Banco de Bellotas

Érase una vez un tupido bosque donde abundaban los robles y con ellos sus numerosísimas bellotas. Entre las criaturas que vivían en sus alrededores las ardillas eran muy numerosas. No hay una ardilla que no se deleite en grande con las deliciosas bellotas de los robles. 

Esta comunidad de ardillas corría graciosamente alimentándose con la abundancia de bellotas; ellas almacenaban la mayor cantidad de ellas que podían para sobrevivir cada largo y extremadamente frío invierno.

Entre todas estas ardillas había una, Piya, que se consideraba muy astuta. Cada día mientras las bellotas maduras caían incesantemente sobre el suelo, ella comía todo lo que podía. A su vez, llevaba cuanta bellota podía a su reservorio para tener suficiente comida durante el invierno.

Un día, Piya descubrió una cueva muy grande al pie del roble más alto del bosque. Se sintió maravillada ante la inmensidad de aquella cueva que tenía una humedad y una temperatura ideal para almacenar cientos de miles de bellotas. Ya no tendría que preocuparse, porque si lograba almacenar muchísimas bellotas nunca más pasaría hambre, ni siquiera cuando estuviera muy, muy viejita.

Piya no le contó a nadie de aquella cueva-frigorífico. La quería ver muy llena de bellotas y no cesaba un solo minuto entre comer e ir y venir con todas las bellotas que podía. Las acomodaba lo mejor posible para que su almacén de bellotas luciera muy bien ordenado.

Cada día, quería conseguir más y más bellotas y le daba rabia cuando veía que alguna otra ardilla llevaba bellotas consigo para su almacenamiento. Un día pensó que podía vigilar a las otras ardillas, para saber dónde guardaban o enterraban sus bellotas y astutamente robárselas; a lo mejor se olvidaban de ellas y serían desperdiciadas. Así que Piya comenzó a robarle las bellotas a las otras ardillas de su comunidad. Se convirtió en una ardilla extremadamente astuta y escurridiza, así que nunca la descubrían.

Su inventario de bellotas era inmenso, se podía comparar con una gran biblioteca de libros, las ordenaba por tamaño y por la tonalidad de su color. Mientras más bellotas tenía almacenadas, más quería tener.

Cuando llegaba el invierno y la comida se hacía extremadamente escasa, Piya sólo tenía que ir a su colosal almacén para saciar su hambre. No le preocupaba en absoluto si las otras ardillas padecían hambre, ni le remordía la conciencia por todas las bellotas que tenía en su haber, producto de la manera deshonesta como las había obtenido.

Se acercaba el próximo invierno y no había abundancia de bellotas como de costumbre; cada día de este otoño tenían que escoger entre comer o guardar bellotas para el invierno, esto era algo sin precedente; se respiraba ya un aire de preocupación y desconcierto entre la comunidad de ardillas.

Un día, se corrió la voz de que habría una reunión de todas las ardillas para hablar sobre la escasez de bellotas que estaban confrontando. Ante aquella gran multitud habló una de ellas, “La atmósfera está siendo afectada por un fenómeno al que llaman EL Niño, nuestro bosque está sufriendo los efectos de este fenómeno, por eso es por lo que los robles no están produciendo la misma cantidad de bellotas. Tenemos que comer menos para poder almacenar lo que podamos para no perecer en el invierno.” Todas las ardillas escuchaban y una sensación de angustia se comenzó a apoderar de ellas.

Llegó el invierno y una vez que los suelos se hicieron gélidamente fríos, el extremo reto de supervivencia comenzó. Caminaban todas con mucha lentitud porque no tenían casi energía, se les veía temblar del frío y sus ojos reflejaban angustia y hambre.

Piya era la única que se mantenía bien energizada pues tenía toneladas de bellotas almacenadas en su inmenso depósito. No tenía la menor intención de compartir sus bellotas con nadie, cada uno que se defendiera como pudiera, ella no tenía la culpa de que aquel fenómeno estuviera azotando la atmísfera; esos eran sus pensamientos.

Una noche mientras dormía tuvo un sueño que se tornó en horrible pesadilla. En su sueño, al salir de su cueva vio ardillas muertas o moribundas por todos lados, las moribundas con voces entrecortadas le pedían una bellota. Piya las ignoró; era un cuadro aterrador. Al día siguiente al salir de la cueva ya todas las ardillas habían muerto, sólo había buitres que se alimentaban de sus carroñas. Cuando terminó aquel invierno tan horrible, estaba ella sola. El fenómeno de El Niño ya no estaba afectando el aire del bosque y los robles se estaban llenando de hermosas bellotas. Ya no tenía que robarle las bellotas a nadie, eran todas para ella. Sin embargo, Piya sintió un vacío muy grande dentro de sí, tal parecía que la vida ya no tenía ningún sentido y sintió un arrepentimiento muy grande por todo lo que había hecho, por haber robado a sus compañeras, por su indolencia ante el hambre de los integrantes de su comunidad, pero ya no podía hacer nada, más que seguir una vida muy solitaria en un bosque lleno de bellotas para ella sola.

Cuando Piya despertó sintió su alma congelada, a pesar de que no tenía hambre y a pesar de que estaba en una cueva muy acogedora. Al salir y encontrarse con la primera ardilla que tenía una mirada de hambre y sufrimiento le dijo, “Ven conmigo, he descubierto una cueva inmensa que está llena de bellotas y que es muy calientita.” La ardilla corrió tras ella y se maravilló de lo que vieron sus ojos. “Anda come, para que se calme tu hambre,” Le dijo Piya. La débil ardilla con ojos llenos de lágrimas le dijo, “Muchas gracias por haberme avisado de este gran hallazgo, esto le salvará la vida a nuestra comunidad, ¡Tenemos que reunir a todas las ardillas para que podamos compartir esta bendición!” Piya sintió un gozo que la ahogaba.

