Intoxicación Misteriosa
Año 1953, aquella casa de la Urbanización Urdaneta era
bonita, los niños la veían como un palacio; aunque era una casa pequeña, era la
casa más grande y hermosa en la que hasta ese entonces habían vivido. Tenía
cuatro ventanas de romanilla, dos en la sala y una en cada uno de sus dos
cuartos; todas las ventanas daban al frente. La casa estaba en una vereda,
justo al frente había un pequeño parque con toboganes y columpios.
Audoeno y Alicia tenían siete hijos, siendo la menor Mirla quien había nacido a principios de ese año.
Fotos tomadas en la casa de la Urbanización Urdaneta
Don Abrahán hacía poco que se había mudado con ellos a
raíz del fallecimiento de su amada esposa Doña Elena. Don Abrahán siempre consentía
a sus nietos comprándoles un pote de “Toddy”, de sólo ver la lata de aquella riquísima
bebida achocolatada a todos se les hacía agua la boca.
Aquel día, Audoeno se había ido muy temprano en la
madrugada a manejar su ruta de Delicias en su carro por puesto. Alicia se
dispuso a preparar el desayuno del día; hizo empanadas de queso y mandocas; por
supuesto que la bebida fue un pocillo de Toddy para cada comensal.
Todos comieron ávidamente, no sobró nada de empanadas y
de las mandocas, y por supuesto del chocolate no quedó ni una gota.
Al rato de haber desayunado, Darío comenzó con un
malestar estomacal que escaló hasta el punto de producirle un vómito profuso. A
corto plazo el resto de los niños Haydeé, Mireya, Zaida, Emelina y Audo, estaban
con dolores de estómago, vómito y diarrea. Alicia y Don Abrahán se sentían muy
alarmados ante aquella situación tan caótica.
“¡Papá, tienes que
ir a buscar a Audoeno para que lleve los niños al hospital”! Las palabras de
Alicia eran una súplica llena de angustia.
En menos de una hora Don Abrahán ya estaba de vuelta con
Audoeno, quien con toda premura llevó a sus hijos a la sala de emergencia del
Hospital Chiquinquirá.
Desde que los síntomas comenzaron, los niños no habían
dejado de evacuar y vomitar; al llegar al hospital se les veía muy pálidos y
extremadamente débiles. Fueron atendidos con la prontitud que ameritaba y se
generó una gran conmoción en la sala de emergencia al ver a un grupo de seis
niños severamente intoxicados.
“¿Qué han comido los niños?” Fue la primera pregunta
hecha a Audoeno. “Desayunaron empanadas de queso, mandocas y tomaron Toddy.”
Los galenos medicaron a los niños para hidratarlos y
evitar que siguiesen evacuando y vomitando.
Por coincidencia, Sara, una de las hermanas de Alicia
había ido a atender una consulta en el hospital y escuchó de la consternación
que había por la llegada a emergencia de un grupo de seis niños fuertemente intoxicados.
Se sintió conmovida; quiso ir a conocer más del caso y se acercó hasta la sala
de emergencia; cuál no sería su sorpresa al ver a su cuñado, “¿Qué estás
haciendo aquí Audoeno?” Le preguntó con preocupación.
Sara se consternó mucho al enterarse que aquellos seis
niños enfermos eran sus sobrinos.
“Sara, necesito ir a la casa. Del laboratorio me han
pedido que traiga el queso, la leche y el Toddy; van a analizarlos para saber
si alguna de esas cosas ha sido la causa de la intoxicación.” Audoeno era un
mar de nervios.
“Ve, no te preocupes por los niños que yo me quedo pendiente
de ellos.” La presencia de la dulce Tía Sara era una bendición para Audoeno y
los niños.
Cuando Audoeno llegó a su casa se sintió un poco aliviado
de saber que ni Alicia, ni Don Abrahán, ni la pequeña Mirla daban aún señales
de intoxicación, “Necesito llevar al hospital el queso, la leche y el Toddy que
haya quedado; los van a analizar para saber si están contaminados.”
