Un Gigante y Una Cobija Fulminante
Érase una vez un gigante al que sólo le gustaba comer
frutas; vivía en una cueva tan gigante como él, en lo alto de una montaña en la
que abundaban las bayas. Le encantaban todas las variedades de bayas, pero más
le gustaban las fresas.
Cuando soplaba viento que venía desde el pie de la
montaña, el gigante sentía que olía a fresas y se imaginaba que allá abajo
debería haber fresas muy ricas.
Un día el gigante se comió todas las fresas que encontró
en los alrededores de su cueva, pero aún tenía hambre y entonces pensó en bajar
de la montaña para buscar más fresas.
Al pie de la montaña había un pequeño pueblo de granjeros
cuya cosecha principal eran las fresas. Cosechaban las fresas más grandes y
rojas que alguien pudiese imaginar.
El gigante al llegar al pie de la montaña pudo percibir
el rico olor de aquella brisa que estaba impregnada con el olor a fresas. Avistó
una siembra y golosamente comió fresas hasta que su hambre quedó satisfecha. Se
sentía muy contento de haber encontrado ese maravilloso lugar donde abundaba su
fruta preferida, entonces pensó en buscar un refugio cerca del pie de la montaña
para comer todas las fresas que pudiera cada día.
El dueño de la granja cuya cosecha de fresas había
satisfecho el hambre voraz de aquel gigante quedó atónito al ver que sus fresas
habían desaparecido.
El gigante volvió al otro día y acabó con la cosecha de
fresas de otra de las granjas. La Unión de Granjeros hizo una reunión urgente
para alertar a todos sus productores de que alguna plaga de animales estaba
comiéndose sus fresas; que tenían que tomar medidas sin ninguna pérdida de
tiempo.
Por acuerdo unánime decidieron montar una fuerte
vigilancia para conocer la naturaleza de aquella peste.
No podían creer sus hallazgos cuando cayeron en cuenta
que era un gigante el responsable de los hechos.
Luchar contra un gigante no sería tarea fácil, era por
demás muy peligroso.
Recurrieron a pedir ayuda militar del gobierno para poder
combatir a aquella bestia que los estaba llevando a la ruina.
Un grupo de hormigas había visto aquel hombre inmenso que
cada día venía a comerse las fresas y también se habían percatado del estado de
emergencia que habían declarado los granjeros, y de las medidas a las que
recurrirían para eliminar al gigante.
“Con toda seguridad lo van a matar con armas de fuego.”
Dijo una de las hormigas con mucho pesar.
“No podemos permitir que eso suceda. Tenemos que
asustarlo para que se vaya y no vuelva. Que se vaya al lugar de donde vino.”
Dijo otra con mucha cordura.
“¡No digas tonterías! Nosotras somos unos insectos
insignificantes, no hay manera en la que una hormiga pueda asustar a un
gigante.” Apuntó otra del grupo.
“¿Qué tal si lo picamos?” Sugirió la primera que había
hablado.
“¿Picarlo? Nuestra picada no le debe hacer ni cosquillas
a ese gigante. Además, ¿Tú crees que eso sería motivo para alejarlo de estas
granjas?” Dijo la segunda que intervino en la conversación.
“¡Un momento! Se me acaba de ocurrir una idea que puede
funcionar. Una picada no le hará nada, ni dos ni tres… pero ¿Qué pasaría si
fuesen miles y miles de picadas al mismo tiempo?” Explotó una de las que no
había hablado.
“Es una idea buena, pero descabellada. A ver, dime ¿Cómo
podremos picarle miles y miles de hormigas al mismo tiempo?”
“Podemos buscar el lugar donde se guarece. Podemos hacer
una cobija con miles y miles de nosotras y dejársela al lado de donde duerme.
Seguro se verá tentado a arroparse y agarrará la cobija. Cuando esté dormido y
arropadito daremos la voz de alarma de que le piquemos. Se despertará aturdido
con picadas por todo su cuerpo y huirá. No querrá volver más nunca a este lugar
que está lleno de hormigas caníbales.” Terminó de explicar esta hormiga que ya
se sentía triunfante.
