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Mostrando las entradas de mayo, 2021
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¡Soó, Chivato!     Este cuento lo llegué a escuchar narrado por nuestro jocoso y siempre querido Tío Isaac Villalobos. Mi impresión es que este cuento era parte del acervo de cuentos de su padre, Abrahán Villalobos, mi abuelo Papabrán. Al escribirlo, he tratado de relatarlo lo más cercanamente posible al recuerdo que guardo de él.   ¡Soó, Chivato! Alicia tenía un patio lleno de muchas plantas; ella cuidaba sus plantas con mucho amor. Alicia amaba sus plantas casi tanto como a su numeroso grupo de hijos. Un día mientras amasaba la harina para hacer las arepas para la cena, vio por la ventana de su cocina un chivato muy grande y gordo que osadamente se comía las plantas de su florido jardín. El patio era muy largo y el atrevido chivato estaba casi al final del patio; si ella gritaba para espantarlo, lo más seguro era que aquel herbívoro no la escucharía y seguiría comiéndose plácidamente las hojas y las flores que adornaban su muy bien cuidado edén. Alicia tenía las manos emb
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El Elefante Adorado A veces las obras se devuelven como un bumerang. Así que voy a hacer una humilde sugerencia de aporte a este sitio web. Comienzo evocando la Maracaibo de los años setenta. En esa época, Mamá Ingrid no tenía hijos ni se había casado, pero Dios le había dado sobrinos a los que contaba cuentos o se los leía de los libros, dando desde esos remotos tiempos, muestras de su especial amor a los pequeños, y a toda su familia, así como también a la literatura. Por las noches, para que conciliáramos el sueño, nos leía en la casa de la abuela Alicia, y de toda la gran familia Petit Villalobos, nada más y nada menos que cuentos tan valiosos como los de "Las Mil y Una Noches". Yo los escuchaba con la atención que me era posible porque era inquieto, en una época en la que ya me sentía motivado a escribir y a leer lo que pudiera. De ese modo, dentro de sus relatos, me causó especial impresión una historia que yo pensé era de Las Mil y una Noches, plena de romanticismo y
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Una Moneda y Un Cuaderno Mi primer día de escuela quedó grabado en mi vida por el resto de mi existencia; esa marca indeleble fue sellada por una moneda. Cierro mis ojos para visualizar mejor la imagen de mis recuerdos, me veo pintada en mi mente; una niña muy delgada que estaba pronta a cumplir sus siete años, que no sabía todavía lo que significaba el comienzo de una vida de estudiante. He debido de ser una niña que se apasionaba por aquello que le gustaba hacer, pienso que a esa edad aún no había descubierto lo que era hacer algo con vehemencia, hasta que crucé el umbral de una escuela. Desde ese primer día en que me encontré sentada en un pupitre, en ese solemne instante, floreció en mí la primera pasión de mi vida: estudiar para prender mucho. Mi primer cuaderno de escritura tenía pocas hojas, era el de menor precio en el mercado de útiles escolares y el que con toda seguridad mis padres me podían comprar. Tenía suficientes hojas como para que a un alumno de primer grado l
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Un Botón Rosado Botón formaba parte de una manada de delfines que surcaban las caudalosas aguas del Río Orinoco. Botón era un joven delfín adulto que ya había alcanzado un distintivo color rosado en su piel. Era un delfín muy aventurero que siempre había querido nadar mucho más lejos de las fronteras de las aguas dulces de su río natal. “¿Ustedes no se han preguntado qué hay más allá de donde nuestras aguas se mezclan con la inmensidad de esa amplia masa de agua que a nuestra vista no tiene fin?” Le preguntó Botón al resto de su manada, una de esas mañanas en las que nadaban graciosamente para buscar su diario sustento de peces y cangrejos. “Yo vivo muy satisfecho con conocer a fondo nuestro río. Aquí no nos falta nada, y creo que tenemos suficiente con las vicisitudes que afrontamos a diario en nuestro pequeño mundo. Para qué querer conocer un mundo desconocido que estoy seguro representa mayores peligros para nuestra especie.” Dijo uno de ellos. “Estamos de acuerdo, compañero. Yo he
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Umbra y Penumbra En la espesura de un bosque vivía una comunidad muy numerosa de luciérnagas. Por las noches cuando las luciérnagas iluminaban sus abdómenes, el cielo resplandecía con una brillantez refulgente. Pero no todas las luciérnagas de este lugar tenían el don de poder ser parte de esta brillantez; había una muy particular cuyo abdomen no se iluminaba. Penumbra era la luciérnaga macho que padecía esta anomalía, esta particularidad lo hacía ser muy taciturno. Cada verano, esta inmensa comunidad de luciérnagas celebraba un festival majestuoso donde todas desfilaban para hacer alarde de ese maravilloso don de poder iluminar el cielo con la luz que manaba de sus abdómenes, era un rito para darle gracias a la naturaleza porque se sentían muy privilegiadas. Era ya verano y había llegado el día del festival; Penumbra como siempre se sentía “apagado” y hasta había pensado de no ser un espectador de aquel colosal derroche de luces. “Anda Penumbra, ven con nosotros. Ya verás que algún dí
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Laika La historia que escribo a continuación se deriva de un relato de la vida real, me lo contó una de mis hermanas; una anécdota que ella llamó, “Amor de Madre”. Laika Laika era una mascota canina muy querida por sus dueños. Un día la encontraron abandonada en una calle; había sido atropellada ligeramente, probablemente por un auto. Aparte de estar físicamente maltratada, estaba muy desnutrida. Aquella familia la cobijó con todos los cuidados que le pudieron prodigar y la llenaron de mucho amor. Laika había encontrado un verdadero hogar donde crecería muy feliz. El tiempo pasó y Laika se hizo una perra adulta. Un día, Laika se salió de su casa y por mucho que la buscaron no dieron con su paradero; al cabo de varios días Laika volvió, pero volvió con una carga de cachorritos en su vientre. La llevaron al veterinario y éste les advirtió que su embarazo era de alto riesgo por el maltrato que su pelvis había sufrido cuando fue atropellada. Lo más seguro era que no pudiese compl