La tradicional celebración anual de las familias estado
unidenses del Día de Acción de Gracias marca el consumo masivo de como mínimo
un pavo por familia. Muchos son los chistes y parodias que han surgido y siguen
surgiendo cada año para dramatizar la numerosa cantidad de pavos que son
sacrificados para este evento.
He visto recientemente una ilustración (Suzie's Food
Glorious Food. Credit to Artist), que me ha inspirado para escribir esta
historia.
Érase una vez un joven que poseía una inmensa cría de
vacas y de pavos en el estado de Tennessee, USA. Cuando llegaba el mes de
noviembre vendía muchos de sus pavos a los mercados, pero siempre reservaba el
más grande para engalanar la cena familiar del tradicionalmente celebrado Dia
de Acción de Gracias.
Cuando ya faltaban pocos días para que se consagrara su
primer gran venta, decidió escoger el pavo familiar.
Su abuelo era un señor ciego, pero siendo muy buen
conocedor de la hacienda de su nieto, caminaba por sus corrales e inmediaciones
sin ninguna dificultad.
“Abuelo, en el transcurso de la mañana voy a escoger el
pavo para nuestra cena de Acción de Gracias. ¿Quieres acompañarme?” Le preguntó
el joven al anciano.
“¡Claro que sí! Yo te espero en el corral de los pavos,
quiero aprovechar la temperatura tan rica de esta mañana otoñal.” Aquella
invitación fue muy bienvenida.
El anciano se fue caminando con la ayuda de su bastón en
su mano derecha, y en su mano izquierda llevaba una pequeña hacha que tenía un
mango largo que le servía de apoyo también.
La manada de pavos vio venir al anciano quien con toda
cautela enfilaba sus pasos hacia ellos, “¡Ya viene el anciano a degollarnos!”
Dijo uno de los pavos sacudiendo su cabeza con mucho pesar.
“Viene en busca de uno de nosotros en especial. Acuérdate
que ya pronto es el día que toda la familia cena pavo. No hay nada que podamos
hacer, solamente aceptar nuestro destino.” Dijo otro soltando un suspiro de
desaliento profundo.
“¡Se me ocurre una idea! Vamos a mugir todos como las
vacas. Total, el anciano es ciego. Así desiste de conseguir un pavo y se va en
otra dirección buscando nuestro corral.” Apuntó otro con una actitud optimista.
La idea fue acogida con augurio y esperanza y todos los
pavos comenzaron a mugir, “Muu, muu, muu.”
El anciano mantuvo su paso firme y pausado; con su
caminar lerdo y bien calculado se adentró en el corral de los pavos.
Los pavos mugían y mugían, sintieron que de verdad
estaban engañando al anciano porque éste no se detenía en su caminar.
Había un solo pavo que cloqueaba, “Glu, glu”.
“¿Te gusta llevarnos la contraria o es que quieres que te
degüellen lo más rápido posible?” Le preguntó con mucho fastidio el pavo que
estaba a su lado.
“Somos criados para ser servidos como cena, sino es este
venidero día, será otro. No tiene ningún sentido que nos neguemos a nuestro
destino. No te niego que, si yo pudiese escapar de este corral para hacer una
vida libre en una pradera hermosa, lo haría. No me parece justo que nos
burlemos de un anciano ciego. Él no tiene culpa de las costumbres de la
sociedad de los humanos.” Dijo el pavo y
siguió con su glugluteo.
“Sigue con tu filosofía barata. Espero que cuando te
degüellen te acuerdes de todos nosotros, porque nosotros no nos vamos a acordar
de ti.” Le replicó otro de los pavos cercanos con mucha amargura.
Los pavos siguieron mugiendo, mientras que el otro
cloqueaba. El anciano caminó hasta estar parado al lado del pavo que emitía su
glugluteo.
En ese momento lo alcanzó su nieto, “Aquí estoy abuelo,
ya podemos escoger el pavo para nuestra cena.”
“¿Me permites que sea yo, quien escoja el pavo este año?”
Le preguntó a su nieto confiado de recibir una respuesta positiva.
“¡Por supuesto abuelo, te concedo esa prioridad!” Le
contestó con una sonrisa de júbilo.
El anciano se dobló y alzó con sus manos el pavo que
había estado cloqueando, “Este no es el pavo, en realidad quiero que a este
pavo lo dejes en libertad.”
El joven se admiró al escuchar las palabras de su abuelo,
“Yo a ti te concedo lo que me pidas. Pero déjame decirte que siento mucha
curiosidad. Has escogido precisamente el pavo más grande y gordo de todos. Exactamente
el que yo hubiese escogido para nuestra cena de Acción de Gracias.”
El anciano sonrió, “Así de grande y noblemente gordo tiene
su corazón y por eso es por lo que merece ser libre.”
La curiosidad del nieto ahora era mayor, “Siempre he
admirado tu sabiduría. Pero me gustaría saber qué te hace pensar que este pavo
tiene un corazón grande y noble.”
“Es un pavo genuino, siente orgullo de ser un pavo. No es
capaz de querer engañar a un anciano ciego como yo.” Le dijo acariciando la
cresta del pavo.
El joven hacendado en realidad no entendió la profundidad
de la conjetura de su abuelo, sin preguntarle nada más tomó al pavo en sus
manos, caminó hasta la cerca del corral y lo dejó libre.
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
ResponderBorrar“Qué bello mensaje; yo lo veo así como un mensaje para la sinceridad y aceptar la realidad. El pavo estaba resignado al sacrificio y por su pensamiento se ganó la libertad. Muy bella reflexión; me gustó mucho. Nuevamente te felicito. Dios bendiga tu imaginación, mi hermanita bella.”
Una historia muy particular, especialmente distinta
ResponderBorrarEspero que dentro de su particularidad y diferencia te haya agrado su lectura. ¡Un abrazo fuerte!
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:
ResponderBorrar“Me gustó mucho tu cuento, muy justa la elección del anciano. El pavo se ganó lo que merecía por su condición justa también. Y así debemos ser delante de Dios, porque aunque nos queramos ocultar, Él nos esta viendo. Muy bueno.”