Umbra y Penumbra
En la espesura de un bosque vivía una comunidad muy
numerosa de luciérnagas. Por las noches cuando las luciérnagas iluminaban sus
abdómenes, el cielo resplandecía con una brillantez refulgente.
Pero no todas las luciérnagas de este lugar tenían el don
de poder ser parte de esta brillantez; había una muy particular cuyo abdomen no
se iluminaba.
Penumbra era la luciérnaga macho que padecía esta
anomalía, esta particularidad lo hacía ser muy taciturno.
Cada verano, esta inmensa comunidad de luciérnagas
celebraba un festival majestuoso donde todas desfilaban para hacer alarde de
ese maravilloso don de poder iluminar el cielo con la luz que manaba de sus
abdómenes, era un rito para darle gracias a la naturaleza porque se sentían muy
privilegiadas.
Era ya verano y había llegado el día del festival;
Penumbra como siempre se sentía “apagado” y hasta había pensado de no ser un espectador
de aquel colosal derroche de luces.
“Anda Penumbra, ven con nosotros. Ya verás que algún día
habrá un milagro y sea lo que sea que está bloqueando tu luz, desaparecerá y tu
abdomen se iluminará como el de toda luciérnaga.” Le dijo uno de sus más allegados
amigos.
Penumbra quiso apreciar su gesto y se paró en la rama de
un árbol para poder ver aquel espectáculo.
Cuando el bombardeo de luces estaba en su apogeo se
percató de que había otra luciérnaga a su lado. La miró disimuladamente y pudo
notar que era muy bonita; tenía unas antenas muy largas que la hacían lucir muy
femenina. Quiso conversar con ella, pero su timidez no se lo permitió.
“Disculpa mi curiosidad, pero ¿Por qué estás sólo mirando
el espectáculo?” Le preguntó la linda luciérnaga.
“No me gusta formar parte de esa clase de espectáculos.”
Le dijo esperando que no le volviese a preguntar nada más sobre ese tema.
“Tú tienes una luminosidad excepcional, tu luz es única
porque aparte de ser muy brillante es muy cálida; eso te hace único.” Le dijo
con una voz muy sutil.
Penumbra la miró muy sorprendido y hasta le pareció que
lo que tenía de bonita lo tenía de burlona. Tuvo que controlar sus palabras
porque quiso llamarla charlatana. ¿Cómo podía hablar de una luz de la que él
carecía totalmente?
“Si estoy aquí parado a tu lado, yo no sé cómo puedes
decir que tengo una luz muy brillante y cálida. Tus palabras no tienen
sentido.” Le replicó Penumbra con cierto tono de ironía.
La linda luciérnaga giró su cabeza como para que le
pudiera ver bien el rostro y le dijo, “Yo soy ciega, pero puedo percibir tu luz
y el calor que irradias. Yo no participo en ese espectáculo porque, aunque
emano luz de mi cuerpo, no tengo luz en los ojos.” La claridad del alma de
aquella tierna luciérnaga enterneció a Penumbra.
“Me llamo Umbra, todos creen que vivo en una completa
oscuridad; eso es relativamente cierto. Dentro de mi mundo yo no veo la luz,
pero tengo un alto sentido de percepción. Yo siento que eres un ser muy
luminoso, por eso no entiendo por qué no estás participando en el festival de
despliegue de luces. Percibo que emanas una luz muy poderosa.”
Mientras Umbra hablaba, Penumbra se sentía envuelto en la
sutileza de su voz femenina.
“Gracias por ser tan espontánea al contarme de tu
limitación. Yo soy muy tímido y no me
gusta participar en ningún tipo de evento público.” Le dijo tratando de parecer
muy sincero.
Terminaron de disfrutar el espectáculo; Penumbra viéndolo
y sintiendo dolor interno por sentir que era una luciérnaga oscura, y Umbra
feliz por toda la luminosidad que percibía.
