Una Llanera de Trenzas Rubias
Según he leído acerca del origen del carnaval en
Venezuela:
“En época de la Colonia, el carnaval se celebraba con
juegos violentos, utilizando agua, polvos y otras sustancias.
No obstante, en el siglo XVIII el Obispo de Caracas, Diez
Madroñero, convirtió el carnaval en una ceremonia religiosa que consistía en
celebrar tres días de rezos, rosarios y procesiones.
José Ábalos retomó el significado original del carnaval
con elementos refinados que incluía la realización de desfiles con comparsas,
carrozas y confites para las familias que salían a las calles, intentando eliminar
los violentos juegos de antaño.
La celebración del Carnaval en Venezuela se hizo
tradición con la realización de desfiles, bailes privados y los populares
disfraces de negritas, marcándose la modernización de esta festividad en
nuestro país.”
Me remonto a mis años de infancia; para mí, los
carnavales tuvieron dos facetas: eran divertidos y un poco incómodos. La
incomodidad radicaba en que si uno salía a la calle, algunas personas se
dedicaban a mojar con potes llenos de agua o a lanzar vejigas llenas de agua.
Los carnavales más bonitos y divertidos que conservo en
mis recuerdos son los carnavales de los tempranos 1960, cuando vivíamos en
aquella casa cuyo largo patio daba a la Avenida El Milagro y que al cruzarla
caminábamos por la orilla del lago.
Yo recuerdo los carnavales siempre en el mes de febrero; con
desfiles de caravanas, comparsas, carrozas, una reina muy bonita, disfraces
coloridos y vistosos, música, serpentinas, grageas y muchos caramelos.
Los carnavales de 1963, cuando yo cumpliría 8 años,
dejaron un recuerdo bochornoso que quedó sellado en una foto. Fue el primer
carnaval y el único que recuerdo que me llegaron a disfrazar; de esos
carnavales recuerdo el disfraz de Aladino de mi hermano Jorge que iba a cumplir
tres años, el de mi hermana Yarelis de bailarina y el mío de llanera.
Un día que pudo haberse convertido en verdaderamente
encantador y dulcemente inolvidable, quedó guardado en mi mente como un día
bochornoso, un día de impotencia y humillación.
Creo haber sido una criatura de temperamento fuerte, una
niña que a tan corta edad no le hacían cambiar de parecer con facilidad pues
creía en sus propias conjeturas y convicciones. En ese entonces pensaba que
dormir era perder un tiempo precioso para seguir estudiando.
Ser uno de los miembros menores de aquella familia tan
numerosa no era fácil, cuando las ideas que prevalecían eran la de los mayores
y cuando había que obedecerlos aunque no eran ni Papá ni Mamá.
Cuando mis hermanas Mireya y Zaida nos vistieron, al
principio yo estaba muy emocionada, con aquella falda con un estampado de
flores, mi blusa con su vuelo y su elástica en el cuello que me lo estiraron
hasta mostrar mis hombros, aquel collar de pepitas rojas que era tan largo que
me daba dos vueltas y aún me quedaba bien holgado; mis cotizas llaneras que me
las habían adornado con flores tejidas; me cubrieron mi pelo con una pañoleta,
me maquillaron y el toque final fue ponerme dos trenzas tejidas de cocuiza; ese
toque fue lo que causó un gran bochorno en mí.
No podía creer que mis hermanas me habían puesto trenzas
amarillas; mi protesta no se hizo esperar: “¡Esas trenzas son amarillas y yo no
tengo el pelo amarillo, no me gustan; quítenmelas!” Eso más que una súplica era
una orden mal habida pues yo no tenía la prioridad de darle órdenes a mis
hermanas mayores.
“Tu pelo es claro y la diferencia de colores no se nota
mucho.” Fue la explicación que se me dio, la cual yo consideré muy descabellada
e irrisoria. Quise poder arrancarme aquellas trenzas a tirones. No hubo caso,
nada de lo que yo aduje para explicar mi inconformidad fue escuchado y tuve que
lucir aquel disfraz que yo sentía me hacía lucir muy fea y discordante.
Mi hermano Darío siempre sacaba fotos de cada uno de los
eventos familiares y no faltó la toma de una foto de los pequeños disfrazados
en aquellos carnavales de 1963.
Al ver la foto después de 58 años recuerdo mi frustración
y mi vergüenza, la impotencia de no poder hacer valer mi razonamiento; pero
también me llena de un sentimiento bonito porque éramos una familia que
vivíamos las tradiciones de nuestra sociedad. Dentro de la precariedad de la
economía familiar vivíamos momentos de magia y creatividad y nos divertíamos.
El tiempo no se puede volver atrás, pero hoy en día y
mientras viva, puedo revivir mis memorias en mis sueños. A pesar de que ese día
de carnaval lo tengo muy grabado en mi mente nunca he soñado con él; pero si
llegase a visitar mis sueños, espero que en el sueño, aquella niña rebelde y de
ideas apasionadas que yo fui, entienda que era sólo un disfraz y que quizás me
hubiese sentido peor si no me hubiesen disfrazado; que lo que tuvo más valor
fue el compartir en familia un carnaval que, como cada momento especial fue
único, que nunca más se repetiría, que estábamos todos juntos celebrando la
vida y esos son los momentos que se hacen verdaderamente inolvidables.
Bueno mi reina, la verdad esos momentos quedan en nuestras memorias, mientras vivamos y ojala pudiéramos soñar para cambiar algunas cosas. Pero lo importante fue compartir ese momento que eran pocos por motivos económicos, pero tu con tus historias lo haces ver como un cuento de Adas. Yo vi fotos de de mami, totica y yary disfrazadas de negrita, princesa y creo de doctora ya de adultas en un club en sierra maestra el tinajero. y cada vez que veían esas fotos se reían porque disfrutaron y bailaron mucho. Los pequeños nos divertía era ver las comparsas, cuando tiraban golosinas y pasear por todas partes disfrazados jejejeje. Cada historia tuya es hermosa y aprendo cada vez mas un poco de ti
ResponderBorrarMe da mucho gusto tu asiduo compartir, que expreses tus opiniones relacionándolas con nuestra familia. Seguiremos juntas en este camino de historias y anécdotas familiares. ¡Dios te bendiga!
BorrarBellos recuerdos 💓 y lindas anécdotas.
ResponderBorrarRecordar es vivir y poder hacer un relato escrito de los recuerdos es muy placentero, sobre todo si hay lectores. ¡Gracias y muchas bendiciones!
BorrarLos momentos vividos en familia son los mejores todos ellos a lo largo de la vida nos dan sentido de pertenencia y eso no tiene precio, es hermoso tener una familia con la cual identificarse, tener vivencias únicas con ella y de ir con orgullo doy lo que soy porque me dieron lo mejor
ResponderBorrarTus palabras son muy estimulantes y acertadas. La familia es el mejor regalo que nos da la vida. ¡Gracias! ¡Dios te bendiga!
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Yolanda Rodríguez:
ResponderBorrar“Recuerdos tristes de un pasado alegre.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Ida Celina Ortiz:
ResponderBorrar“Esos momentos son inolvidables. Recordar es vivir. Bendiciones.”
Me encantan tus historias y la manera de contarlas, siento que las vivo y más cuando se tratan de recuerdos familiares. Pienso que eres afortunada por haber vivido esos momentos familiares. Solo imaginármelo me mueve el alma y los sentimientos. Gracias por contar .
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