Los Soldaditos de La Luna

Este era un valle muy pequeño; todos sus pobladores eran familias de agricultores que cosechaban vegetales que luego vendían en los mercados de una ciudad grande que quedaba cerca.

Arabela vivía en este pequeño poblado con sus padres. Ella había sido una niña muy feliz que corría y jugaba incansablemente entre los pastizales de los alrededores del huerto de sus papás, y cuando ellos se lo permitían les ayudaba a recoger sus cosechas.

Un día, Arabela se enfermó de un padecimiento incurable que la hacía sentir más débil cada día.

Los padres de Arabela trataban de animarla todo el tiempo, por sobre todas las cosas ella se sentía muy amada.

Arabela siempre había admirado mucho la belleza de la luna y aunque nunca se lo dijo a sus padres, su gran sueño había sido caminar mucho hasta llegar a escalar la montaña más alta para poder tocarla.

Desde que Arabela comenzó a padecer esa enfermedad, la mayor tristeza que la embargaba era que ya no podría llegar a tocar la luna.

Su cuarto tenía una ventana muy amplia; Arabela siempre les pedía a sus papás que la cerraran después que ella se hubiese dormido con el solo propósito de poder contemplar la luna hasta que el sueño la venciera.

Un día cuando estaba acostada en su cama preparada para dormir, su papá vino a darle las buenas noches.

“Yo pienso que la luna es como una gran esponja redonda que se llena con la luz del sol. Que la luna nos quiere mucho a todos y se aparece todas las noches para que no nos quedemos en la oscuridad cuando el sol se esconde.” Le dijo a su papá, sin dejar de mirar a aquella hermosa luna llena.

Su papá se sentó a su lado y le dijo, “Pero, la luna no siempre es completamente redonda, a veces es un círculo incompleto. ¿Tú sabes por qué?”

La niña miró a su papá, “Porque enciende las luces de nuestras casas y se queda sin luz en algunas partes de su esponja. Después vuelve a llenarse con la luz del sol y se vuelve a ver redonda.” Le contestó la pequeña con su inocente sabiduría.

“La luna es muy generosa con todos nosotros.” Le dijo su papá con mucha ternura.

“Yo estaba esperando crecer para poder ir caminando hasta el copito de la montaña más alta para poder tocarla. Pero ya no podré hacerlo porque me siento con muy poca fuerza.” Dijo Arabela con muchísima tristeza.

“Mi niña, nadie puede tocar la luna; ni siquiera llegando al copito de la montaña más alta. La luna está muy lejos de nosotros. ¿Sabes algo? Aparte de encender las luces de nuestras casas, la luna le envía su luz a los niños que sueñan con poderla tocar.”

Los ojos de Arabela se abrieron mucho, “¿Cómo, Papá?”

“Pues la luna tiene muchos soldaditos, nosotros los llamamos luciérnagas. Esos soldaditos abren la boca y la luna les llena el estómago con luz. Las luciérnagas se acercan a los niños y se posan en sus manos y así tocan la luna.” Le continuó explicando con mucha dulzura.

“Pero, la luna no me ha enviado a mí ninguno de sus soldaditos.” Se lamentó Arabela.

“A lo mejor, no le has hablado. Tienes que hablar con ella a través de tus pensamientos, dile que quieres que uno de sus soldaditos te visite para poder tocar su luz. Ahora duerme mi niña linda. Tu mamá o yo vendremos a cerrar tu ventana cuando te hayas dormido.” Le dio un beso y la arropó bien.

Cuando Arabela se quedó sola, le habló a la luna en su pensamiento y le dijo tal cual le había dicho su papá.

Al día siguiente cuando Arabela estaba en su cama lista para dormir, vino su papá con una botella gorda y pequeña que tenía adentro una luciérnaga.

“La luna te ha enviado uno de sus soldaditos para que toques su luz.” Le dijo sentándose a su lado.

Los ojos de la niña brillaron de felicidad. Su papá la ayudó a que se sentara en su cama y con mucho cuidado destapó la botella.

“Mete tu manito con mucho cuidado y ya verás cómo el soldadito de la luna se posará en tu mano y brillará con la luz que te envió.”

Arabela estaba como embebida en un encanto, sin decir nada metió con mucho cuidado su mano dentro de la botella, inmediatamente la luciérnaga se posó en su mano y se le iluminó el estómago.

“¡Estoy tocando la luna, Papá!” Dijo muy emocionada.

Arabela vivió la inocencia de su niñez muy feliz porque había tocado la luna.



 

Comentarios

  1. El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Marisol Díaz:

    “Hermoso”

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  2. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:

    “Muy bello y tierno tu cuento. Siempre nuestros padres nos hacen sentir bien y nos alegran los días con su inmensa ternura y amor. Precioso cuento.”

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  3. Tierna historia, tu imaginación en inagotable

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  4. Bendiciones Hermoso Mensaje Pido Al Padre en El Nombre de Jesus te Proteja te de mucha Salud y Sabiduria Les quiero Celina

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  5. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Yarelis Petit:

    “Me gustó mucho tu cuento. Es muy tierno.”

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  6. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:

    “Hermoso cuento, muy tierno. Siempre la ternura y el amor de nuestros padres nos hacen y han hecho sentir bien y con su amor nos dan vida y felicidad.”

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