Las Cuevas del Humo
Escribir cuentos y anécdotas es una de mis pasiones,
otras de mis pasiones es que me los cuenten. Hoy en día cuando ya no tengo a
mis padres a mi lado, siento mucha nostalgia de no haberle hecho tantas
preguntas que hoy me asaltan.
Mi madrecita siempre nos contó los recuerdos de su niñez
y de su juventud, a mis oídos siempre fueron como cuentos de hada. Sin haber
sido una persona estudiada, sus relatos tenían mucha poesía y magia; nos
envolvía en ellos de tal manera que sus palabras dibujaban esos paisajes del
Maracaibo en los que creció.
De los tantos nombres que recuerdo hay uno que resuena particularmente
en mi mente, “Las Cuevas del Humo”; yo veía ese lugar en mi mente como un lugar
lleno de magia, de verdad que me lo imaginaba bajo un cielo lleno de humo, pero
no era un humo que le dificultara la respiración a nadie; era un humo mágico
que hacía su ambiente fresco, con una neblina ligera y perfumada.
En mi vida en mi ciudad natal Maracaibo no llegué a vivir
en este sector; pero en mi mente vive como un lugar casi imaginario, porque la
infancia de mi madre fue para mí como un cuento muy bonito que quisiera que
ella me lo pudiera seguir contando por el resto de mi vida.
Probablemente muchos de los que lean este cuento, aun
siendo nacidos en Maracaibo, nunca hayan escuchado de un sector llamado “Las
Cuevas del Humo”, muchos otros sí; como es el caso de mi sobrino Juan Carlos
Viloria Petit.
Considero a Juan C. Viloria Petit un erudito, y me
siento privilegiada de poder referir uno de sus múltiples escritos que habla
sobre “Las Cuevas del Humo.” Antes de proceder a la redacción de mi cuento
quiero compartir su escrito:
Las Cuevas del Humo es un vecindario tradicional y
céntrico de Maracaibo, en el sector llamado Valle Frío o Valles Fríos,
perteneciente a la Parroquia Santa Lucía. Este sector colinda con la Carretera
Unión, un eje urbano importante de la Maracaibo de siempre. No obstante,
mientras que, partiendo desde Valle Frío hacia Bella Vista, la Carretera Unión
evidencia un marcado ascenso, Las Cuevas del Humo discurre a su derecha por la
parte baja.
Las apacibles cuadras que lo integran forman un
vecindario de casas familiares de vieja data, algunas más antiguas que otras,
con las características arquitectónicas de los hatos de la provincia
maracaibera, o de las casas típicas de la ciudad, de marcada influencia
holandesa. Árboles de sombra como Laras, Acacias, viejos Cujíes y matas de
Mango en los frentes o aceras; Ixoras, Azahares y Sábilas en algunos pequeños
jardines, en honrosos hogares donde se forjaron y desarrollaron las vidas de
honorables ciudadanos de los más diversos oficios y profesiones, le otorgaron
el apacible ambiente residencial, popular, que de él recuerdo, durante las dos
últimas décadas del siglo XX, sin saber cuánto ha cambiado desde entonces. Más
entrañable aún era el recuerdo que de este vecindario tenía mi abuela materna,
Alicia de Jesús Villalobos Hernández; quien, habiendo nacido en El Milagro en
la primera mitad del siglo XX, vivió después una parte importante de su
infancia en este pequeño sector. Allí conoció y desarrolló entrañables
amistades que siempre guardaría en su corazón, especialmente con familias de
origen falconiano, ya que esta parte de la ciudad, al igual que Corito, San
Bartolo, Don Bosco, Cerros de Marín y otras, fue el nuevo terruño que acogió
con los brazos abiertos a muchos laboriosos y decentísimos hijos de Falcón.
Apellidos como Medina, Hurtado, Piña, Colina, Aguilar y muchos más, se
arraigaron entonces en la urbe maracaibera.