“Ninguno de esos ha sido la causa. Alicia y yo comimos lo
mismo que los niños y no estamos intoxicados.” Adujo Don Abrahán con mucha
desazón.
“Usted tiene mucha razón, pero ellos tienen que tomar las
medidas que consideren pertinentes.” Audoeno recogió los insumos y regresó al
hospital sin pérdida de tiempo.
“Nunca me voy a perdonar haberles comprado una bebida
contaminada a mis nietos.” Dijo Don Abrahán mirando hacia arriba y juntando sus
manos en señal de pedirle misericordia a Dios.
“No tienes que sentirte culpable papá. No puede haber
sido el Toddy. Como dijiste, nosotros dos también tomamos y estamos bien. Los
niños están bajo el amparo de Nuestro Señor y se van a sanar.” Le dijo Alicia
poniendo una mano de apoyo en uno de sus hombros.
Al medio día regresó Audoeno a su casa con cuatro de los
niños: Haydeé, Zaida, Emelina y Audo. “Mireya y Darío están muy deshidratados,
los van a tener con suero por unas horas más. Tenemos que tostar pan y luego
ponerlo a remojar en agua previamente hervida; los niños sólo pueden beber de
esa agua.” Explicó Audoeno a Alicia.
“¿Dejaste a Mireya y a Darío solos?” Preguntó Alicia
bañada en llanto. “Tranquilízate, por suerte, Sara había ido al hospital y ella
está con ellos. Ya mismo regreso al hospital.”
Los niños estaban todos muy débiles y todavía muy
asustados. Tomaron aquella agua de pan tostado que entre Don Abrahán y Alicia
prepararon.
En el transcurso de la tarde regresó Audoeno con los
otros dos niños ya un poco más fortalecidos.
“En el laboratorio han dicho que no hay señales de
contaminación en las muestras que yo llevé. Por medidas de seguridad lo
desecharon todo. Recomiendan que no le volvamos a dar a los niños Toddy, por si
acaso sean alérgicos a uno de sus ingredientes.”
Don Abrahán sólo escuchó las palabras de Audoeno y no
pudo evitar seguirse sintiendo culpable de aquella intoxicación. Cuando todos los niños lograron conciliar el
sueño, Don Abrahán se acostó en su hamaca y le oró a Dios para que le
perdonara.
Los días subsiguientes no fueron fáciles para la familia.
Mireya y Darío tenían los muslos hinchados por todos los sueros que les habían
administrado. Alicia sentía mucho temor de que la intoxicación se repitiera;
los niños percibían el temor que había en la familia, pero por sobre todas las
cosas veían una tristeza muy infinita en su abuelito Papabrán. Desde que había
fallecido la abuelita Mamelena, él estaba muy triste, pero desde el día de la
intoxicación casi no hablaba.
Haydeé pudo escuchar a su mamá que le decía: “No fue
culpa tuya papá. Audoeno nos dijo que no encontraron nada malo en el Toddy, es
sólo una medida de seguridad por si acaso son alérgicos.”
La niña sintió mucha pena de que su abuelito se sintiera
culpable de que se hubieran intoxicado y pensó en un plan para ayudarlo.
Mientras jugaban todos en el parque les dijo: “Papabrán
se siente muy triste porque cree que por su culpa nos intoxicamos. Yo voy a
inventar una mentira, ustedes todos tienen que ayudarme y no desmentirme cuando
yo le mienta a mamá y a papá. Diosito nos perdonará porque es para ayudar a
Papabrán.” Ellos todos adoraban a su dulce abuelito y harían cualquier cosa por
aliviar su tristeza.
Ese día después de haber cenado y se encontraba toda la
familia reunida, Haydee dirigiéndose a sus papás les dijo: “Tengo que decirles
algo, no lo había hecho porque me daba mucho miedo. El día antes de que nos
intoxicáramos, estábamos jugando y yo era la mamá. Hice una comidita con las
flores de la mata de Cara de Burro; les dije que era una ensalada y se las hice
comer. Yo la probé primero para que vieran que estaba rica. Era un poco
picante, pero igualito nos la comimos. Por eso fue por lo que nos intoxicamos.”