Cuando llegó la hora de separarse, Penumbra dijo, “Todas
las noches vengo a descansar en la rama de este árbol, ¿Podemos conversar
mañana otra vez?” Umbra esperaba aquella invitación, gustosamente aceptó.
De allí en adelante cada día conversaban; Penumbra se
sentía admirado de ver lo bien que se conducía Umbra a pesar de ser ciega. A Umbra
le encantaba sentir que la calidez de Penumbra la embargaba de una manera muy
sutil.
Penumbra no le había confesado que era una luciérnaga sin
luz porque muy dentro de sí, abrigaba la esperanza de que esa luz algún día se
encendiera.
Había escuchado hablar de un sabio Escarabajo que vivía
en la profundidad del bosque, que sabía las respuestas a todos los misterios de
la Naturaleza y sabía curar todas las enfermedades y podía corregir todos los
defectos.
Penumbra ahora más que nunca quería que la luz de su
abdomen se iluminara para merecer el amor de Umbra, quería también que alguien
sabio le explicara por qué, Umbra decía sentir el calor de su luz, una luz que
él sabía que no tenía.
Un día decidió adentrarse en lo más profundo del bosque
para tratar de encontrar aquel Escarabajo Sabio y emprendió su viaje muy
temprano antes de la salida del sol. No había viajado mucho cuando se encontró
de frente con un escarabajo muy gordo.
“Hola, Penumbra, para hacerte el camino más corto he
venido a tu encuentro.” Le dijo el conchudo animal.
“¿Alguien le avisó que yo venía en su búsqueda?” Le
preguntó Penumbra muy sorprendido de que llegara a su encuentro.
“No olvides que tengo mucha sabiduría. ¿No es acaso por
esa razón que has venido a buscarme?” Le dijo el Escarabajo concienzudamente.
“No tienes que hacerme ninguna pregunta, yo tengo todas
las respuestas. Esperemos a que la oscuridad de la noche nos arrope y yo te
daré las respuestas que estás buscando.”
Dijo el sapiente coleóptero.
Cuando ya la noche había oscurecido el día, el Escarabajo
le dijo a Penumbra, “Toma, frótate tu abdomen con esta hoja. Tiene una poción
mágica muy concentrada de vinagre de manzana; no temas, no te hará daño, solo
frótate y espera unos minutos.” Penumbra obedeció al escarabajo.
Al haber transcurrido unos minutos le dijo, “Piensa en
Umbra, imagínate que estás a su lado y que quieres que ella sienta tu
presencia.”
La bella imagen de Umbra vino a su mente y sintió que las
largas antenas de Umbra se entrelazaban con las de él.
Entonces Penumbra se vio envuelto en una luz
exquisitamente brillante que emanaba de su abdomen.
Penumbra se sintió abrumado por aquel Milagro Divino y
miró al escarabajo con asombro, “Esa luz siempre ha estado en ti. Tu abdomen
está cubierto por un lunar muy grueso y oscuro que no permite que tu luz se
vea. Déjame decirte que tu luz es excepcional. La luz de las luciérnagas es una
luz fría, pero la luz tuya sí genera calor, es por eso por lo que Umbra la
percibe. Ella siente tu presencia como ninguna otra luciérnaga lo hace.”
Penumbra estaba extremadamente conmovido de escuchar las
conocedoras palabras del Escarabajo. De pronto la luz de su abdomen pareció haberse
apagado.
“¿Dónde puedo encontrar esa poción mágica? ¡Yo me la
quiero frotar todos los días para bañar de luz a mi amada Umbra! Imploró
Penumbra.
“Esa poción, así como es mágica, es dañina. Te desgastará
ese grueso lunar, te debilitará las paredes de tu abdomen y pronto morirás si
te la aplicas todos los días. Umbra percibe el brillo y el calor de luz interna.
Tú tampoco necesitas ver tu luz para ser feliz porque la llevas dentro de ti. Sólo
necesitas creer en ti como la luciérnaga que eres. Vuelve al lugar de donde
viniste y vive tu vida a plenitud. La luz que tú y Umbra no ven, la verán en
sus hijos. Ellos tendrán luz en sus ojos y emanarán luz de sus abdómenes porque
nacerán del amor de ustedes dos.” Aquellas palabras parecían estar siendo
leídas de un mismo Libro de Sabiduría Divina.
