De Maracaibo a Santiago
Viajar no fue una de las facetas de la vida de los
hermanos Petit Villalobos, no mientras los trece vástagos de Audoeno Petit y
Alicia de Jesús Villalobos fueron menores de edad.
En la medida de que cada uno de los Petit Villalobos fue
desplegando sus alas para anidarse en un nido propio donde cobijaría sus sueños
de progreso y su familia propia, algunos de ellos le agregaron a sus vidas la
magia de viajar fuera de su terruño.
Algunos conocieron mucho de su país, estados cercanos y
otros llegaron tan lejos como tocar la frontera de Brasil. Otros llegaron a
viajar al exterior y llegaron tan lejos como Europa. Lejos o cerca saborearon
las mieles de la aventura que representa viajar.
Más, sin embargo, hubo algunos de estos trece, que lo más
lejos que habían viajado había sido una distancia de 240 Km. para visitar el
pueblo Isnotú en el estado Trujillo; como fue el caso de Zaida Elena; la cuarta
de los hijos de Audoeno y Alicia.
Siento mucho privilegio el que mi hermana Zaida me haya concedido la prerrogativa de que haga míos, por decirlo así, una serie de sucesos que la han convertido en la viajera que nunca fue o no pudo ser. La historia, la vivencia y casi todas las palabras en el relato son de ella; yo he sido su aliada fraternal, su editora y la privilegiada de publicarlo por medio de mi blog para que todos lo podamos leer; aunque desde que la odisea de su viaje comenzó todos aquellos que la queremos la hemos acompañado, algunos físicamente, otros con nuestro pensamiento. Los logros de su viaje a sus 76 años son de ella, de su valentía, de su fuerza intrínseca y de una poderosa determinación de “NO ME VOY A QUEDAR RESAGADA, OLVIDADA Y HUNDIDA EN UN LUGAR QUE CADA DĺA COLAPSA UN POCO MÁS”, son sus logros, pero muchos de nosotros, especialmente sus hijos y sus nietos, los compartimos de corazón.
Antes de comenzar con su relato, he de hacer una breve biografía
de la cuarta de mis hermanos.
Zaida Elena se casó en 1971 y de su matrimonio nacieron:
Teresa, Víctor y Yumil. De sus tres hijos nacieron nueve nietos: Humberly,
Virginia, Daniel, Viczay, Vanessa, Víctor, Yuisnet, Yineska y Euro. Hoy en día
tiene un bisnieto, José Alejandro, hijo de su nieta Humberly.
Ellos siempre han formado una familia que sólo concibe la
vida compartiendo muy de cerca su diario vivir familiar.
Zaida comenzó a desarrollar cierta discapacidad física
pasado sus 50 años, una discapacidad que fue menguando sus habilidades motoras
hasta el punto de que para transportarse de un lugar a otro se hizo necesario
la ayuda física de una o varias personas. El uso de una silla de ruedas se
convirtió en la mejor alternativa para poder desplazarse.
El mundo entero conoce de la crisis política, económica y
social que vive Venezuela. Muchos venezolanos se han visto forzados a emigrar.
He aquí el relato de Zaida Elena Petit Villalobos, una venezolana valiente como
miles de venezolanos que abordó un camino para escapar de los azotes bestiales
de un régimen que ha castrado el estándar de vida de una nación. Su mayor
fuerza ha sido seguir al lado de sus hijos, seguir viendo crecer a sus nietos y
poder arrullar con su mirada y su amor a sus bisnietos hasta que Dios le
conceda el privilegio de acompañarlos físicamente. Te ADMIRO grandemente,
hermana.
“Yo a mis 73 años por primera vez salía de mi país, no
sabía lo que era viajar lejos. Mi hijo Yumil
salió de Venezuela en febrero del 2018. El 17 de abril del mismo año se fue
José Jesús, el esposo de mi nieta Humberly. El 2 de Julio del mismo año salieron
Humberly, mi hijo Víctor, Yusmery, la esposa de Yumil, con sus hijos Yuisnet,
Yineska y Euro. El 10 de septiembre del mismo año se fue Virginia con unos
vecinos. El destino de todos fue Perú. Un viaje por tierra; tenían que cruzar
parte del territorio colombiano, luego Ecuador hasta llegar a Perú. A mí me estaba pegando mucho porque quedábamos
Daniel, Tere y yo. Humberto, el esposo de Tere, estaba en Colombia.