Terminó de relatar la hija mayor de Audoeno y Alicia.
Los tres adultos se miraron entre sí y por unos segundos
se mantuvieron callados, dentro de aquel silencio se entendieron entre ellos y
se dijeron que todos habían vivido un susto muy grande y que estaban en una
etapa de recuperación emocional; entonces habló el jefe de la familia, “Creo
que de todo lo que hacemos aprendemos algo bueno; decir la verdad es un gesto
de valentía. Cuando pasen unos días hablaremos mejor de lo que ocurrió.”
Audoeno se levantó y se fue al patio a fumarse un cigarrillo. Alicia no hizo
ningún comentario en respeto a las palabras de su esposo y Don Abrahán besó en
la frente a cada uno de sus nietos.
Los niños que, conocían bien el fondo del relato de Haydeé
mantuvieron un silencio de complicidad.
Al día siguiente, Audoeno en una de las paradas que hizo
en su diario manejar se detuvo en un pequeño negocio de venta de comida
propiedad de un amigo suyo donde regularmente se detenía a tomar un cafecito, y
cuando podía le compraba ponquecitos a sus niños. Casualmente el día antes de que se
intoxicaran les había comprado allí, un par de “enrollados” justo antes de irse
de regreso a su casa. Cuando llegó por la nochecita, ya los niños dormían.
Alicia dejó los enrollados en la bolsita de papel y
cuando los niños desayunaron le dio una pequeña porción a cada uno.
Audoeno le contó a su amigo que sus niños se habían
intoxicado y éste de una vez le preguntó: “¿Los niños se comieron los
enrollados ese mismo día que me los compraste?” Audoeno le explicó. “Cuando yo
llegué a la casa ya estaban dormidos. Alicia se los dio al otro día.” “Me imagino que los guardó en la nevera.”
Dijo su amigo con cierta preocupación. “Nosotros no tenemos nevera.” Explicó
Audoeno. “Ah caramba, la crema pastelera que tienen los enrollados se daña si se
mantiene fuera de refrigeración por mucho rato. Ese fue el motivo de la
intoxicación.”
Al regresar a su casa, Audoeno le refirió las palabras de
su amigo a Alicia. Sintieron mucha pena de que su hija Haydeé se sintiera
responsable de aquel episodio que habían vivido. Llamaron a sus seis pequeños y
les dijeron cuál había sido la causa de aquella intoxicación, “Eso que hiciste
de comer y darle de comer a tus hermanos una ensalada de flores fue muy
peligroso, no lo puedes volver a hacer porque a lo mejor no se intoxican, sino
que se envenenan.” Sancionó con cierta severidad Audoeno.
Haydeé bajó su mirada, dentro de la descarga de aquel
pequeño sermón sentía el cargo de conciencia de que le había mentido a sus papás,
pero al mismo tiempo sentía mucho alivio de que no tenía nada que ver con el
Toddy que les había comprado su Papabrán.
Darío entonces habló con mucha valentía, “Todo fue una
mentira, Haydeé mintió con el apoyo de todos nosotros. Ella no nos hizo comer
ninguna ensalada de flores de Cara de Burro. Ella inventó todo eso porque
Papabrán está muy triste porque él cree que fue el Toddy que nos compró lo que
nos intoxicó. Nosotros no queremos que se muera de tristeza.”
Audoeno y Alicia estaban muy conmovidos por aquella
confesión, sólo atinaban a mirar a sus hijos como buscando las palabras
adecuadas para continuar aquella conversación.
En ese momento entró Don Abrahán quien traía en sus manos
una bolsa y poniéndola sobre la mesa del comedor dijo de una manera triunfante:
“Les acabo de comprar dos potes de Toddy porque yo sé que han estado extrañando
su sabor.”