Penumbra, cargado con intensa emoción le dio las gracias
al Sabio Escarabajo y regresó al lado de Umbra. Con mucha vergüenza le contó
que él era una luciérnaga que no emanaba luz y le contó también su encuentro
con el Escarabajo.
Umbra entrelazó sus largas antenas con las de él y le
dijo, “Tu calidez me quema divinamente; ni todas las luces juntas del festival
anual calientan mi corazón y mis sentidos como lo hace tu luz. Creo que, si te
alejas de mí, el frío congelará mis sentidos y me sentiré tan ciega como nunca
me he sentido.”
Al oír aquellas palabras Penumbra sintió que su abdomen
reverberaba con una luz muy potente. Entrelazó sus antenas aún más a las largas
antenas de su amada y le susurró con mucho amor, “Me haces sentir como un mismo
sol, amada mía.”
Umbra y Penumbra no se separaron nunca más y tuvieron
muchos hijos. Tal cual había dicho aquel Escarabajo Sabio, todos tenían luz en
sus ojos y sus abdómenes eran tan luminosos que lucían como focos; siempre
hacían un espectáculo de luces para homenajear a sus padres.
Encantadora historia, de verdad tu imaginación no tiene límites, felicitaciones!!
ResponderBorrar¡Me encanta que te haya encantado! Mientras me sigan halagando con este tipo de comentarios, mi imaginación seguirá extendiendo sus límites. ¡Gracias, mi hermanita de mi corazón!
BorrarEl comentario siguiente es de Marianela Fernández de González vía Facebook:
ResponderBorrar“¡Bellísimo! Cordial saludo me querida amiga.”
El comentario siguiente fue enviado por Zaida Petit vía WhatsApp:
ResponderBorrar“Muy bonito cuento, todas tus historias tienen una reflexión, de todas se aprende un poco.”
Muy hermosa historia, lo que Umbra aunque no veía podía sentir el calor y el brillo que poseía Penumbra, muchas personas ciegas pueden sentir y ver mas allá que las personas que ven. Se de una cieguita por aca por mi casa que sabia si le mentian o no con solo agarrar a la persona y a las mujeres les decia si estaban hembrazadas y el sexo de la criatura. Y lo lindo de la historia es que quedaron juntos y tuvieron una hermosa familia con brillo en sus ojos y en su abdomen. La moraleja es que no importa la apariencia de las personas si no su yo interior que lo hará brillar y triunfar en la vida. Estas historias nos ayudan a reflexionar en nuestras vidas. Gracias mi tía bella
ResponderBorrarLo más bello que tiene cada cuento es que tiene un mensaje según su lector. Algunos cuentos pasan por la vista de las personas y otras personas pasan su vista por los cuentos; por eso no todos vemos lo mismo en lo que leemos. ¡Dios te bendiga!
Borrar¡Pura inspiración en este cuento! ¡Te felicito nuevamente!
ResponderBorrarCon este texto de tan grata lectura, e interesantísimo argumento, he sido expectador de un lenguaje literario muy bien logrado, bien engranado con la historia, la cual está cargada de poesía y de amor, :-) je je.
Siento también que tu estilo personal se sigue definiendo y mostrando con fuerza y sustancia!
¡Así siga! aunque me parece que te queda poco por mejorar, cuentos de éstos son un tesoro, y mientras más tengamos disponibles tanto mejor.
¡Hasta pronto, Tía Ingrid!
Querido Juan, este comentario tuyo es como para leerlo una y mil veces y sentirme que me inflo cada vez un poquito más. Esas palabras vienen de alguien que me hace quitar el sombrero y hacer una venia. Gracias por tu apoyo y esa ayuda que siempre me has brindado. ¡Éxitos y muchas bendiciones!
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