No quiero ir a la escuela

En enero de 1964, la pequeña Yarelis acababa de cumplir 6 años y sus padres la inscribieron en primer grado. Aquello era todo un evento para esta pequeña quien formaba parte de una familia muy numerosa, siendo ella la número diez; para ese entonces ella asistiría a la escuela con las tres hermanas que la antecedían en el orden familiar.

Yarelis sintió gusto de comenzar aquella nueva aventura, pero al mismo tiempo durante las horas que pasaba en la escuela sentía que extrañaba mucho la cercanía de su mamá. Le gustaba mucho tener amiguitos nuevos y tener una maestra, le parecía que le iba a llegar a tener mucho cariño.

A los muy pocos días de haber comenzado a ir a la escuela una de sus compañeritas le dijo; “Nuestra maestra es muy buena, ella es una segunda mamá para todos nosotros.” Aquellas palabras sacudieron a Yarelis. “¿Cómo qué una segunda mamá?” Le preguntó a su amiguita. “Sí, en la casa tenemos una mamá y aquí en la escuela tenemos otra. Por eso tenemos que hacerle caso, respetarla y quererla mucho.” Yarelis sintió que aquellas palabras eran un poco ciertas; habiendo asistido muy pocos días a la escuela su corazoncito sentía que aquella maestra ya estaba ocupando un lugar muy especial en él, al mismo tiempo sintió que eso de llegarla a querer como ella quería a su mamá no podría ser porque su mamá era lo más grande para ella. Sintió un miedo que la estremeció. “Yo nunca voy a querer a mi maestra como quiero a mi mamá.” Estaba a punto de volverse un mar de llanto.

“En mi casa me han dicho que mi maestra es mi segunda madre, así que yo sí la voy a querer con todo mi corazón. Eres una loca que no entiende nada, vas a sacar puros ceros si no quieres a la maestra con todas las fuerzas de tu corazón.” Yarelis la miró con mucha rabia. “Yo no estoy loca. ¡Loca eres tú que crees que uno puede tener dos mamás!” La otra niña le gritó, “¡Te voy a traer a Antonio José de Sucre para que te lo diga, a él sí que le vas a creer!” Yarelis entonces armada de mucho coraje[IP1]  le gritó de vuelta, “Y yo te voy a traer a Simón Bolívar para que te explique que uno tiene una sola mamá!” Al amenazarse ambas con traer como defensa a aquellos próceres, ya dejaron de discutir porque ambas se sintieron muy intimidadas; además Yarelis acababa de tomar la determinación de que no volvería a la escuela, pues no quería llegar a querer a su maestra tanto como quería a su mamá.

Cuando estuvo de regreso a su casa, le dijo a su mamá que se había peleado con una niña; que esa niña le iba a llevar a Sucre y que ella le había dicho que le llevaría a Bolívar para que la defendiera. Que ella no quería volver más a esa escuela. Al día siguiente alegando el mismo razonamiento, Yarelis se rehusó a ir a la escuela. Yarelis era una niña que Mamá y Papá consentían de una manera especial, así que dejaron que se saliera con la suya y la niña no volvió a la escuela por el resto de ese año escolar.

En septiembre de ese mismo año comenzaría un nuevo año escolar. La familia se había mudado a otra vecindad y por consiguiente las niñas asistirían a otra escuela. Yarelis fue inscrita junto a sus tres hermanas, pero ella continuó rehusándose a asistir a clases. Seguía abrigando aquel temor de que podría llegar a querer más a su maestra que a su mamá, aunque no se lo confesaba a nadie. Simplemente decía que no quería ir a la escuela. Una vez más, Yarelis se había salido con la suya y Papá y Mamá increíblemente accedieron a no obligarla. Definitivamente, el décimo vástago de aquella familia tenía un don especial para guardarse en su bolsillo la férrea voluntad de sus padres.

Al cruzar la calle vivía una señora que por las tardes daba clases preparatorias de lectura y escritura para niños que prontamente irían a primer grado. Pensaron que aquello era una buena alternativa para Yarelis, tal vez de aquella manera esta pequeña fuese venciendo aquella fobia que le tenía a la escuela.

Al inscribirla en aquella escuelita, les fue dicho que cada niño tenía que llevar su propia silla. De comienzo a Yarelis le encantó la idea de ser dueña de una sillita y con mucho entusiasmo fue a su primer día de clases. Ocurrió que se levantó de su sillita de mimbre para ir al baño y cuando regresó, una niña de color se había sentado en ella. Yarelis le dijo a la maestra que esa niña estaba sentada en su silla y la maestra le dijo, “Eso no importa, usted se puede sentar en la silla de ella.” Aquello no le pareció a Yarelis una solución apropiada y con mucho disgusto terminó la faena de aquel su primer día en la escuelita.