La denominación
del vecindario de Las Cuevas del Humo viene desde tiempos del Imperio Español,
que es como debe llamarse al período anterior a la independencia de nuestro
territorio. En los tiempos en que se usaba diariamente la leña, y que no se
habían dispuesto otros combustibles para cocinar y para otras labores
domésticas o de la industria, los humos producidos de ese modo en este sector
por las labores cotidianas no eran dispersados por los vientos igual de rápido
que los de los hogares circundantes, ubicados en terrenos más altos. Según el destacado y reconocido cronista ya
fallecido, Don Régulo Díaz (Kuruvinda), quien a la sazón fue también conocido
compañero de trabajo de mi abuelo materno, Audoeno Petit Chacín, a las zonas altas de Valle Frío (100+ m. sobre
el nivel del mar, y muy cercanas a las ventosas playas del lago) se les llamaba
"Las Lomas del Viento", y en contraposición, a las tierras más bajas
entre ellas, "Las Cuevas del Humo", expresión que no tardó mucho
tiempo en establecerse para identificar el sector.
En general, tanto en partes altas como en bajas, el
Sector Valle Frío de Maracaibo, gracias a los vientos alisios, por su cercanía
al lago y por sus elevaciones, muestra una temperatura en varios grados más
baja que la mayoría de los sectores de la ciudad.
Podemos decir que muchos de los edificios levantados
frente al lago y en muchas zonas céntricas y/o elevadas de la ciudad,
terminaron por bloquear una buena parte del fresco que se extendía por todos
los terrenos de lo que actualmente es Maracaibo.
Puerto Caballo
Alicia de Jesús nació en Maracaibo en los tempranos años de 1920, durante aquel tiempo aún gobernaba una dictadura muy cruel; una dictadura que cercenó la educación de los niños y jóvenes de esa época.
Alicia no tuvo acceso a ser educada en una escuela pública
pues todas ellas habían sido clausuradas por este régimen infame e indolente; más,
sin embargo, Alicia pudo aprender a leer y escribir asistiendo a las llamadas
escuelitas caseras, en la que la instructora era una persona mayor quien nació
durante los años de gloria en los que pudo asistir a una escuela.
Como en toda dictadura, algunos ciudadanos gozaban de privilegios, como tener acceso a ser educados; esta educación se reflejaba en un vocabulario distinguido que les permitía hablar de una forma “diferente” y “educada” que, delataba la influencia de viajes a la capital y otras ciudades del país y probablemente del extranjero.
Alicia nació cuando su familia vivía en el hato Getsemaní
en el sector El Milagro. Durante su niñez y adolescencia, la familia se mudó a
la Carretera Unión, en ese sector vivieron en una casa que tenía por nombre
Quinta Carabobo; también llegaron a vivir en la Calle Carabobo y en el sector
Las Cuevas del Humo.
Mis recuerdos no me permiten hacer un orden cronológico
de todas las mudanzas que ellos vivieron, ni puedo sentar la ubicación de
algunas de las anécdotas que mamá nos llegó a contar. El cuento que escribo a
continuación tiene matices de varias anécdotas y especulo al decir que mi mamá
vivía en ese entonces en Las Cuevas del Humo.
Mi sobrino Juan Carlos Viloria Petit fue fuente
importante para poder hacer mi cuento y he usado textualmente algunas de sus
referencias.
Puerto Caballo
En los tempranos años de 1930, la familia Villalobos
Hernández se había mudado al sector conocido como Las Cuevas del Humo.
Alicia tenía muchas amiguitas vecinas, algunas de ellas vivían
en casas que diferían mucho de la casa en la que vivía con su familia; aquellas
eran “quintas” con muebles caros, pisos de mosaico, cortinas de seda y grandes
ventiladores. Familias privilegiadas que de cierta forma no eran parte de la
población que vivía pisoteada por un régimen hostil.
Don Abrahán Villalobos era el encargado del cuido y
mantenimiento de una placita conocida en ese entonces como Plaza Juancho Gómez;
esta placita tenía un busto alegórico al personaje que honor se le rendía. Este
busto reposaba sobre un ancho pilar de mampostería de granito con ángulos
inclinados que semejaban el casco de un barco.
Las niñas del barrio se reunían en esta plaza por las
tardes para aprovechar los aires lacustres que refrescaban el ambiente, aquel
pedestal era el barco en el que navegaban.