Yo me sentía muy triste porque me sentía muy sola, al
igual que Tere y Daniel. Los tres llorábamos callados. Tere comenzó a buscar la
manera de conseguir el dinero para los pasajes de los tres. Vendió los aires
acondicionados, vendió todo aquello que pudo; ahorró todo lo que pudo y así
Dios la ayudó para reunir el dinero necesario.
Un día estaba yo jugando ludo con Daniel; muy triste me
dijo que su papá le había dicho a Tere que nos quedáramos en Venezuela y que
comprara un carro para que él se pusiera a trabajar. A mí se me fue el alma del
cuerpo, dejamos de jugar y nos pusimos a llorar.
Yo le reproché a Humberto, le dije que nada más pensaba
en su beneficio. Me acosté a llorar desconsoladamente. Cuando Tere llegó del
trabajo yo no quería que me viera porque había llorado mucho y no la quería
preocupar. Cuando fue al cuarto, me preguntó qué me pasaba, le respondí que
nada. Al rato entró otra vez, se sentó en la cama y me dijo, “Mami tranquilízate
que, sí nos vamos, ya renuncié en el trabajo. No quiero que te enfermes, te me
estás poniendo muy flaquita y siempre estás triste. Si Humberto se quiere
quedar que se quede, pero nosotros tres nos vamos.”
Zaida, Teresa, Daniel, Humbero ,y Laura en autobús hacia Colombia. Zaida en el autobús camino a Colombia
Así fue, el 22 de octubre del 2019 salimos. Yo me sentía
emocionada, aquello que mi pecho sentía me ahogaba de alguna manera. Cuando estábamos
en el terminal, mis sobrinos Juan Carlos, Laura, Eva Luna y Harlan nos fueron a
despedir. Me emocioné mucho más cuando vi que Laura, la hija de mi prima
hermana Tota, viajaría en ese bus con nosotros.
El viaje me pareció bonito, aquella aventura era más grande
que mi limitación física. Tenía que ser ayudada en todo lo que fuera cambio de
autobús, uso de algún baño, acostarme a dormir; pero mi alma estaba viajando
libremente, estaba disfrutando paisajes, respirando un aire que nunca había
respirado y por sobre todas las cosas me movía una energía que vigorizaba la
ilusión de que nuestra familia se reuniría otra vez, aunque fuese lejos de
nuestra tierra.
En el terminal de Colombia me caí, cuando Laura y Tere me
estaban cambiando en el baño. Llegamos en la mañana y pasamos todo el día esperando
el trasbordo a otro autobús. El salón de espera estaba arriba; había una
escalinata como de 20 peldaños; dos muchachos adolescentes me subieron sentada
en la silla y al otro día me bajaron, me llamaban abuela. Uno de ellos en la
noche cuando me iba a montar en el bus me pidió que le pidiera a Dios por él y
yo le di la bendición y le dije que Dios iba a protegerlo.
Yo era la más vieja de todos los pasajeros y la única con
limitación física; siempre todos me llamaban abuela; ayudaron a Tere conmigo
hasta que llegamos a Perú. Allí, un gordo enano y panzón me llamó
indirectamente ladrona, yo me sentí muy mal. Cuando Tere lo supo, fue a la
cabina y peleó con los choferes; tristemente, ese fue el recibimiento y
presentación de los peruanos. Desde que salimos de Venezuela, donde quiera que
llegamos nos atendieron bien y en Perú que sería el final de aquel viaje
tuvimos este desagradable recibimiento. No
puedo describir la felicidad que viví al poder abrazar a mis seres queridos. Me
sentí infinitamente agradecida a Dios por habernos acompañado en aquel largo
viaje y por habernos reunido con todos los que se habían alejado del seno de la
familia. Mi vida se sintió una vez más
bendecida por estar rodeada de los seres más cercanos a mi corazón y poder
recibir los cuidados que mi cuerpo necesita para seguir celebrando la
vida.