Los niños todos corrieron a su lado para abrazarlo y
besarlo.
Audoeno miró a Alicia y le guiñó un ojo y con una sonrisa
pícara le dijo: “Llegó la hora de que todos nos tomemos un vaso de Toddy, sin
enrollados, sin empanadas, sin mandocas y sobre todo sin ensalada de flores de
Cara de Burro.” Alicia sonrió y puso en ejecución la sublime orden de su
esposo.
Hermosa historia me encantó, llena de regozijo en pertenecer a esta hermosa y gran familia de bellos sentimientos ❤️🙏 los amo .. bendiciones 🙏
ResponderBorrarEl regocijo es nuestro de que seas una de nosotros. ¡Dios te bendiga!
ResponderBorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Yarelis Petit:
ResponderBorrar“Hermosa historia. Conocía algo de ella, te quedo muy bien. ¡Felicitaciones!”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:
ResponderBorrar“Buena historia, mi hermanita. Sobre todo, porque sacaste a relucir el Toddy que nos compraba Papabrán. Que bellos recuerdos. Aunque esa intoxicación no fue nada bonita. Dios nos amparó.”
Bonita historia de los recuerdos familiares, siempre es bueno conocer de la vida de la familia cuando uno aún no existía
ResponderBorrar“¡Es como haber hecho travesuras cuando aún no vivíamos! ¡Un abrazo, mi hermanita chiquita!”
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Zulima Pedreañez:
ResponderBorrar“Me gustó muchísimo, lástima que no tengo Toddy; a pesar de que a mi hijo más pequeño le sucede lo que a tus hermanos con esa bebida. Gracias por tus relatos de anécdotas.”
Mi querida amiga gracias por ese cuento leyéndolo me traslade a la época y reviví momentos que disfrute junto a ustedes. gracias por compartirlo . Me encantan tus cuentos y anécdotas Bendiciones
ResponderBorrar“Leer una historia es, de alguna manera, hacerse parte de ella. Muchas gracias por tus palabras. Que Dios te bendiga.
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
ResponderBorrar“¡Ay, Mamá Ingrid! Te quedó espectacular esta historia, me trasladaste a mis años infantiles; se me mojaron los ojos. Muy bello tu relato. Dios te siga bendiciendo.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Ida Celina Ortiz:
ResponderBorrarEl Señor te Bendiga. Leí la anécdota del Toddy. Yo conocí esa casa. Tengo muchos recuedos de la Familia Petit Villalobos. Dios te Proteja.
Hermoso leerte amiga, gracias 😍
ResponderBorrarGracias a ti por tu seguimiento. Bendiciones.
BorrarMe encantó esa historia llena de amor familiar, siempre escuché a mi madre "Mireya" contar la historia de que una vez se habían intoxicado con unos enrollados que compró Papaeno, pero no sabía la otra parte del cuento.
ResponderBorrarGracias madrina por contarlo tan bien.
“Gracias a vos, mi negrita de mi corazón por ser partícipe de mis lectores. ¡Que Dios te bendiga!”
BorrarUp, cada vez conozco mas historias de ustedes, se parece tu Familia Alicia en el país de las maravillas. Y que ha pesar de los años allí están esos recuerdos que los unen cada día mas a la familia Petit Villalobos. Me gusto también que mama ayudo a tu papa a quedarse con los niños mientras el regresaba a la casa a buscar las cosas para que la analizaran. Y la otra parte fue cuando Haydde dijo esa mentirita para alegrar a papabrhan y no siguiera triste. Los padres hacemos lo que sea por nuestros hijos y los hijos también hacen lo que sea por su familia. Te felicito, maravillosa la historia, TQM
ResponderBorrarTodas las anécdotas que me cuentan mis hermanos mayores en las que forman parte Papabrán y Mamelena son muy especiales. Ellos fueron personas únicas en la vida de todos nosotros. Dios te bendiga, querida Yuly.
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