Ese día, la imaginación las llevó a navegar hacia mares
lejanos; lejos, muy lejos de su flamante lago. Una de ellas urgió al grupo a
que dijeran las ciudades que visitarían en aquel crucero; entonces una gritó,
“¡Visitaremos Caracas!”, la siguiente con una gran emoción y viéndose ya en su
ciudad de ensueño gritó, “¡Anclaremos en Nueva York!”. El entusiasmo de aquel
juego fantasioso las hacía tiritar de la felicidad. Una tercera exclamó,
“¡Conoceremos París!”. Alicia no podía menos que sentirse conmovida por todos
aquellos nombres que ella nunca había oído antes, ella quiso participar y
gritó, ¡Atracaremos en Puerto Caballo!”
Cuando Alicia habló, hubo un estallido de risas que lejos
de reflejar alegría reflejaron burla, “Nuestro barco visitará puertos famosos e
importantes Alicia, te vas a tener que bajar del barco si quieres ir a ese
lugar de muertos de hambre.” Dijo con mucho desdén la que había citado Nueva
York.
Alicia sintió una infinita vergüenza; bajó su mirada, desembarcó
aquel hermoso barco de fantasía y se fue a su casa.
Esa noche, cuando trataba de dormir en su hamaca sentía
aún el mal sabor de ese momento bochornoso que había vivido. Sentía que sus
amiguitas habían sido muy injustas al burlarse de ella; aquellas palabras, “lugar
de muertos de hambre”, las sentía clavadas en su corazón. Cuando su papá, Don
Abrahán, iba a Puerto Caballo traía unos peces grandes y gordos con los que su
mamá, Doña Elena, hacía unos almuerzos muy sabrosos. Puerto Caballo no podía
ser un pueblo de muertos de hambre.
A la mañana siguiente, cuando se levantó le preguntó a su
papá, “¿Conoces Caracas, Nueva York y París?” Don Abrahán miró a su hija con
mucha curiosidad, como preguntándose de dónde había sacado esos nombres. “No mi
niña, son ciudades que quedan muy lejos de aquí.” Alicia se sentó a su lado,
“Háblame de Puerto Caballo.”
La mirada de Don Abrahán pareció iluminarse con el brillo
de su poesía innata, “Puerto Caballo es un pueblo pequeño de pescadores que
queda a orillas de El Caño de Los Araguatos, el que un poco más adelante se
convierte en una laguna azulita que se llama Las Peonías. Ellos no tienen
barcos; tienen canoas y cayucos de madera en las que todos los días al amanecer,
navegan las aguas de nuestro lago hasta un punto donde la orilla del lago
parece haber sido borrada por un océano azul e inmenso. Cuando los pescadores
regresan a sus casas traen corvinas y lisas muy grandes y gordas; sus familias
se alimentan de la bonanza de nuestro lago. La orilla de su playa tiene arenas
doradas y piedritas de todos tamaños con las que se pueden hacer adornos muy
bellos; tiene cocoteros altos como montañas, con palmeras como brazos de
gigantes que si te pudieran abrazar te dormirías en ellas, esas palmeras
parecen bailarinas que bailan al son de la música de una brisa lacustre muy
fresca.”
Alicia se sintió envuelta por las palabras de su padre y
sintió el aire fresco de la playa, la tibiez de la arena bajo sus pies
descalzos y el alegre y melodioso resonar de las palmeras. Su boca sintió la
frescura y exquisito sabor de pescado frito como lo preparaba su mamá en el
fogón de su cocina.
Pensó en sus amiguitas y quiso correr a la plaza para
contarles cómo era Puerto Caballo porque sentía que era mucho más bonito que
Caracas, Nueva York y París. Lo más seguro era que, si ellas les preguntaban a
sus papás cómo eran esos lugares, ellos no se los pudiesen describir tan
vivamente como su papá le había descrito Puerto Caballo, porque lo más seguro
es que nunca habían estado en ellos.
“Gracias papá” Le dijo con una voz muy queda saturada de
orgullo.
