber y cocinar, que el agua era cristalina y dulce como la de los manantiales, que no tenían que hervirla ni nada, por que en esos tiempos no había contaminación, si pasaban un día de playa toda la basura la recogían y la botaban en otro lado. después que nacieron ustedes ya el agua dejo de ser dulce por las fabricas que se colocaron en las orillas que botaban todos sus desechos al lago, a medida de que se fue poblando empezaron hacer las tuberías que desembocaran en el lago para verter todo lo que el ser humano desecha. y cuando mi generación nació lo comprobé a la playa que nos llevaba papaito en el mojan, a veces nos podíamos bañar tranquilos, pero con el tiempo empezaron a dragar el lago y comenzó hacer mas salada de lo normal porque con el dragado entro agua del mar caribe, que es salada. y a pesar de que todo el mundo sabe del daño que le hemos hecho a nuestro planeta, dicen reunirse para detener la contaminación que sus fabricas, los desechos del ser humano. y solo queda en escritos, pero nadie hace nada. y a pesar de que tu historia es hermosa no va ha detener este terrible problema que a penas nosotros lo estamos viendo. sino nuestros futuros nietos, bisnietos son los que van a sufrir esas consecuencia. Este cuento deberías enviarlo a los medio de comunicación para que sea difundido. allí donde tu vives si hay protestas que pueden unirse para que se haga algo por este planeta hermoso que tenemos. disculpa que me extendí pero de verdad esto preocupa mucho
ResponderBorrarTodo lo que refieres construye para de la historia que nos ha tocado palpar para dar crédito a este desmoronamiento ambiental que nos rodea y cada vez nos envuelve más y más. Cierto que se habla mucho y se hace muy poco, sobre todo por las grandes potencias que luchan mas por pantallar ante el mundo por conservar una imagen falsa. Me inspiré a escribir sobre este tema porque vi un documental hecho hace poco tiempo que me hizo sangra el alma de dolor. Muy triste y doloroso lo que se vislumbra hacia un futuro no muy lejano. ¡Dios te bendiga!
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