
¡Soó, Chivato! Este cuento lo llegué a escuchar narrado por nuestro jocoso y siempre querido Tío Isaac Villalobos. Mi impresión es que este cuento era parte del acervo de cuentos de su padre, Abrahán Villalobos, mi abuelo Papabrán. Al escribirlo, he tratado de relatarlo lo más cercanamente posible al recuerdo que guardo de él. ¡Soó, Chivato! Alicia tenía un patio lleno de muchas plantas; ella cuidaba sus plantas con mucho amor. Alicia amaba sus plantas casi tanto como a su numeroso grupo de hijos. Un día mientras amasaba la harina para hacer las arepas para la cena, vio por la ventana de su cocina un chivato muy grande y gordo que osadamente se comía las plantas de su florido jardín. El patio era muy largo y el atrevido chivato estaba casi al final del patio; si ella gritaba para espantarlo, lo más seguro era que aquel herbívoro no la escucharía y seguiría comiéndose plácidamente las hojas y las flores que adornaban su muy bien cuidado edén. Alicia tenía las manos emb