El haber escuchado las palabras descriptivas de su papá
de cómo era Puerto Caballo le aliviaron aquel sentimiento de vergüenza; se sintió
muy orgullosa de comer pescados de la faena diaria de aquellos dignos
pescadores que vivían en un lugar tan bonito.
Recuerdo haber escuchado muchas veces esa historia de boca de mamá, yo también me himaginaba la cuevas de humo como un sector lleno de casas limpias, alegre y envuelto en un humo blanco como neblina
ResponderBorrarCada recuerdo que nos lleva a ella es hermoso y lleno de magia. Dios la guarde en Su Gloria. Dios te bendiga hermanita de mi corazón.
BorrarImaginaba, esa h se coló
ResponderBorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
ResponderBorrar“Qué emoción leer ese cuento, recordé cuando mamá nos contó esa anécdota de ella; mucha inocencia y amor había en mi madre; muchos recuerdos bellos. Fue muy bien criada y muy respetuosa de sus padres. Muy bella historia.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Mirla Petit:
ResponderBorrar“Casi lloro”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Elena Petit:
ResponderBorrar“Me gustó mucho tu cuento. Yo recuerdo que Mamá hablaba de Las Cuevas del Humo y de La Carretera Unión. Llegué a pasar por ahí y también vi la Quinta Carabobo.”
La Plaza que en los tiempos de Gómez se llamaba "Juancho Gómez", en la actualidad es la Plaza en honor a Monseñor Godoy. Está situada en la Carretera Unión, muy cerca del antiguo Hotel Granada, de las oficinas de Hidrolago y de la Funeraria Zulia. Hay una página que la muestra en Wikimapia.org.
ResponderBorrarGracias, mi querido Juan Carlos por esa información. ¿Todavía está el pedestal? ¡Dios te bendiga!
BorrarDebería estar aún. Eso sí que lo hicieron bien, de granito.
BorrarNo sé que sería la vida cotidiana de esas mujeres que presumían.. lo que si se decir que a pesar de la poca Educación lo humilde y el poco conocimiento que pudo tener MAMA ALICIA fue una mujer demasiado educada y dedicada a su familia una mujer llena de ternura y amor. La vanidad, lo material y el ser más adinerado hace más grande o más importante a una persona... Mamá Alicia fue y será el lingote más valioso que cualquier otro.
ResponderBorrarHermosas palabras que le rinden justo honor a quien fue Alicia de Jesús Villalobos Hernández. ¡Bendiciones!
BorrarComo siempre investigan bien de los sitios que van a contar en tus historias, eso me facina porque así uno mas o menos queda el sitio de la historia, y esa inocencia que vivió tía fue por que la educaron bien. Ni a presumir lo que no tenia y por la falta de estudio es que no conocía esas ciudades ya que vivieron en épocas de dictadura, pero gracias a las historias que le contaba su padre, se sintió orgullosas y si es posible esas amiguitas no tenían un padre que le contaran historias. En mi corta edad cuando yo visitaba a tía Iría, y Tia Alicia o cuando ellos nos visitaban, nunca escuche a nadie que se la quisiera echar de que eran mejores que otros, siempre vi ese amor que se profesaban entre hermanas y primas. Cada vez aprendo mas de nuestra familia Villalobos
ResponderBorrarConocer de nuestros ancestros enriquece nuestro ser. Quien conoce los buenos valores de los seres de quien nació ha de poder cosecharse como un ser de su misma categoría moral. Leer es una fuente de nutrimento que nos ayuda a crecer. Gracias por tu incondicional a poyo y seguimiento mi querida Yuly. Dios te bendiga.
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Ida Celina Ortiz:
ResponderBorrar“Que gozo sentí cuando leí esa historia verídica de Tía Alicia, una mujer con una humildad espiritual increíble. Tía Iria también nos hablaba de esos sitios y de la casa donde en su niñez fueron felices con Mamá Elena y Papalán. Dios te dé más sabiduría y te bendiga; al igual a tu sobrino que se hizo partícipe para tan hermosa historia. El Señor te bendiga y gracias por decirme como podía ver esta historia tan bella. Bendiciones les quiero mucho."