“Eres tan mala como los granjeros que lo quieren acribillar.”
Sancionó una de las oyentes.
“Piensa bien lo que dices. Las armas de los militares lo
van a matar. Él es un gigante muy fuerte y se le pasará pronto la picazón; más
bien le salvaremos la vida. De paso, le podemos demostrar a los militares que
somos tan fuertes como ellos sin matar al gigante” Agregó la hormiga que había
sugerido la idea.
Hubo un silencio, todas las hormigas se miraban entre sí;
hasta que una rompió el silencio, “Pues manos a la obra, démosle forma a este
plan lo más rápido posible antes de que lleguen los militares.”
Todas las hormigas merodearon por el pie de la montaña,
hasta que encontraron la cueva donde se guarecía aquel comelón de fresas.
Diseñaron el patrón en que debían ordenarse y ceñirse
fuertemente las unas a las otras para prácticamente tejer una cobija:
Pusieron el plan en ejecución y cuando el gigante entró
en su cueva dispuesto a dormir, encontró aquella hermosa cobija que parecía
hecha de nuditos negros.
La agarró suavemente con mucha curiosidad, le pareció muy
suavecita y acogedora; bostezó perezosamente y se acostó arropándose con
aquella tentadora cobija.
El gigante no tardó mucho en quedarse profundamente
dormido. Las hormigas que habían trazado su plan de ataque a la perfección
estaban todas preparadas para picar al gigante apenas quien las comandaba diera
su voz de alarma.
En cuestión de minutos hubo la orden de ejecución, todas
de una manera perfectamente sincronizada picaron al gigante.
El gigante sintió un rayo de dolor esparcido por todo su
cuerpo y se despertó despavorido; se levantó con mucha desesperación y pudo ver
cómo aquella cobija se convertía en hormigas que caían al suelo.
Las hormigas vieron contentas cómo el gigante corría
montaña arriba, hasta perderse en la altura de aquella montaña colosal. En
seguida se dispusieron todas a borrar las huellas del gigante para que no lo
pudieran rastrear.
Al amanecer muy temprano llegaron tanquetas llenas de
militares y se alinearon de una manera estratégica para bombardear a la bestia
gigante. Esperaron infructuosamente ese día y por varios días más, pero la
bestia nunca apareció.
Los granjeros no lo podían creer; el comandante de
aquella operación les dijo a los granjeros: “Tal parece que no hay ningún
gigante, yo creo que era una manada de langostas a la que ustedes le vieron
forma de gigante. Mi batallón se retirará y si las langostas vuelven, échenles pesticida.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
ResponderBorrar“Muy bonito cuento. Las hormigas demostraron que no hay tamaño, sino fuerza y unión y buenos sentimientos para ayudar al prójimo. Muy buena tu imaginación. Sigo felicitándote, hermanita.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:
ResponderBorrar“Bello tu cuento. Retirar al gigante de las fresas sin matarlo fue muy buena estrategia de las hormigas (inteligentes). Hormigas colaboradoras. Tu imaginación vuela muy lejos. Felicitaciones, me gustó mucho tu relato.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Erianny Esteva:
ResponderBorrar“¡Qué bonito!
En la unión está la fuerza por muy pequeña que sea individualmente, hermosa historia
ResponderBorrar¡Gracias por tu asiduo seguimiento! ¡Muchas bendiciones!
BorrarVery clever. Food imagination!!! Congratulations.
ResponderBorrarThank you very much!
BorrarBd
ResponderBorrarHermosa historia No hay gigante que no pueda ser derribado Aun increible por algo tan pequenas como las hormigas.ASI APARECE EN LA BIBLIA CUANDO DAVID MATO A GOLIAT
¡Excelente referencia bíblica! ¡Gracias por tu consecuencia, muchas bendiciones!
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Marianela Fernández de González:
ResponderBorrar“Muy bonito tu cuento.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Joseline Meleán:
ResponderBorrar"Felicidades.. muy buena imaginación. Que hermosa reflexión."