Cuando llegó a su casa le dijo a su mamá, “Yo no quiero ir más a esa escuelita, una niña marrón se sentó en mi sillita y la maestra no la hizo levantar.” Su mamá trató de explicarle que en una escuela los niños se pueden sentar en cualquier silla, que el color de las personas no las hacia diferentes, pero no hubo argumento que lograra doblegar la persistente negativa de la niña de que no volvería a la escuelita.

Cuando Mamá y Papá conversaron el tema, Papá dijo, “Ya tiene siete años, no podemos permitir que siga evadiendo la escuela. Tiene que aprender el alfabeto, tiene que aprender a deletrear, con esos conocimientos básicos no irá tan atrasada para su primer grado; así que mañana tiene que volver a la escuelita.”

Al día siguiente cuando toda la familia almorzaba, Papá miró a su hija de siete años y le dijo, “Apenas hayas terminado de almorzar, te vistes para que Audo te lleve a la escuelita.” Dicho esto, con toda la seriedad que ameritaban aquellas palabras, miró a su hijo Audo para sellar su mandato. Yarelis solo miró a su papá, no salió de su boca ninguna palabra ni de aprobación, ni de objeción.

Hubo un silencio absoluto por el resto del tiempo que estuvieron sentados a la mesa. Papá se levantó de la mesa y se fue a su cuarto a dormir su siesta.

Mamá le buscó ropa para vestirla para la faena escolar de la tarde, la niña le dijo con mucha determinación, “Yo no voy a ir a la escuelita. Yo te dije que mi maestra deja que otra niña use mi sillita.” Mamá trató de persuadirla, pero no hubo caso.

Todos estaban abismados de ver lo temeraria que era Yarelis al desobedecer las órdenes de Papá. Todos se sentaron a ver televisión, los mayores sentados en sillas de mimbre y los niños todos sentados en el piso. Todos estaban muy mortificados de sólo pensar cuál sería la reacción de Papá al despertar y ver que sus órdenes no habían sido acatadas, que Yarelis no había asistido a clases.

Al cabo de un par de horas, sintieron los pasos del personaje que ejercía la máxima autoridad en aquella familia y aquel grupo se deshizo velozmente. Todos corrieron a esconderse, menos una persona: Yarelis permaneció sentada viendo televisión.

Papá con ojos desorbitados se paró a su lado, la niña con toda serenidad levantó sus ojos para mirarlo y le dijo[IP2] , “¡Frescolízate Papá!” Aquella era una expresión que decían en una propaganda de televisión en la que los niños invitaban a su papá a que se calmara la sed tomándose un refresco bien helado.

Desde donde el resto de sus hijos se habían escondido aterrorizados de la reacción que iba a tener, lo que escucharon fue su estruendosa carcajada.

Luego que Papá se repuso de aquel ataque de risa, se sentó y le dijo a su hija, “Ven acá” Al acercarse la niña, la levantó con sus manos y se la sentó en sus piernas, “¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué no quieres ir a la escuela?” Yarelis no atinó a responderle, solo bajó su cabeza.

“Te voy a contar la historia de un niño muy pobre que nunca pudo ir a la escuela.” Entonces la mirada de Yarelis fue presa de los ojos gris plomo de su papá. “Cuando ese niño tenía tu edad, no pudo ir a la escuela porque en ese tiempo gobernaba un presidente muy malo que había cerrado todas las escuelas. Ese presidente gobernó por muchos años y ese niño creció sin poder ir a la escuela. Su papá era marino y un día se fue de viaje y nunca pudo volver a su casa. Su mamá tuvo que coser día y noche para poder mantener a sus 7 hijos. Él y sus tres hermanos mayores tuvieron que ponerse a trabajar para ayudar a su mamá para poder comprar comida y ropa para todos.

Ese niño vendía periódicos; a él le daba mucho dolor no poder leer lo que decían los periódicos que vendía. Un día comenzó a preguntarle a las personas que le compraban un periódico qué decían las palabras que veía escrita en ellos; les pedía a sus marchantes que le escribieran esas palabras en la arena con un palito, y luego él las repasaba. Fue muy perseverante, nunca dejó de preguntar, ni de repasar las palabras, así aprendió a leer y a escribir.”

