Todo por Un Trofeo

Se celebraba un festival para escoger al ave que tuviese el canto más melodioso de todas. Muchísimas aves habían atendido aquella singular competencia. La competencia había durado muchos días, había sido una tarea muy difícil para los jueces ir eliminando competidoras, pero ya habían reducido los números a dos grandes finalistas, en cuestión de días sería la Gran Final. Había sido una competencia muy cerrada, en realidad podía decirse que todas las aves tenían cualidades maravillosas en sus cantos, pero era preponderante que se determinara una ganadora.

Una de las dos finalistas no aceptaba la idea de perder aquel galardón, sentía que su vida misma dependía de ser reconocida mundialmente como el ave con el canto más melodioso de toda La Tierra. Por muy difícil que dijeran que había sido llegar sólo a dos finalistas, esta ave estaba convencida de que tenía un canto único y que era casi un hecho que ella sería la ganadora indiscutible.

Dentro de toda esa confianza en su excepcional canto, sentía cierto temor de que la otra ave fuese declarada la ganadora pues cuando la escuchó cantar durante el proceso eliminatorio llegó a sentir envidia de los matices de aquel trinar.

Perder sería demasiado humillante, sería una tortura ocupar un segundo lugar. Mientras ensayaba para la Gran Final pensaba que tenía que hacer lo que estuviese a su alcance para vencer a su oponente; estaba dispuesta a pagar cualquier precio.

Siempre había escuchado decir que “El fin justificaba los medios”; pensó entonces en apelar a cualquier tipo de recurso que la llevara a conseguir ese premio tan preciado.

Desde hacía mucho había oído hablar de un cuervo que practicaba la magia negra, del que se decía era capaz de elaborar conjuros que neutralizaban todo lo imaginable.

Después que hizo su ensayo diario decidió ir a consultar aquel maléfico animal.

El cuervo vivía en una cueva sombría, húmeda y mal oliente. “¿Dime qué deseas de mí?” Le preguntó con un perezoso movimiento de su puntiagudo y ligeramente encorvado pico negro.

“¿Es usted capaz de echar a perder la garganta de un ave para que no cante melodiosamente?” Le preguntó el ave cantora.

“Siempre he vivido en el mundo de la magia negra, yo todo lo puedo. Cuéntame a quién le quieres arruinar su canto.” Aquella voz parecía venir de ultratumba.

“Hay un ave que es mi rival en el certamen en el que se escogerá la voz más melodiosa de todas las aves de La Tierra. Temo que me pueda ganar. Dígame de qué manera puedo neutralizar su canto.” Le contestó al cuervo con profunda vehemencia.

“Yo te haré el ave ganadora, pero todo tiene un precio.” El cuervo voló desde donde estaba y se paró a su lado.

El ave sintió repugnancia al poder percibir que su cuerpo era maloliente, quiso volar para irse de ese lugar tan desagradable, pero necesitaba la ayuda de aquella criatura insana.

“¿Cuál es el precio de su conjuro?” Le preguntó alejándose un poco.

“Fácil, me entregarás tu Trofeo de Oro.” Su pico ahora parecía sonreír.

“Estoy dispuesta a pagarle de cualquier otra forma, pero no es justo que me pida lo que justamente quiero arrebatarle a esa otra ave.” Rezongó la visitante.

“Lo tomas o lo dejas. Tú vas a perder, de otra manera no estuvieras aquí con esa cara de asco que tienes desde que entraste a mi cueva. Tendrás que conformarte con la fama que vas a ganar y el gusto de haberte alzado con un título que no te mereces.” El cuervo hablaba con mucho sarcasmo.

El ave se quedó callada por unos minutos, parecía estar analizando las ventajas y desventajas de la proposición del cuervo.

“Está bien. Dígame qué tengo que hacer para ganar y yo le entregaré mi trofeo.” Le dijo exhalando un suspiro de resignación.

“¡Ten presente que a mí nadie me engaña! ¡Después que yo te ayude, tienes que cumplir con tu palabra porque de lo contrario correrás con nefastas consecuencias! Además, después que vienes a mí, no puedes cambiar de parecer.” Aquel cuervo ahora gritó.

“Yo entiendo.” Fue la sumisa y acobardada respuesta del ave.

“Convence amigablemente a esa otra ave que hay una cueva mágica, que en esa cueva sólo hace eco el canto del ave más melodiosa de todo el mundo; le harás elevar su canto hasta que su garganta sangre. Tienes que ser astuta, proponle que hagan esa prueba el día antes de La Gran Final para que se dañe su garganta y pierda o se retire de la contienda y te den a ti por ganadora. Cuando vayan a la cueva, deja que ella cante primero, luego que la muy tonta caiga en la trampa y se haya reventado la garganta, dile que no es necesario tomar tu turno.” El cuervo le hablaba ahora muy suave y despacio para que entendiera bien su malévolo plan.

“¿Dónde está esa cueva?” El ave cantora ya estaba tentada por aquella idea.

