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Mostrando las entradas de marzo, 2022
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Ebra   En un bosque montañoso de América Central vivía una ranita llamada Ebra. Ebra había nacido de una masa de huevos que yacían aglutinados sobre una gran hoja plana, justo arriba de una hermosa laguna. Cuando los huevos se convirtieron en renacuajos, uno a uno fue cayendo al agua para poder comenzar su vida acuática y posteriormente convertirse en una rana adulta. Todos los renacuajos cayeron al agua, menos uno; este renacuajo al salir de su envoltura gelatinosa cayó en una hoja muy grande que era cóncava. Esta concavidad se mantenía llena de agua gracias a las abundantes lluvias de esta selva tropical. Este renacuajo se convirtió en una pequeña ranita llamada Ebra. Ebra se acostumbró a vivir en esa gran hoja cóncava y nunca se aventuró a saltar fuera de ella. Asomaba su cabeza para mirar a sus alrededores y veía cómo otras ranas nadaban y saltaban hacia la orilla. Ella se sentía muy feliz viviendo sola en la comodidad de su hoja, se sentía muy segura; la idea de explorar
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      Caramelo Yami había trabajado por muchos años como enfermera asistente de un médico y fue entonces cuando conoció a la Sra. Clara. La Sra. Clara era una señora de agradable y prolífera conversación; cada vez que iba a su consulta médica se envolvía en un amena conversación con Yami y le contaba de sus hijos, de sus nietos, de su fallecido esposo, pero por sobre todo le contaba de su mascota Caramelo. Cuando la Sra. Clara hablaba de su mascota parecía que se dibujaba a su alrededor una mágica burbuja de cándido amor; cuando se la describió no parecía haber descrito a una perrita Poodle, sino a un aliada de vida, a una compañera fiel e incondicional receptora de los secretos de su vida; alguien que lloraba cuando la veía llorar y daba saltos de alegría cuando la embargaba la felicidad. Siempre le decía que ella daría su vida por Caramelo y que ella sabía que Caramelo daría su vida por ella. Cuidaban la una de la otra; aquella simbiosis de amor y compañerismo era simplemen
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  La Magia de un Secreto Hubo una vez un rebaño de ovejas que vivían en un lugar muy remoto en lo alto de una montaña. Eran las ovejas salvajes más blancas que se criaban en la Tierra, y también eran las ovejas con la lana más gruesa y espesa. Sus ancestros les habían enseñado que, si querían seguir viviendo libres, debían susurrar en lugar de pronunciar su balido normal. De generación en generación, habían vivido aisladas en una cordillera de montañas muy remota, con hermosas praderas, donde podían pastar sin ser vistas ni escuchadas por los granjeros. Entre este rebaño de ovejas, había una que era Extra Especial, llamada Aries. ¿Qué la hacía "Extra Especial"? Ella guardaba un secreto. Aries se llevaba muy bien con sus compañeras, pero nadie sabía que guardaba un secreto muy preciado, un secreto que nunca revelaría a nadie. Aries era extremadamente delgada; su pesada blanca y extra gruesa lana ocultaba su extremadamente delgado cuerpo. Siempre se había preguntado la razón de
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El Maestrico Cuando Emelina Rosa Chacín falleció en 1928, tres de sus siete hijos eran menores de edad. Durante los seis años que Emelina Rosa vivió su viudez, sus cuatro hijos varones trabajaron para ayudarle a sufragar las necesidades familiares. Audoeno, el menor de sus hijos varones, por las mañanas vendía “Panorama” y por las tardes limpiaba zapatos en la barbería “Salón Violeta”, que estaba ubicada en la Calle Venezuela y que era propiedad del Sr. Alfredo Romero. Con el ejercicio de esos dos humildes trabajos se ganaba tres reales semanalmente. Luego del sensible fallecimiento de esta joven madre, sus siete hijos se vieron forzados a seguir buscando un timón para sus jóvenes vidas sin aquel sublime cariño y apoyo maternal. Las hembras se fueron a vivir con su tía Edilia Chacín y los varones tomaron rumbos separados. El Sr. Alfredo Romero, quien estaba casado y aún no tenía hijos, le ofreció cobijo a Audoeno; éste era entonces un jovencito de catorce años. Aunque la po