En la medida que Papá hablaba parecía haberse sumergido en un recuerdo muy sentimental y profundo, sus ojos se anegaron de lágrimas que terminaron corriendo por sus mejillas.

Aquel conmovedor relato estaba siendo escuchado por la pequeña rebelde que tenía sentada en su regazo y por el resto de sus hijos, quienes habían ido saliendo uno a uno de sus respectivos escondites para dibujar un círculo silencioso alrededor de él.

Yarelis le limpió las lágrimas con sus manos y le dio un beso en su mejilla, “¿Ese niño eras tú, verdad papá?” Papá no pudo decir ya nada más, sólo pudo sonreír mirando a su pequeña.

“Te prometo que iré a la escuela y que siempre, siempre voy a quererte tanto como quiero a mamá. Te prometo que nunca voy a querer a mi maestra más de lo que los quiero a ustedes dos.”

 


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Comentarios

  1. Bonitos recuerdos!! Yarelis y sus tremendurss

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  2. "Le sacaba punta a una bola de billar", como decia Papá. ¡Un abrazo fuerte!

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  3. Historia muy bonita. Relatos como esos, son útiles porque por un lado no es necesario dar una "pela" y por otro lado se muestra la energía y razón del ser porque Pa`lante es pa`lla!!-

    Me encanto!

    Diez (10) chocolates!!!

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    1. Me encanta tu bonita apreciación de mi cuento, pero sólo aceptaré esa calificación cuando sea pagada en efectivo y si es en forma de bombones Rocher Ferrero, ¡Mucho mejor! Saludos, querido amigo.

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  4. Que historia tan bonita, cómica y con una enseñanza tremenda, me hizo reír y me arrugó el corazón a la vez aunado a que conozco los personajes. Había escuchado esos cuentos pero no de esta manera . Gracias por contarlo así.

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    1. Gracias mi negrita bella por seguir de cerca mis escritos. Es muy lindo poder revivir facetas familiares y ponerles un toque de imaginación, de verdad que hace vibrar el corazón de una manera muy bonita, especialmente cuando es compartido por los seres queridos. ¡Dios te bendiga!

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  5. Hola!
    Muy linda historia. Aunque es familiar, cualquiera puede leerla con gran gusto. Tus historias giran en torno al amor familiar, que es el tesoro más valioso, y que además es la fuerza que nos permite alcanzar cualquier logro deseado. Dios mediante, por supuesto. Muchas felicitaciones.

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    1. Gracias, mi querido Juan Carlos por tu consecuencia y palabras de gran apoyo. El amor familiar siempre ha estado allí, es muy bonito ilustrarlo con recuerdos y con una pincelada de imaginación. Me complace mucho que las disfrutes, eres parte intrínseca de este amor de familia. ¡Dios te bendiga!

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  6. El comentario siguiente fue enviado por Emelina Petit vía WhatsApp:

    “Está súper bueno tu cuento. Me trajo muchos recuerdos bonitos.”

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  7. El comentario siguiente fue enviado por Zaida Petit vía WhatsApp:

    “Muy bello tu cuento; me reí mucho con las travesuras de Yarelis. Me llevó unos años atrás y me enterneció el relato de mi padre; ya conocía esa historia, pero me emocionó la forma como la creaste; le diste mucho sentimiento. Sois genial hermanita. ¡Dios te bendiga!”

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  8. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por María Isabel Valbuena:

    “Buenísima la historia tía.”

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  9. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Yarelis Petit:

    “¡Me encantó!”

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  10. Una vez mas me encanto conocer un poco mas de esas historias familiares que vivieron ustedes, yo siempre admire a tu papa, aunque me daba miedo cuando se enojaba, pero yo era curiosa, después que lo veía calmado, claro eso era cuando me que daba allí en su casa el fin de sema. Yo me le acercaba y le preguntaba que por que estaba bravo y el muy decente me contestaba es que mis hijos saben como soy yo y no entiendo porque me desobedecen, yo solo quiero el bien para ellos y tu eso era conmigo me dicen que eres tremenda, eso no se hace tu tienes que obedecer a tus mayores porque ellos solo quieren el bien para ti. Me tocaba la cabeza y me decía ve a jugar. Eso paso en 3 ocasiones cuando lo visitaba y por eso yo lo respetaba el me hablaba muy lindo.

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  11. Gracias Yuly, siempre con tus comentarios lindos y positivos. Me llena el corazón que tengas un recuerdo tan bonito de Papá. ¡Que Dios te bendiga!

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  12. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Mirla Petit:

    “Al leer este cuento me he sentido un poco triste. ¡Tantos recuerdos!

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