“Es esta misma cueva. No te preocupes, cuando vuelvas será un lugar agradable. Yo haré el eco cuando me asegure que ya su garganta se ha reventado para que no pueda cantar bien en mucho tiempo.” Le explicó el feo cuervo.

“¡Ahora vete y si vuelves que sea con tu contendora y después volverás con mi trofeo! ¡Vuela pájaro infeliz!”  Gritó aquella ave negra con todas sus fuerzas.

El ave sintió mucho miedo y pensó que de verdad era muy infeliz. Voló estrepitosamente y fue a ver a su cantante opositora.

Le propuso el plan con la mejor sutileza que pudo, “Será una manera de prepararnos psicológicamente. Ambas sabemos que cualquiera de las dos puede ser la ganadora, es más bien cuestión de suerte. Anda, anímate.” Cuando hablaba pensaba en el compromiso que tenía con el cuervo y sabía que no tenía otra alternativa que convencer a aquella incauta.

El plan funcionó y volaron juntas hacia la cueva. Aquella cueva no se parecía en nada al lugar donde se había encontrado con el odioso cuervo, era ahora un lugar fragante que parecía tener un tragaluz en su máxima altura.

“De verdad que este lugar es mágico.” Dijo inocentemente la invitada.

“No perdamos tiempo, canta tú primero.” Sugirió la falsa compañera.

El ave respiró profundo y comenzó a cantar. Su sinfónico y armonioso cantar invadió aquella cueva.

“¡Anda, canta más duro! No estás dando lo más de ti. Piensa que el mundo entero te escucha.” Trató de auparla para que llevara su garganta a su esfuerzo máximo.

Se escuchó entonces un canto muchísimo más fuerte y agudo. Como no se escuchaba aún ningún eco, el ave le volvió a aupar con un grito; “¡Más duro!”

La cantante hizo un esfuerzo exhaustivo y al elevar aún más su canto se escuchó un eco y el ave sintió un dolor muy intenso en su garganta y sintió que sangraba.

“¡Bravo! Tú serás sin duda la ganadora. No tiene ningún sentido que yo cante pues ya el eco mágico te ha elegido ser la poseedora del canto más sutil y hermoso de todo el globo.”

La inocente ave se sintió sobrecogida por aquellas palabras y hasta se sintió agradecida.

Cuando llegó el día siguiente, la deshonesta ave esperaba ser notificada que su contendora no se presentaría y que por lo tanto sería descalificada haciéndola a ella la indiscutible ganadora.

Para su sorpresa, no recibió ninguna notificación y la Gran Final parecía que se celebraría sin ninguna anormalidad. “Después de todo aquella tonta ave como que no le importaba hacer el ridículo y cantaría con una garganta fallida.” Así pensó.

La audiencia estaba muy nutrida y los jueces ocupaban sus asientos. Llamaron al estrado al ave que premeditadamente había tratado de poner en desventaja a la otra gran finalista.

Cuando comenzó a cantar, su garganta fue presa de una tos incontrolable. Una tos incesante que no le permitió cantar. Las reglas eran que, si una de las dos cantantes fallaba, automáticamente la otra era la ganadora. Así que los jueces le otorgaron el Gran Trofeo a la otra ave. 

Cuando la llamaron para que recibiera su premio, el ave dijo: “Creo que debo compartir mi primer lugar con mi contendora, porque su canto es tan melodioso como el mío. Ha sido solo cuestión de suerte. Por favor, que suba para que sostenga este trofeo conmigo.” El público la ovacionó al haber escuchado esas palabras.

La otra ave subió y dijo: “No merezco tanta generosidad. Creo que mi sentimiento de culpa me hizo toser para que no cantara.” Contó con mucha vergüenza su gesto de bajeza, terminó diciendo, “Indudablemente que el trofeo ha sido otorgado justamente. Además, tiene un corazón muy noble y la nobleza vale más que un canto melodioso.”

Los aplausos se hicieron tan intensos que la tierra se sacudió y la cueva donde se guarecía el cuervo se desplomó, quedando éste sepultado.




 

Comentarios

  1. El comentario siguiente fue enviado por Zaida Petit vía WhatsApp:

    “Muy buen cuento, la envidia y la maldad no son aconsejables; por eso acabaron mal el cuervo y el ave envidiosa. Si esa ave hubiese tenido mejores sentimientos no habría sufrido lo que le sucedió.”

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  2. Muy aleccionador! Bueno que le fallara su canto pero mucho mejor aún que reconociera públicamente su falta, muy buena historia, no dejo de preguntarme de dónde sacas tantas historias!!!😃

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    1. Me da gusto que sigas cada una de mis historias y que siempre veas un buen mensaje. ¡Sólo le sigo dando rienda sueltas a mi imaginación! ¡Un abrazo fuerte!

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  3. El comentario siguiente es de Marianela Fernández de González por vía Facebook:

    “¡Muy bueno!

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  4. El comentario siguiente fue enviado por Yarelis Petit vía WhatsApp:

    “¡Buenísimo y lindísimo!”

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