En el reino animal existe rivalidad entre muchas de sus especies,
sobre todo entre aquellas que compiten por la misma fuente de alimentación. De
entre todas las rivalidades de la soberanía salvaje, la que existe entre los
leones y las hienas es quizás una de las más letales.
Esta historia que escribiré a continuación nos lleva a la
selva africana, donde un par de jóvenes especímenes de estos dos géneros
carnívoros se ven forzados a compartir su espacio y su comida para no sucumbir
ante la adversidad.
Una Tregua entre Hienas y Leones
Érase una vez una joven leona llamada Lona, que era muy
distraída. Un día sin darse cuenta se llegó a alejar mucho de su manada; cuando
quiso regresar ya se encontraba demasiado lejos y no supo retomar su camino de
regreso. Pensó que si seguía merodeando en la selva escucharía los rugidos de
los leones y podría orientar sus pasos hacia ellos, o tal vez cuando le echaran
de menos, ellos vendrían a rescatarla.
De igual manera le sucedió a Hina, una joven hiena quien
curiosamente por las mismas razones se encontraba extraviada.
Ninguna de las dos estaba apta para cazar aún; pronto
sentirían mucha hambre y lo peor es que ambas serían vulnerables al ataque de
depredadores hambrientos.
Pronto oscureció, la noche suele ser muy peligrosa en
toda selva. Así que ambas criaturas sabían que debían resguardarse bien y
permanecer lo más quietas hasta que amaneciera, con la esperanza de ser
rescatadas.
Cuando la aurora rompió la oscuridad de la noche y la luz
del radiante sol comenzó a aclarar el paisaje, ambas salieron a caminar de
nuevo con la esperanza de poder conseguir al menos un bocado de comida.
Llegó el medio día y nada diferente había acontecido.
Hina había sucumbido en un pánico profundo y comenzó a gemir. Sabía que tenía
que mantener su aullido cacareante lo más bajito posible para no atraer
depredadores. Lona escuchó ese ruido extraño y pensó que sería un animal débil,
una presa fácil de atacar. Su sorpresa fue muy grande al darse cuenta de que
era una hiena llorando, “¿Tú por qué lloras?” Hina la miró y al ver que era una
leona, incorporó su cuerpo, casi lista para huir. “No temas, ando sola. No
tengo la menor intención de atacarte. ¿Dónde está el resto de tu manada?”
Hina pudo darse cuenta de que su actitud no era agresiva,
“Estoy perdida. No encuentro el camino para regresar con ellos.” Admitió Hina
con cierta vergüenza. “Vaya, ya somos dos.” Dijo Lona echándose a su lado. “Nunca
he entendido por qué nosotros, tenemos que pelear con ustedes las hienas y
hasta tenemos que odiarlas.” Hina respiró profundo, “La verdad es que yo
tampoco.” Lona se limpió sus garras delanteras con su lengua, “Tengo mucha
hambre, me imagino que tú también. ¿Qué tal si cazamos juntas? Si nos ayudamos,
podremos dominar a algún animal pequeño y comemos la mitad cada una.” Hina se incorporó aún más con cierto
entusiasmo, “Oye, eso me parece un buen plan.” “Pues pongámonos a trabajar.”
Dijo Lona asumiendo una actitud de ataque.
Las dos jóvenes hambrientas salieron juntas y sin mayor
esfuerzo consiguieron una presa fácil que fue dominada por sus filosas garras y
largos colmillos y ambas aplacaron su hambre.
“¿Has pensado qué nos sucederá si nos ataca, por ejemplo,
un grupo de perros salvajes? Al vernos apartadas de nuestras manadas sabrán que
somos presa fácil, ni que juntemos nuestras fuerzas podremos dominarlos.” Dijo
Hina estremeciéndose del miedo que la invadía. “Tienes mucha razón, lo mejor
que podemos hacer es seguir buscando nuestro camino para reencontrarnos con los
nuestros.” Al terminar de hablar Lona bostezó. Hina le dijo entonces en un tono
casi intrigante y medio divertido, “Vuelve a bostezar.” Lona la miró sin poder
entender lo que le pedía, “Anda, hazme caso. ¡Vuelve a bostezar!” Lona frunció su seño, como diciendo, “¡Tú sola
sabrás para qué!” Entonces fingió un largo bostezo, en ese momento Hina emitió
un fuerte aullido cacareante; tal parecía que Lona en vez de rugir había
emitido la risa de una hiena. Hina gritó, “Tengo una solución a nuestro
desamparo. Cuando nos veamos en peligro ante un depredador, tú bostezarás
largamente y yo me reiré; o yo puedo bostezar y tú ruges. ¿Te imaginas la
impresión que se van a llevar? ¡Pensarán que somos dos engendros de nuestras
razas y nadie nos querrá comer!”
