Burbuja de Ensueño
Había una vez un inmenso hormiguero en el jardín de una
casa muy cerca de una de las ventanas que daba hacia este jardín. Por las
noches las luciérnagas hacían despliegues de luces; parecían ser sus vigilantes
nocturnos.
Las hormigas siempre admiraban embobadas la destreza con
las que las luciérnagas volaban y su bello destello de luces.
Una noche, una de las luciérnagas se percató de cómo las
hormigas las miraban y se paró en la rama de una planta para detallar más en
ellas y entonces pudo escuchar, lo que alguna en medio de su embelesamiento les
decía a las otras.
“¿Se imaginan lo que ellas deben sentir al poder volar,
al poder iluminar sus abdómenes y brillar como pequeños luceros?” Hablaba sin
alejar su mirada de aquellos seres alados y luminosos.
“Yo las veo como chispitas que se le escapan al sol para
ser centinelas de la luna.” Dijo otra con una mirada absorta.
La luciérnaga al escuchar aquellos suspiros convertidos
en palabras se sintió muy halagada; sintió que las hormigas no sólo las
admiraban, sino que además se sentían inferiores a ellas; aquello la complacía.
‘¿Ustedes se imaginan si nosotras pudiésemos volar e
iluminarnos como ellas? ¡Sería un espectáculo más magnificente! Nosotras somos
una comunidad más numerosa que la de ellas, por lo tanto, haríamos una ráfaga
de luz mucho más brillante, más resplandeciente.” Agregó otra, transportándose
a un mundo de ensueño, en el que todas las hormigas tenían alas y volaban como
bailando un vals, mientras que sus abdómenes desplegaban una luz exquisita.
Cuando la luciérnaga escuchó eso, se sintió infinitamente
indignada y voló para posarse al lado de las hormigas.
“¡No seas insensata!” ¡Ustedes las hormigas son eso,
hormigas, insectos opacos y rastreros; nosotras las luciérnagas somos los
insectos más privilegiados de la naturaleza; nadie puede igualarnos!” Le gritó
con mucha altanería a la que había, según ella, dicho tal abominación.
Todas las hormigas centraron su atención en la rabiosa
luciérnaga.
“Oye amiga, no es para que te ofendas. Aquí nuestra
compañera, no ha dicho nada ofensivo. Se puede decir que soñaba despierta.”
Dijo una tratando de ser ecuánime para que los nervios de la luciérnaga se
calmaran.
“Son ustedes todas unas soñadoras necias que irrespetan a
la Madre Naturaleza. ¡Escúchenme bien! Decir que, si las hormigas pudieran
surcar el cielo e iluminarse serían mejores que nosotras las luciérnagas, es
una aberración, un pecado capital. Ustedes sólo sirven para cavar hoyos bajo la
tierra y vivir en la oscuridad, son insectos repulsivos, siempre embarrados de
tierra.” Su indignación no se había suavizado en lo absoluto.
Las hormigas se miraron entre sí, su prudencia les decía
que no tenía sentido continuar alegando
razones pues aquella luciérnaga estaba cegada por su rabiosa ofuscación.
Sintiendo que sus alegatos dominaban a las hormigas, con
mucha soberbia continuó, “¡Que una hormiga vuele y se ilumine! ¡Eso sería un
milagro…perdón eso sería un error garrafal de la Madre Naturaleza!” Dicho esto,
voló con su abdomen iluminado para reunirse con sus compañeras.
Las hormigas lamentaron la actitud hostil de aquella
luciérnaga e hicieron caso omiso de sus hirientes palabras y cada noche continuaron
admirando su espectáculo de luces.
Pocos días después, la hormiga que se había imaginado con
alas y surcando el cielo de aquel jardín, vio en la ventana de la casa un
objeto que apuntaba hacia el cielo. Sintió curiosidad qué sería aquel objeto
tan raro. Sin vacilar trepó por la pared hasta llegar a la base de la ventana.
Era un objeto redondo, rojo y muy alto. ¡Era una torre! Caminó por la pared de
esta torre hasta llegar a la cima. Se dio cuenta que tenía una entrada de
diámetro reducido y quiso trepar hasta su tope. En su tope había un agujero,
cuando intentó mirar hacia adentro de la torre se resbaló y cayó para
encontrarse sobre un líquido viscoso muy jabonoso.
Antes de que pudiera hilvanar algún pensamiento sobre lo
que acababa de ocurrirle, sopló una leve brisa que formó una burbuja que la
envolvió totalmente y salió flotando de aquella torre.
La burbuja era como una pequeña nave espacial que la hacía
surcar el cielo. Las luces de todas las luciérnagas se reflejaban en su
superficie y aquella burbuja era inmensamente luminosa.
Sus compañeras vieron con asombro cómo una de ellas
volaba sin tener alas y estaba rodeada de una cúpula refulgente. Estaban todas
maravillosamente petrificadas con lo que estaban viendo.
La luciérnaga que recientemente había desencadenado su
rabia contra las hormigas se sintió tan sorprendida que, dejó de volar y se paró
en el suelo porque en su asombro no pudo coordinar más su aleteo.
Cuando miraba lo que sus ojos se negaban a creer, la
torre de la que había salido aquella burbuja se cayó y en su impacto contra el
suelo, atropelló a la luciérnaga.
La burbuja flotó por el aire con mucha gracia hasta bajar
al suelo donde sutilmente se desvaneció liberando a su pasajera.
Todas sus compañeras corrieron eufóricas a abrazarla,
“¡Tenemos que socorrer a aquella luciérnaga! ¡La torre se cayó y la atropelló! Les
gritó muy alarmada.
Durante la magia del momento habían tenido todas sus
miradas presas en la burbuja.