Estábamos en Lima, todos los días eran iguales, se
trabajaba de domingo a domingo. La triste realidad es que el peruano no quiere
al venezolano.
Todos trabajaban, el fruto de su trabajo nos permitía
pagar una vivienda humilde, podíamos comer todos los días, por sobre todas las
cosas estábamos juntos. Fueron 2 años y
10 meses en los que vivimos muchas dificultades; estábamos todos en el mismo
edificio; Vitico, Yumil y Tere y sus familias; de allí Yumil se mudó y luego
consiguió trabajo en una provincia a tres horas de dónde estábamos. Luego Víctor
se fue para Chile.
En diciembre del 2020 la familia fue bendecida con el
advenimiento de mi primer bisnieto, José Alejandro.
Humberly y José Alejandro
Después de la partida de la familia de Yumil y de Víctor,
quedamos solos Tere. sus hijos y yo. La situación se puso muy difícil; los peruanos
comenzaron a acosar a los venezolanos; mataron a unos pocos porque quieren que
nos vayamos de su país; hay mucho venezolanos de mala conducta y pagamos justos
por pecadores. Virginia dijo que se iba para Chile, José Jesús quería irse
también. Tere pensó que, si ellos se iban todos a Chile, ella tendría que
regresar conmigo a Venezuela pues ese viaje era demasiado riesgoso para mí, por
mi condición; sería un viaje demasiado peligroso por estar cerradas las
fronteras por la pandemia. Sentía que mi corazón se estremecía de dolor de solo
pensar que Tere y yo nos teníamos que separar de nuevo de todos ellos, volver a
nuestro país donde las penurias sólo se han acrecentado. Me preguntaba si podía
haber algo más doloroso y arriesgado que separarnos otra vez.
Todos los días oraba y le pedía a El Señor que, si nos
convenía irnos, nos abriera puertas y si no nos convenía nos pusiera tropiezos.
Recibimos una llamada de Víctor para decirnos que tenía
una oferta de trabajo para José Jesús. Con esta buena perspectiva tomaron la
decisión de tomar camino a Chile, y compraron los pasajes de los tres:
Virginia, José Jesús y yo.
Virginia y Zaida en el autobús partiendo de Lima
Llegamos a Bolivia, un país que refleja mucha pobreza; da
dolor ver tanta pobreza. Las personas con las que hablamos fueron todas muy
amables. En La Paz, los guías nos llevaron a una casita para esperar la hora
que podíamos continuar el viaje. Eran como las 10 de la noche y salíamos a las
2 de la mañana; yo pasé todas esas horas sentada en la silla.
Teníamos que atravesar una laguna en una canoa las 2 de
la mañana; a mí me metieron con silla y todo en la canoa; cruzamos la laguna en
5 minutos. De allí fuimos a un hotel; los cuartos estaban todos en el piso de
arriba, teníamos que subir cuatro escalinatas muy empinadas y angostas, no
podían subirme con la silla. José Jesús se arrodilló para que me pusieran sobre
su espalda y así con la ayuda de otro joven me llevaron hasta el cuarto que
tenía una cama individual y mal oliente para mí y para Virginia. Logramos
descansar un rato; a las 4 de la mañana salimos para atravesar la frontera;
para bajarme fue un proceso, buscaron una silla y no podían por lo angosto que
era el espacio; tuvo que José Jesús montarme otra vez sobre su espalda y
bajarme así. Con el Inmenso Favor de Dios llegamos a la frontera, a mí me
llevaban en la silla. La vía era de piedras, la silla sonaba como una carreta;
al llegar a un sitio pararon y me envolvieron con la cobija que tenía puesta la
silla, hicieron como una hamaca y bajaron unos peñascos; eso fue rápido luego
me acostaron en una carretera. Yo solo veía el cielo, había muchas estrellas yo
en mi mente cantaba la alabanza “LA RECOMPENSA”, no sentí ni temor ni frío fuerte,
me sentí siempre bien. Le pregunté a los que me habían transportado por mis
seres queridos y me dijeron, “Allí vienen. Ya pasamos la frontera.” Me montaron
en una camioneta pequeña que los lugareños llaman “combi”, me acomodaron en el
puesto del medio. Enseguida, llegaron Virginia y los demás y me sentaron para
acomodarse ellos. Gloria a Dios habíamos pasado la frontera.