Aquella idea le pareció fenomenal a Lona y sin pensarlo más
la pusieron en práctica. No se alejaban mucho la una de la otra y cuando
percibían que algún animal las asediaba ponían en práctica el plan de
bostezo-risa o bostezo-rugido.
Pasaron muchos días cazando presas juntas y se
protegieron de los depredadores con sus falsas risas y rugidos; aquel
compañerismo les había dado buen resultado.
Un día escucharon en la distancia un debatir de feroces
rugidos y aullidos cacareantes, que estaban cargados de una ira desafiante y desenfrenada.
Se miraron con ojos desorbitados y entendieron que eran sus respectivas familias
que peleaban desaforadamente.
Hina y Lona corrieron lo más velozmente que pudieron
hasta que llegaron al lugar de aquel enfrentamiento despiadado. Las dos
gritaron al unísono, “¡Paren, dejen de pelear!” Aquel vociferar de fieras se
cayó de ipso facto y las miradas de las bestias enfurecidas se posaron todas
sobre estas dos jóvenes.
Lona dio un paso al frente y gritó, “¡No hemos perecido
porque nos hemos ayudado; hemos cazado juntas y hasta hemos intercambiado
nuestros alaridos para protegernos!”
Fue ahora Hina la que habló, “Tal parece que el hambre y
el miedo nos ayudaron a trazar una tregua de amistad. Acaso, en este momento,
¿No pueden ustedes hacer una tregua de agradecimiento?”
Ambas manadas bajaron sus cabezas con marcada vergüenza y
se sembró un silencio profundo. Una leona valiente habló, “Pensamos que las
hienas habían acabado contigo.” Una hiena, también habló, “Nosotros pensamos lo
mismo por nuestra parte.”
Lona y Hina se abrazaron, “Gracias por todo amiga.”
“Ven Lona, es hora de volver a casa.” Dijo la firme y
calmada voz del Rey León. Otra voz que salió del grupo de hienas dijo, “Es hora
de volver a casa, Hina.”
Aquellas dos jóvenes obedecieron a sus mayores y se
reunieron con sus manadas, las cuales mansamente tomaron caminos opuestos.
El siguiente mensaje fue enviado por Emelina Petit vía WhatsApp:
ResponderBorrar“Muy bonito cuento. Se ve el valor de la amistad y la ayuda mutua.
Aprendieron una bella lección y la dieron a conocer a sus manadas o familias.
Muy tierna tu historia.”
Bonita historia que nos muestra valores de amistad, compañerismo y agradecimiento que quizás se hayan perdido entre las personas
ResponderBorrarNuestra triste realidad es que somos una sociedad que va perdiendo la esencia de saber convivir. Gracias por tu comentario. Bendiciones!
BorrarLindo cuento... con buen aprendizaje. Juntos somos más. Cada uno tiene habilidades.
ResponderBorrarComo dice el dicho, “En la unión está la fuerza”. Gracias por tu consecuencia. ¡Dios te bendiga!
BorrarEl siguiente mensaje fue enviado por Elena Petit vía WhatsApp:
ResponderBorrar“Muy bonito. Ojalá pudiera cumplirse eso entre los animales salvajes. Ellos solo miran su presa.”
Si es en los animales de la selva, eso nunca se dará, pero con animales domésticos si se da, ejemplo gatos y otros que se odian, peroh3 visto caso donde un gátito pequeño es amántado por una perra, hay gatos y perras que se acuestan juntos, juegan. Eso es depende del dueño de animales que los tenga. Hay otro animales como el perro mata a cualquier animal o persona que se le acerque por que fue entrenado así. Y con nosotros los humanos podemos poner ejemplo de racismo entre negros y blancos, los padres se odian pero sus hijos juegan á escondidas y son los mejores amigos, pero pasa un accidente con la niña blanca y quien le salva la vida es la niña negra y al ver esto los padres cambian de opinión y aceptan la amistad de las niñas y los padres empiezan a familiarizarse. Como siempre tía yo me imagino las cosas y me transporto en tus cuentos. El cuento en si tiene su moraleja que debemos apartar nuestras diferencia para trabajar juntos y lograr lo que se quiere. Te quiero mi maestra
ResponderBorrarLa naturaleza salvaje nunca dejará de sorprendernos, es tan misteriosa como increíble. He visto cosas muy impresionantes de la vida animal en muchos documentales. Nosotros los humanos podemos aprender mucho de ellos. ¡Cuídate mucho y sigue leyéndome!
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