Juntas corrieron y fueron avisando a cuanta ardilla encontraban, que habían de reunirse al pie del roble más grande del bosque para escuchar algo muy importante. Piya, siendo la ardilla que no estaba débil, les habló, “Al pie de este árbol, hay una cueva muy grande que tiene suficientes bellotas para que todas podamos comer durante todo el invierno.” Hubo voces de júbilo y lágrimas de felicidad y agradecimiento.

Con toda premura todas las ardillas fueron entrando en la cueva y de una manera muy ordenada y equitativa se surtieron de las ricas bellotas. Era tal la cantidad de bellotas que alcanzó para que toda la comunidad comiera durante todo el invierno.

Llegó el día cuando la temperatura y el temprano amanecer de los rayos del sol indicaban que ya el invierno le había cedido la entrada a la primavera. Todo indicaba que la atmósfera estaba recuperada de los azotes de aquel fenómeno y que el suministro de su preciado alimento volvería a ser abundante.

Piya sentía muchos cargos de conciencia por su vil proceder y había decidido abandonar aquella comunidad y seguir su vida muy lejos de aquel bosque. Buscó un nido de pájaro que estuviese abandonado y lo llenó con una pequeña cantidad de bellotas para asegurarse que tenía comida para varios días y se dispuso a marcharse de aquel lugar.

Cuando se preparaba para irse sintió voces a la salida de su cueva, al salir vio su muy numerosa comunidad de compañeras. Una de ellas habló, “Hemos venido a proponerte que seas la administradora de nuestro Banco de Bellotas. Este invierno que acaba de terminar ha sido una lección; hemos entendido que debemos trabajar unidas. Si no hubiese sido por ti, hubiéramos sucumbido ante la adversidad. Fuiste muy noble al compartir con nosotras tu gran hallazgo. Te mereces ese privilegio por tu gran gesto, por haber salvado nuestra comunidad.”

Aquellas palabras lejos de hacerla sentir orgullosa la hicieron sentir peor de lo que ya se sentía y con mucha honestidad les respondió, “No me merezco ningún reconocimiento, al contrario, siempre he sido muy deshonesta con todas ustedes. Yo no encontré ese banco de bellotas, yo les robé por mucho tiempo a todas y fui acumulando bellotas. Le doy gracias a Dios que una pesadilla me hizo recapacitar y con una mentira pudieron todas comer las bellotas que alguna vez habían sido de ustedes.” Piya, sumida en un mar de vergüenza y dolor, no supo qué más decir y se dispuso a abandonar el lugar.

“Hay que ser valiente para asumir la responsabilidad de los errores que cometemos, tenemos que reconocer que eres muy emprendedora y que Dios te bendijo para que encontraras esa cueva tan grande e ideal para poder almacenar tantísimas bellotas. En el mismo momento en que confiesas ante todas nosotras tu deshonestidad, estás siendo honesta. Date otra oportunidad porque te lo mereces; nosotras confiamos en ti.” Todas las ardillas auparon a la portavoz.

Piya se sintió sobrecogida por aquellas palabras y por el resonar de apoyo que manaba del numeroso grupo de ardillas. Bajó su cabeza y se reunió con ellas. Desde ese momento, trabajaron todas para una y una para todas. Se alimentaban sin avaricia y almacenaban concienzudamente todas las bellotas que podían en aquel colosal banco del que Piya era la administradora; siguió pareciendo una inmensa biblioteca que serviría de alimento abundante a aquella comunidad de ardillas cada invierno, sin importar cuán cruel fuese.





 

Comentarios

  1. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:

    “No se puede ser avaricioso ni egoísta. A veces la avaricia rompe el saco. Dios iluminó a esa ardilla deshonesta por medio del sueño y la hizo recapacitar; eso nos suele suceder a los humanos cuando actuamos erróneamente. Muy bello tu cuento, como todos. Dios bendiga tu imaginación.”

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  2. Tus historias siempre dejan una gran enseñanza y una buena reflexión, ojalá nos sirva de ejemplo y conciencia en nuestro diario vivir y compartir

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  3. Gracias mi querida y fiel seguidora de mis historias. Espero poder seguir transmitiendo mensajes positivos y que sigas estando allí para leerlos y nutrirte de ellos. ¡Un abrazo fuerte!

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  4. El siguiente comentario fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:

    “Bellísimo tu cuento. Me gustó mucho. Es una lección de cooperación y compañerismo.”

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  5. Buen aprendizaje, ser honesta abre las puertas del corazón. Me gustó la historia.

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    1. ¡Linda tu apreciación de mi cuento, bendiciones!

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    2. Cada vez me quedo asombrada de tu majestuosa imaginación para redactar con sumo cuidado de cada fragmento de la historia y casi todas tiene reflexiones que nos sirven para nuestro acontecer diario. Después de que esa ardillita Piya lo quería todo para ella y sin importarle el sacrificio que hacían las otras ardillas, ella les robaba sus alimentos menos mal que ese sueño hizo que se arrepintiera y así decirle una mentira de que había conseguido ese escondite, pero eso no fue suficiente y les confeso la verdad y a pesar de eso por ser honesta la nombraron administradora. Uno siempre debe decir la verdad aunque duela y juntos pueden lograr lo que quieran.
      Te quiero y le agradezco a Dios por esa mente tan privilegiadas para que atravez de ti aprendamos lecciones de vida.

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    3. Como siempre con palabras tan halagadoras para mis historias. Espero poder seguir deleitándote por mucho tiempo. ¡Un abrazo fuerte!

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