Caramelo
Yami había trabajado por muchos años como enfermera
asistente de un médico y fue entonces cuando conoció a la Sra. Clara. La Sra.
Clara era una señora de agradable y prolífera conversación; cada vez que iba a
su consulta médica se envolvía en un amena conversación con Yami y le contaba
de sus hijos, de sus nietos, de su fallecido esposo, pero por sobre todo le
contaba de su mascota Caramelo.
Cuando la Sra. Clara hablaba de su mascota parecía que se
dibujaba a su alrededor una mágica burbuja de cándido amor; cuando se la
describió no parecía haber descrito a una perrita Poodle, sino a un aliada de
vida, a una compañera fiel e incondicional receptora de los secretos de su vida;
alguien que lloraba cuando la veía llorar y daba saltos de alegría cuando la
embargaba la felicidad. Siempre le decía que ella daría su vida por Caramelo y
que ella sabía que Caramelo daría su vida por ella.
Cuidaban la una de la otra; aquella simbiosis de amor y
compañerismo era simplemente la perfección de la vida para ambas. Vivían en un
pequeño apartamento de una comunidad de jubilados; tenían las dos el espacio
ideal para una vida muy placentera. Cada día salían a caminar para disfrutar
los días bañados de sol y de temperatura fresca; los días fríos del invierno
tenían su encanto aunque las caminatas eran más cortas y uno que otro día
tormentoso o demasiado frio era el pretexto perfecto para quedarse las dos
acostadas en la cama, o en el sillón reclinable arropadas con una cobija suave
y acogedora.
Después de varios años, Yami dejó de trabajar en aquel
consultorio y comenzó a trabajar en un hospicio para el cuidado de pacientes
terminales. Siempre hacía la guardia nocturna.
“Apenas la ingresen debemos tomar una decisión con
respecto a Caramelo. No tendrá un lugar para vivir pues nadie tiene tiempo para
atenderla. Será una carga para cualquiera de nosotros ya que Mamá no se
recuperará.” Dijo una de las señoras visitantes mientras conversaba con otra,
sentadas ambas en el lobby de espera de aquel hogar de cuidados médicos.
“Podemos llevarla a un centro de adopción de mascotas,
tal vez corra con la suerte de que alguien la adopte.” Adujo la compañera con
un suspiro de esperanza.
“Tú sabes que en esos centros, sólo mantienen una mascota
por un corto periodo de tiempo y si nadie los adopta pronto, los ponen a
dormir. Caramelo está ya muy vieja, en vez de ser compañía es una molestia. Lo
mejor será llevarla al veterinario para que la ponga a dormir.” Continuó diciendo
la primera.
Yami, a su paso por el lobby, no pudo evitar el escuchar
aquella conversación y al oír el nombre de Caramelo, la imagen de la Sra. Clara
vino a su mente e inmediatamente sintió la necesidad de preguntar si hablaban
de ese par de inseparables amigas.
“Disculpen mi pregunta, sin intención alguna pude
escuchar que hablan de una mascota llamada Caramelo. Hace años conocí a una
paciente del Dr. Bozo que tenía una Poodle llamada así, la Sra. Clara. ¿Se referían
ustedes a ellas dos?”
“La Sra. Clara es nuestra madre y estamos diligenciando
su ingreso en este hospicio. Lamentablemente está en coma; los médicos han
diagnosticado que su coma es irreversible.” Explicó una de ellas en medio de
una triste conmoción.
“Lo lamento mucho. Yo trabajo en el turno de noche.
Pueden estar seguras de que su señora madre recibirá nuestras esmeradas
atenciones.” Dijo Yami sintiendo un nudo en la garganta y sin esperar ningún
otro comentario continuó, “Yo quisiera quedarme con Caramelo, la Sra. Clara me
habló tanto de ella que aprendí a quererla.”