Víctor, Zaida y Virginia en su reencuentro en Santiago
Mi hijo Víctor vino a nuestro encuentro cuando llegamos a
Santiago. Cuando llegamos a su casa mi silla de ruedas se rompió, después de
haber servido para que me transportaran de un lugar a otro su estructura se dio
por vencida. Me imagino cómo se hubiese complicado nuestra travesía si mi silla
se hubiese roto en el camino, sentí una vez más la Benevolencia de Dios. A los
muy pocos días de haber llegado, los amigos de mi hijo Víctor con los que había
venido compartiendo su diario vivir en Chile me regalaron una silla de ruedas
comprada especialmente para mí. Nunca tendré suficientes palabras para
agradecerles ese gran gesto.
Así que ahora estoy en Chile con uno solo de mis hijos y
una sola de mis nietos; mi fe no puede decaer porque Dios nos ha dado muestras
de que Su Misericordia es Infinita. Debemos aceptar las vicisitudes de la vida, aún cuando las cosas no sucedan como esperamos, algunas veces perdemos, otras
ganamos; lo más importante es que la vida nos siga acompañando. Tengo fe en que
todos nos reuniremos otra vez, que la prosperidad florecerá en nuestro camino,
siento que camino al lado de mis hijos, de mis nietos y ahora mi bisnieto. Más
aún, tengo fe en que habrá un regreso triunfal a nuestra tierra porque somos
merecedores de poder volver para reconstruir nuestro país. Dios ha de seguirnos
ayudando. La vida es bella.
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ResponderBorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
Borrar“Mi hermanita bella, me he emocionado como no tenéis idea, volví a vivir esos momentos y sí, me siento muy bendecida porque Dios ha estado en todo momento acompañándome y confío que, con Su Gran Favor, pronto van a venirse los que quedan en Perú. Me parece un relato maravilloso. Dios te bendiga mi hermanita. Satisfecha con tu historia, gracias te amo muchísimo.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Marisol Díaz:
ResponderBorrar“Que seguridad tiene Zaida, firmeza y mucha fe en Dios. Te felicito, Ingrid.”
Que guerrera mi tía te quiero mucho DIOS te bendiga bendiciones 🙏😗
ResponderBorrar"Amen. ¡Que Dios te bendiga!"
BorrarOrgullosa de Zaida Elena!! Toda una guerrera, no es necesario tener todas las habilidades motoras para lograr los sueños, Dios los siga bendiciendo a todos y se cumpla ese sueño de regresar a una. Venezuela transformada en un gran país. Te quiero y te admiro mi Zaida Elena
ResponderBorrar"Ciertamente, Zaida ha sido muy valiente, es un ejemplo de tenacidad. ¡Que tus palabras se hagan una hermosa realidad."
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Yarelis Petit:
ResponderBorrar“¡Me encantó!”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Elena Petit:
ResponderBorrar“¡Dios! Qué odisea vivió Zaida. Gracias a El Señor todo salió bien. Muy bello relato.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Zulima Pedreañez:
ResponderBorrar“El amor por nuestros hijos, y la unión familiar es incalculable y Zaida es un vivo ejemplo.”
Tia Zaida ha sido y es una mujer valiente y llena de fe en Dios, admirable su firmeza y su fe. Esa historia contada es una super aventura vivida. Felicito a tía Ingrid como escritora, creo que mejor no pudo ser contada la historia.
ResponderBorrarY quiero dejar en claro que cuando uno tiene la fe en Dios, el mueve montañas y nos ayuda en cualquier necesidad o problema que se presente.
Muy cierto mi negrita bella, la fe en Nuestro Creador es la mayor fuente de fortaleza física y espiritual; a través de Él todo se puede. ¡Dios te bendiga!
