Rapunzel
No era su cumpleaños ni era navidad, por eso Ingrid no le
encontró justificación a que le dieran a ella aquella hermosa muñeca que había
traído su Tío Isaac. Eran cuatro las niñas, dos hermanas mayores que ella y una
menor, todas merecedoras de aquella muñeca y no encontraba la razón para ser la
más afortunada de todas.
Era una muñeca muy linda, con un vestido de seda precioso
y un cabello rubio brillante, muy suavecito y largo. Sus hermanas mayores le
tejieron una trenza y le dijeron que se llamaba Rapunzel.
Rapunzel era la muñeca más grande y bonita que Ingrid
había tenido hasta entonces; era como soñar despierta, era en realidad la
muñeca más bella que había visto en su corta vida; no recordaba que alguna de
sus hermanas hubiese poseído una muñeca como Rapunzel.
Las cuatro niñas siempre jugaban juntas y compartían sus
humildes juguetes; la mayoría de fabricación casera, confeccionados por las
hábiles manos de su hermano Audo.
La llegada de Rapunzel no creó motivo de pugnas entre
ellas pues aunque Ingrid era la dueña oficial de aquella belleza, a la hora de
jugar, Rapunzel era la muñeca de todas ellas.
Aunque las cuatro niñas compartían sus juegos, la
compañera de juego infalible de Ingrid era Yarelis, su hermanita menor.
Después que Rapunzel llegó a sus vidas, siempre jugaban
con esa preciosa muñeca. Ese día decidieron jugar a “La Mamá”, “Yo seré la mamá
y tú serás la tía.” Sugirió Ingrid. “Yo también quiero ser una mamá.” Adujo la
pequeña Yarelis con cierto sentimiento de queja. “Pero, ninguna niña tiene dos
mamás…” Trató de explicar Ingrid.
“Espérame aquí, ya vengo.” Dijo Yarelis. En un corto rato
volvió al lado de su hermana con un pedazo de madera que usaban en la casa para
reforzar el cierre de una de las puertas que daba al callejón. Lo había envuelto en un trapo como si fuera
un bebé.
“¿Qué haces con ese palo?” Le preguntó Ingrid
“Es mi hijita. Ya podemos jugar a la mamá.”
“Eso es un palo, eso no es una muñeca.” Trató de hacerle
entender a su hermanita.
“Es mi hijita, se llama Tibisay. Tiene hambre; le voy a
dar el tetero para que se duerma.” Yarelis se sentó en el suelo y pretendió
darle de comer; la acariciaba y besaba de tanto en tanto.
“Tenía mucha hambre, se tomó toda la leche. La voy a
acostar a dormir para limpiar la casa y hacer el almuerzo. Cuando se despierte,
si quieres podrá jugar con Rapunzel.”
Ingrid no supo qué responderle, sentía mucha pena que
ella tuviera una muñeca tan bonita y que su hermanita estuviese acariciando a
un pedazo de madera.
Jugaron toda la mañana muy armoniosamente; Yarelis en
ningún momento cambió su actitud maternal hacia el pedazo de madera.
Al día siguiente, Ingrid invitó a Yarelis a jugar a la
mamá otra vez, “Tú serás la mamá de Rapunzel hoy y Tibisay será mi hijita.” Le
sugirió a su hermanita, quería hacerla sentir que era justa.
“Rapunzel no es mi hijita, mi hijita es Tibisay.” Protestó
Yarelis con cierta aspereza.
“Hoy me toca a mí ser la mamá del palo.” Le replicó Ingrid,
queriendo hacer prevalecer su autoridad de hermana mayor.
“¡Cuando jugamos no es un palo, es Tibisay!” Le gritó
enardecida cual madre que defiende a su hijo.
“Bueno, no te enojes. Yo solo quiero que esta vez tú seas
la mamá de la muñeca más bonita.”
“Tibisay es más bonita que Rapunzel porque es mi hijita.
Yo la quiero más que todo el mundo y la veo más bonita que a todo el mundo.”
Dicho esto se fue corriendo y enseguida volvió con su Tibisay envuelta en el
mismo trapo del día anterior.
“¿Por qué no buscamos un palo más pequeño y suave? Ese
palo parece muy pesado y áspero.” Le dijo Ingrid tratando de hacerle ver que la
entendía.