Corrieron entonces todas hacia la luciérnaga quien había
quedado hecha un guiñapo, “¡Todavía está viva!” Gritó una que la auscultó.
Como buenas conocedoras de sus trabajos en equipo, de
inmediato procedieron a cargar a la luciérnaga y la llevaron con máximo cuidado
hasta su hormiguero. La acomodaron en una de sus recámaras más amplias y
cómodas.
Le prodigaron sus mejores cuidados y la alimentaron cada
día.
Sus heridas fueron sanando lentamente, sus maltratadas
alas recobraron su entereza y su abdomen recobró su forma. La luciérnaga estuvo
inconsciente todo este tiempo, pero las hormigas tenían mucha fe en que despertaría.
No la dejaron sola en ningún momento, la vigilaban día y noche.
Un buen día la luciérnaga abrió los ojos, “¿Dónde estoy?”
Preguntó toda desconcertada a las hormigas que la acompañaban en ese momento.
“Estás en nuestro hormiguero desde el día que la torre te
aplastó.” Le explicó una de ellas.
La luciérnaga se posó sobre sus patas y movió sus alas.
No dijo nada, sólo las miró.
“Trata de caminar, si te sientes mareada quédate quieta
para que no te caigas. Nosotras te ayudaremos.” Le dijo otra con mucha calma.
“¿Cuánto tiempo hace que estoy aquí?” Preguntó aún aturdida.
“Mucho tiempo. Pero no pienses en eso, lo más importante
es que te has recuperado.”
“Mucho tiempo… Recuerdo que estaba viendo a una hormiga
volando en una esfera luminosa cuando algo muy pesado me aplastó… Miró entonces
a la primera hormiga que le había hablado, “¿Dijiste que me atropelló una
torre?”
“Sí, la misma torre de la que salió la burbuja que
sobrevoló con nuestra compañera adentro de ella.” Le contestó la obrera.
“No pienses en eso por los momentos. Necesitamos ver que
puedes caminar, luego volar.” Le dijo otra tratando de animarla.
“¿Ustedes me han cuidado, después que yo les dije cosas
tan terribles? ¡No sólo me han cuidado, me han salvado!” Dijo con mucha
vergüenza.
“Ya habrá tiempo para hacer reflexiones. Anda, trata de
caminar, si te sientes fuerte después tratarás de volar y queremos ver si tu
abdomen se ilumina.” La aconsejó una con mucha sutileza.
La luciérnaga seguía sin moverse, “Parece que todo se dio
como tenía que darse, en realidad esto ha sido un verdadero milagro y una gran
lección para mí.” Ahora hablaba consigo misma.
Sin decir nada más, hizo caso de las recomendaciones que
le acababan de dar aquellas buenas samaritanas y finalmente pudo volar y
abandonar el hormiguero.
Días después, cuando las hormigas se deleitaban viendo
volar a las luciérnagas, muchas de ellas bajaron y se posaron a su lado, “Queremos
que vuelen con nosotras. Cada una de nosotras puede llevar una de ustedes en
nuestra espalda, ustedes tienen muchísima fuerza y pueden sujetarse con mucha destreza
para que disfruten el vuelo con nosotras y puedan ver el espectáculo de
nuestras luces desde la altura de nuestro vuelo.”
Las hormigas estaban todas muy sorprendidas al escuchar
aquellas palabras.
“Es una manera de pedirles disculpas por la forma en la
que una de nosotras las trató y una manera de agradecerles los cuidados que le
prodigaron cuando fue atropellada por la torre.” Explicó una de las
luciérnagas.
Las hormigas de muy buen gusto aceptaron aquel gesto de gratitud. Se estableció desde ese momento un lazo de amistad muy fuerte entre aquellas dos comunidades de insectos.
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Yarelis Petit:
ResponderBorrar“¡Genial, muy reflexivo!
Me encantó la historia, invita a reflexionar y darnos cuenta de que cada uno tenemos un papel importante que cumplir y también que debemos hacer el bien siempre sin mirar a quien. También me gustó la manera de relatar el cuento me hizo imaginar como si estuviera viendo una película, felicitaciones mamá Ingrid.
ResponderBorrar¡Gracias negrita de mi corazón! Me encanta que seas una asidua lectora de mis escritos y que te sientas tan envuelta dentro de ellos. ¡Dios te bendiga cada día!
BorrarSorprendente tu gran imaginación a partir de una simple burbuja de jabón, te felicito excelente historia
ResponderBorrarMe sorprende tu gran imaginación a partir de una simple burbuja de jabón, te felicito es una gran historia.
ResponderBorrarGracias por tu comentario de apoyo. Lo grande de la imaginación es que no tiene ni límites ni barreras. ¡Bendiciones!
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
ResponderBorrar“Bello tu cuento. ¡Qué gran reflexión! Bueno es admirar y bueno es saber agradecer la admiración que nos profesen. La luciérnaga aprendió y comprendió la lección que le dieron las hormiguitas.”
Hermoso cuento de reflexión 🥰 Gracias Ingrid.
ResponderBorrarUn placer! Bendiciones!
BorrarEs una historia maravillosa y sobre todo llena de reflexión, uno jamas debe humillar o menospreciar a nadie porque uno no sabe cuando va ha necesitar ayuda en lo que sea. Aquí en la tierra todo lo que tenemos es siempre ayudar al mas necesitado y sin discriminación. Dios te bendiga esa imaginación que tienes para plasmar tus historia que el lector siente que esta viendo televisión jejejeje. Te quiero mi tía hérmosa.
ResponderBorrarGracias, tu consecuencia como lectora de mis escritos es muy halagadora y estimulante. Tus análisis son muy significativos y motivadores. ¡Dios te bendiga!
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