Hubo un intercambio de miradas de alivio y aprobación
entre aquellas dos visitantes, “La verdad es que nuestra madre se sentiría muy
agradecida por su gesto, sobre todo por haberla conocido. Cuando usted disponga
se la traeremos.”
La Sra. Clara fue ingresada en el hospicio y Caramelo fue
entregada a los cuidados de Yami. Yami hacía un trabajo en el que cada día veía
y cuidaba personas cuyas señales de vida se menguaban cada día, pero ver a la
Sra. Clara dormida, en una presencia física de sueño profundo del que no
despertaría era muy conmovedor, sobre todo por Caramelo. Cuando escuchó decir a
aquellas dos señoras que la sacrificarían porque ya era una mascota muy vieja e
inútil, sintió que un dolor muy fuerte le estremeció el corazón y pensó que aún
en su estado comatoso la Sra. Clara padecería el dolor de aquella cruel muerte
a la que sería sometida su mascota.
Yami le explicó al director de aquel centro lo que Caramelo
había sido en la vida de la Sra. Clara y solicitó permiso para traerla cada
noche para que aquel sublime animalito pudiera dormir a su lado.
Caramelo saltaba de felicidad al aproximarse a la cama de
su ama, pero una vez que Yami la ponía al lado de su yaciente cuerpo, se
acurrucaba a su lado y se dormía como entrando en el mismo estado comatoso de
la Sra. Clara. Al amanecer, Caramelo no despertaba hasta que Yami la retiraba
con mucha sutileza del lado de su compañera.
Transcurrieron varios días en los que la Sra. Clara y Caramelo
durmieron profundamente una al lado de la otra cada noche.
Un día, Yami se preparó para irse a su trabajo, en su
diligencia para colocar a Caramelo en su bolso de transporte la encontró en un
sueño que no era comatoso; se había quedado dormida para siempre. Acarició su
negro y crespo pelaje y pensó en la Sra. Clara; pensó que dentro de ese sueño
tan infinitamente profundo en el que estaba sumergida, estaría agradecida de
que Caramelo se había ido por la voluntad de El Creador, mas no por el producto
de la voluntad humana.
Al llegar al hospicio e ir a ver a la Sra. Clara,
encontró su cama vacía; Yami sintió que su corazón se estremecía, no podía
creer que aquellas dos almas habían partido juntas a la Eternidad. Fue a la
oficina principal a preguntar sobre la Sra. Clara y le informaron que en el
transcurso de la tarde había despertado de su coma con sus señales vitales
totalmente recuperadas y que había sido llevada a un hogar de rehabilitación.
Yami se sintió sobrecogida por la emoción; la tristeza
que sentía por la partida de Caramelo se convirtió en regocijo porque sentía
que aquella dulce mascota había dado su vida por su entrañablemente querida
ama.
ResponderBorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
“Una historia conmovedora, había un verdadero amor entre las dos…muy bonito.”
Una historia triste y conmovedora!
ResponderBorrarYo...
Así es muchas veces la realidad de nuestras vidas, triste y conmovedora. ¡Un abrazo fraternal!
BorrarMuy linda historia que nos dice de lo importante y significativo que son para el ser humano las mascotas. Bendiciones amiga
ResponderBorrarLas mascotas son ángeles que la vida nos permite escoger. ¡Bendiciones!
BorrarEs bonito el relato. Aunque roza algo triste, transmite un sentimiento de paz y serenidad. Me gustó. Muchas felicitaciones :-).
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ResponderBorrarLa tristeza es un sentimiento que le da forma y significado a nuestra existencia. Gracias por tu incansable consecuencia, mi querido Juan. ¡Dios te bendiga!
Es una historia con la q me identifico. El amor de los animales es único, sincero y puro. Yo siento q son ángeles q Dios nos envía para alegrarnos la vida. Extraño a mis perros, a mi gato y a mi loro.
ResponderBorrarTodo aquel que ha compartido parte de su vida con una mascota, tiene una tierna historia por contar. ¡Un abrazo fuerte!
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