BorrarTia Zaida la movió el espíritu de estar con su familia, porque ella misma le decía orando a Dios que la guiara y ella haría lo que el le señalara, pero también tiene credito Su hija Tere y Daniel por ese gran esfuerzo de arriesgarse a lo desconocido. Y también con la suerte que en ese autobús iba Laura la hija de totica que ayudo a Teresa con Zaida en esa travecia hasta el Perú. Y después que están todos felices allá, se vuelven a separar. Tia con su gran fe en Dios volvió a orar y recibieron la llamada para un trabajo de su hijo Víctor para jose Jesus y allí comenzó la gran odisea que me quede sin palabras cuando leía todo lo que paso,montarse en canoa, bajarla como hamaka por los peñascos, montarla en carreta, de verdad todo por el amor a su familia. Eso es algo impresionante y gracias a la editora estrella mi maestra Este. Pudimos disfrutar de un viaje de película. Si lo cuenta uno si se lo creen, pero si dicen que fue una persona discapacitata dicen que es mentira por la edad. Moraleja El amor a la familia mueve montañas de la mano de Dios.
ResponderBorrarGracias Yuly querida. Como siempre estás entre mis fieles lectores para secundar mi historia con tus palabras. ¡Dios te bendiga!
BorrarEl mensaje siguiente fue enviado vía Facebook por Humberly Morillo:
ResponderBorrar“Mi abuela es una hermosa guerrera.”
El mensaje siguiente fue enviado vía Facebook por Euberto Díaz:
ResponderBorrar“Tan hermosa como siempre.”
El mensaje siguiente fue enviado vía Facebook por Alexandra Galué:
ResponderBorrar“Mi bella guerrera, mi viejita amada.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Yumil Galué:
ResponderBorrar“Orgulloso de mi viejita amada y de su fortaleza.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Ángel Luis Viloria:
ResponderBorrar“Tremendo relato, increíble.”
Vuelvo por aqui para saludar a la narradora y felicitar a la protagonista, mi madrinita querida, tia Zaida. Que gran aventura. Se podra contar rapido, pero esos dias de viaje se hacen interminables. Que voluntad y que demostracion de esperanza. Bendiciones a tus hijos (mis primos), nietos y bisnieto, por esos ejemplos de solidaridad y de teson. Tengo a mi madrina en el extremo del hemisferio sur y a mi padrino Audoeno, en el extremo del norte. Todos dando brega!
ResponderBorrar¡Dios te bendiga! ¡Te queremos mucho!
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Alma Fernández:
ResponderBorrar“Es la primera vez que leo tus escritos, me encantó y sé que eres una guerrera.”
ResponderBorrarEl comentario siguiente fue enviado vía Facebook por María Laura González:
“Excelente relato amiga, cómo me alegra que Zaida haya podido reunirse con su hijo.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Ida Celina Ortiz:
ResponderBorrar“Qué hermosa Guerrera del Señor.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Yolanda Rodríguez:
ResponderBorrar“Muy linda. Bendiciones.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Sara Urdaneta:
ResponderBorrar“Hermosa. Saludos y Bendiciones.”
ResponderBorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:
“Toda una odisea. No dejó de pasar sus malos ratos. Hay que tener guáramo para no desfallecer. Admiro a mi hermanita por tanta fortaleza, todo eso lo da Dios y la Esperanza de volver a nuestro bello país.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Neudis Rivera:
ResponderBorrar“He llorado con la odisea de Zaida, a quien aprecio profundamente y cómo no he de apreciar, si su fuerza de voluntad y fe la ayudaron a mantenerse erguida (aún postrada en una silla de ruedas) ante las vicisitudes del camino. Dios nunca abandona. Él siempre nos muestra sus huellas como mensaje de haber caminado a nuestro lado. Felicitaciones para ti, Ingrid, felicitaciones para Zaida por compartir tan cruda experiencia. Mis bendiciones luminosas para cada una, de paz, amor, felicidad y prosperidad para sus hogares, para Venezuela y para el mundo. Los sueños se cumplen cuando hay fe. Un inmenso y luminoso abrazo.”