Mil Ojos

Hace millones de años, aquel terreno estuvo cubierto por el agua del Océano Atlántico. El océano retrocedió y esa tierra fangosa quedó expuesta a un clima tropical candente.

Con el correr del tiempo el terreno fue poblado de casas; una de ellas tenía un patio largo y angosto, cercado por tablones planos de madera de color marrón oscuro, todos muy podridos por la excesiva humedad; eran de altura desigual con el borde inferior enterrado en el suelo; el borde superior bien podría haber representado una cadena de montañas vistas desde la distancia. Había un solo árbol viejo, muy alto, con hojas de color verde oliva en medio de esa tierra árida; el único y silencioso testigo del correr de los años.

Al final de ese patio había un conjunto de ocho escalones de cemento que conducían a un portón de hierro que daba acceso a una magnífica avenida ancha; esta venida corría a lo largo de la orilla de una playa de un hermoso lago que quedó como secuela geográfica del retroceso de aquella colosal masa de agua.

El suelo de ese patio estaba compuesto de una arcilla mágica que podía moldearse en cualquier forma que una vívida imaginación y unas manos traviesas quisieran. Cavar hoyos en el suelo revelaba una variedad de capas de barro de tonos marrones; parecía un arco iris petrificado que el tiempo había enterrado para preservarlo debajo, como un tesoro.

Cuando llovía fuertemente, ese recinto se convertía en una laguna; cuanto más duraba la temporada de lluvias, más profunda se hacía. Aquella laguna encantada sólo duraba hasta que el intenso calor de los brillantes rayos del sol evaporaba su agua. Estaba habitada por miles de ranas de diferentes colores y tamaños, algunas ranas tenían motas de colores. Durante las noches, aquellos batracios cantaban un croar perfectamente sincronizado; una magnífica orquesta que parecía estar dirigida por la rana más gorda y vieja; cada noche ofrecían una rapsodia espectacular.

Aquel patio muy húmedo y lodoso se transformaba en un estanque plácido y navegable; su agua era color chocolate, el olor no era tan agradable, pero para los niños que vivían en aquella casa era un lugar de diversión y aventura.

Las ranas estaban acostumbradas a ser parte de los juegos de aquellos niños. Entre todas aquellas ranas había una que tenía una particularidad, su piel estaba cubierta de muchas manchas que parecían ojos. Cuando los niños jugaban, nunca la incluían en sus juegos. En una oportunidad uno de los niños dijo, “Esa rana es muy fea; parece que tuviera mil ojos.” Desde ese día, la apodaron “Mil Ojos”.

Mil Ojos se sintió siempre rechazada; cuando los niños venían al patio a jugar, ella se escondía para no asustarlos con su fealdad.

Un día, Mil Ojos decidió irse a vivir a otra charca, donde no hubiese ni ranas ni niños; no tenía la menor idea hacia dónde conducirse, pero lo cierto es que estaba cansada de vivir teniendo que esconderse.

Antes de que se asomara el sol y para disfrutar de la temperatura agradable de la aurora y de las tempranas horas de la mañana, Mil Ojos se escurrió por entre las hendijas de los tablones de la cerca y comenzó su huida.

Saltó y saltó entre patio y patio, sólo sabía que se alejaba. Cuando de pronto se encontró en un jardín hermosísimo y sintió que aquel era un lugar muy lindo y tranquilo en el que se podía quedar a vivir.

Entre todas las flores vio una que le pareció que tenía una belleza exquisita; trepó la planta y se metió en el centro de su corola. Estaba muy cansada pues su travesía había sido larga, se quedó profundamente dormida.

Mil Ojos no sabía que aquel hermoso jardín era en realidad un jardín botánico que recibía visitas masivas, sobre todo de grupos de niños de las escuelas.

Justo ese día, una de las escuelas había programado una pequeña excursión para mostrarle a sus niños la gran variedad de plantas y flores que había en ese jardín.

Mil Ojos no se había percatado de aquella numerosa visita de niños pues estaba profundamente dormida dentro de la flor.

Cuando estuvieron ya muy cerca de su flor, el ruido de sus voces despertó a nuestra amiga rana; sobre saltada y aún medio dormida se asomó de entre sus pétalos.

Justo en ese momento uno de los niños iba a acariciar los pétalos de aquella flor de belleza exuberante. Tres cosas sucedieron: la aparición de Mil Ojos, el grito de la maestra, “¡No la toque!”, y el gesto de espanto del chiquillo al ver a Mil Ojos, parecía haberse hincado la mano con una espina muy afilada.

Mil Ojos saltó abruptamente y logró esconderse entre las plantas. Sintió mucho miedo de que la quisieran atrapar para sacarla de aquel lugar que no era su hogar.

“¡Qué rana tan fea! ¡Tiene muchos ojos, debe ser una rana venenosa!” Gritó el niño con un gesto de mucha repugnancia.

“Es una rana común, tiene solamente dos ojos, su piel es manchada. Eso es una fisonomía común entre los batracios. La que es venenosa es esa flor tan bella.” Le explicó la maestra.

“Si esa flor es venenosa, no debería estar en un jardín botánico.” Dijo otro de los niños.

“Si se toca, irrita la piel y da mucho dolor. El hecho de que sea venenosa no le quita los beneficios que nos aporta a los humanos; elimina insectos y además de su savia se fabrican medicamentos. Los traemos al jardín botánico para que aprendan de nuestra flora. Cada ser vivo cumple una función importante tanto en el Reino Vegetal como en el Reino Animal.” Dijo la maestra ampliando su explicación.

“Tengo que darle las gracias a esa rana manchada por haberme asustado, yo vi la rana antes de que usted me advirtiera que no tocara la flor.” Dijo el niño buscando con su mirada a Mil Ojos quien yacía muy quietecita escuchando aquella conversación.

Mil Ojos se sintió revindicada; sintió que había encontrado el lugar perfecto para vivir. Se iba a resguardar en una de esas flores venenosas y cuando un humano la fuese a tocar lo asustaría.  No le importaría más si la llamaban Mil Ojos, o como la quisieran llamar. No divertiría a los niños, pero los protegería, aquello le daría sentido a su vida.




                                                                         

 


 

Comentarios

  1. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:

    “Bonita historia, me reporté a mis anos de adolescente… me vi en mi casa y ese patio lleno de agua y ranas. Qué bien le salió la huida a Mil Ojos porque le encontró un sentido a su vida y se sintió muy útil, de que a su manera iba a cuidar a los niños.”

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Me gusta la historia pero más me gustó la flor 😉 siempre deja do un mensaje positivo

    Yo...

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    1. Muchas historias nacen de la inspiracion que emana de una bella imagen. Esa flor de tu jardín me inspiró para escribir este cuento. ¡Un abrazo fuerte, hermanita de mi corazón!

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