“Yo escogí a Tibisay porque ella siente que nadie la
quiere, que es más fea que las demás. No la voy a cambiar.” Le dijo abrazando fuertemente
al pedazo de madera.
Ingrid y Yarelis jugaron toda la mañana siendo dos mamás
muy felices que cuidaban con mucho amor a sus pequeñas hijas.
Aquellas palabras de Yarelis, “Yo escogí a Tibisay porque
ella siente que nadie la quiere, que es más fea que las demás”, se habían
quedado muy grabadas en la mente de Ingrid y cuando estuvo sola en su hamaca,
cuando había llegado la hora de dormir y tuvo la oportunidad de sosegar sus
pensamientos, sintió que Yarelis le había hecho comprender por qué su mamá le
había dado aquella preciosa muñeca a ella en lugar de a una de sus otras tres
hermanas. Ella sentía que ella era muy flaca y fea, y que por eso su mamá la
quería menos que a sus otras hermanas. Entendió que aquel gesto de su mamá fue
para decirle que la quería tanto como quería a todos sus hijos; que las mamás
ven a todos sus hijos bonitos y que los quieren a todos por igual.
Siempre los padres sabemos los sentimientos que los hijos no expresan verbalmente, mamá siempre le hizo mucho honor a la palabra “mamá" y a su misión de levantar 13 hijos, gracias a Dios por darnos ese regalo tan especial y que bueno que por la inocencia de Yareis comprendiste el amor que te tenían
ResponderBorrarSer padres es la misión más sublime que nos da la vida; los hermanos son un regalo que nos da la vida. Este es un recuerdo indeleble de una muñeca, de esa hermosa hermandad y de una abnegada y hermosa madre. Dios te bendiga mi hermanita de mi corazón.
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
ResponderBorrar“Qué bonita historia, yo recuerdo esa muñeca…pero no sabía del momento del juego. Yo siempre te vi muy bonita y ni tan flaca. Eras una niña normal. Vos sabéis o veías lo bonita que era Yaritza, pues vos y ella se parecían mucho, siempre fuiste muy bonita.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Yarelis Petit:
ResponderBorrar"Hermosa historia de nuestra infancia. Yo amaba mi muñeca de palo."
Muy bonita enseñanza querida hermana💕👏
ResponderBorrar¡Gracias por leer mis historias. Te quiero GRANDOTE!
BorrarTe faltó poner a Tibisay en la foto💟🤗
ResponderBorrar¡Muy cierto, un abrazo fuerte! ¡Dios te bendiga!
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:
ResponderBorrar“Muy bello y conmovedor. Mija, madre sólo hay una y Yarelis quería a su Tibisay como era. Carlota y yo teníamos unos bebés que eran unos ladrillos rojos y le pintábamos caritas y les poníamos unas falditas de retazos y les hacíamos unas hamaquitas y allí dormían. No sabía ese cuento de tu Rapunzel. Bello cuento, me gustó mucho.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Marianela Fernández de González:
ResponderBorrar“Me gustó.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Isálida Ramírez:
ResponderBorrar“Me hiciste reír y también pensar que para ninguna madre hay hijos feos.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Yolanda Rodríguez;
ResponderBorrar"Muy bonitos recuerdos. Saludos, un fuerte abrazo."
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Zulima Pedreañez:
ResponderBorrar“Me atrevo a decir que casi todas las madres vemos nuestros hijos bellos, inteligentes y pare de contar con las cualidades y ni se diga si estamos consciente de una debilidad porque allí nos avocamos a sobreprotegerlos aún más de lo que ya lo hacíamos. Bello tu cuento, de mucha reflexión.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Alexy Jose Machado:
ResponderBorrar"Hola mi querida y siempre recordada hermosa amiga, tiempo sin saludarte muy bonito tu cuento, que te encuentres muy bien al lado de tu hermosa flia, un abrazote."
Espectacular. No hay fuerza que pueda con la imaginación y el deseo. Los hijos de tía Yarelis, por cierto, no son precisamente de palo. Todos bellas personas, y muy humanos. Juan Emmanuel estuvo muy cerca de nosotros los Viloria en los días del ocaso de nuestro amado padre. Esas son circunstancias que nunca se olvidan
ResponderBorrarQuerido Ángel Luis, como dice el dicho “De tal palo, tal astilla”; de una persona de corazón noble y dulce como Yarelis, habían de nacer seres afines. ¡Dios te bendiga cada día!
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