El Maestrico

Cuando Emelina Rosa Chacín falleció en 1928, tres de sus siete hijos eran menores de edad. Durante los seis años que Emelina Rosa vivió su viudez, sus cuatro hijos varones trabajaron para ayudarle a sufragar las necesidades familiares.

Audoeno, el menor de sus hijos varones, por las mañanas vendía “Panorama” y por las tardes limpiaba zapatos en la barbería “Salón Violeta”, que estaba ubicada en la Calle Venezuela y que era propiedad del Sr. Alfredo Romero. Con el ejercicio de esos dos humildes trabajos se ganaba tres reales semanalmente.

Luego del sensible fallecimiento de esta joven madre, sus siete hijos se vieron forzados a seguir buscando un timón para sus jóvenes vidas sin aquel sublime cariño y apoyo maternal.

Las hembras se fueron a vivir con su tía Edilia Chacín y los varones tomaron rumbos separados.

El Sr. Alfredo Romero, quien estaba casado y aún no tenía hijos, le ofreció cobijo a Audoeno; éste era entonces un jovencito de catorce años.

Aunque la posición económica del Sr. Romero era muy holgada y Audoeno aceptó su humano ofrecimiento, el jovencito siguió trabajado día a día, en sus dos labores de vendedor de periódicos y de limpiabotas.

Una tarde vino al Salón Violeta un cliente nuevo, un señor de apariencia muy afable quien requirió los servicios de la limpieza de sus zapatos luego que le cortaran su pelo.

El joven Audoeno quien ya contaba con 16 años, en su oportuno momento, diligentemente y con todo su profesionalismo se dedicó a prestarle sus servicios.

“¿Compraste ese cajón limpiabotas o te lo regaló alguien?” Inquirió el cliente.

“Lo hice yo mismo, señor.” Le explicó el joven con respetuosa voz.

“Se ve muy bien fabricado, parece que lo hubiese hecho un carpintero.” Continuó el visitante sin dejar de observar el implemento de trabajo de aquel joven.

Audoeno sonrió sintiendo que aquellas palabras lo halagaban.

“¿Cómo conseguiste el material para hacerlo?” Ese cliente parecía estar más interesado en el cajón limpiabotas de Audoeno que en la calidad del servicio que le estaba prestando.

Audoeno entendía su curiosidad; la madera no era nada barata, ni los clavos, ni las lijas, ni los implementos de trabajo necesarios para cortar un trozo de madera a medida. Todo era caro y casi inaccesible para sus extremadamente pobres recursos económicos.

Sin dejar de lustrar los zapatos de su cliente, Audoeno le explicó, “A unas cuadras de aquí, hay una carpintería. Necesitaba un cajón para mi trabajo, con lo poco que gano limpiando zapatos y vendiendo Panorama nunca me lo podría comprar o mandar a hacer. Regularmente entre sus desechos hay pedazos de madera, clavos torcidos o que han perdido la cabeza, lijas muy usadas y hojas de serrucho con trabas muy desgastadas. Fui juntando desechos, hasta que pude construir mi cajón.” Le explicó sin dejar de sentir un poco de vergüenza.

“¡Caramba, jovencito! La verdad es que estoy impresionado. ¿Con qué tomaste las medidas para que te quedara tan perfectamente alineado?” Le dijo bajando el pie del pedestal del cajón y tomándolo en sus manos para detallarlo de cerca.

“No tengo un metro. El metro no es imprescindible, hay otras maneras de cortar a medida.” Su vergüenza inicial estaba tomando matices de orgullo por un trabajo bien hecho.

“¿Sabes leer y escribir?” La pregunta de aquel inquisitivo señor nacía de que en aquellos tiempos, el país era dominado por una dictadura avasallante que había cerrado todas las escuelas públicas, solamente las familias adineradas tenían acceso a ser educados.

“Sí, señor. Desde los ocho años vendo Panorama en La Plaza Baralt. Aprendí a leer preguntándole a las personas que me compraban el periódico qué decía en lo que estaba escrito en los titulares. También aprendí a escribir trazando esas palabras en la arena usando palitos.” Al decir esas palabras, los ojos de aquel delgado jovencito se nublaron de una nostalgia muy profunda.

El cliente guardó silencio por unos minutos, tal parecía que se había concentrado en un tren de pensamientos elaborado y profundo.

“¿Te gustaría dejar de vender periódicos y limpiar zapatos, si tuvieses la oportunidad de aprender una profesión formal?” Le preguntó poniendo el cajón de regreso en el piso.

“¿Una profesión formal?” Aquella pregunta fue hecha con más interés que curiosidad.

“¿Te gustaría aprender la carpintería y hacer de ella tu profesión? Soy el dueño de esa carpintería que queda cerca de aquí. Siempre hay plaza de trabajo para un buen carpintero. Te ofrezco un lugar como aprendiz. Estoy seguro de que en poco tiempo te harás hábil en este campo de trabajo. Además de aprender un oficio te cultivarás, pues tendrás que aprender las operaciones básicas de matemáticas. No me cabe la menor duda de que te vas a labrar un camino profesional.”

Audoeno lo miraba escuchando cada palabra de aquella proposición, sus ojos ya no tenían nostalgia, ahora brillaban con mucha esperanza.

“Mientras seas aprendiz no tendrás sueldo, pero tendrás las tres comidas diarias, e inclusive te puedes quedar a vivir en el recinto de la carpintería. Estoy seguro de que muchos clientes al ver lo prolijo que eres, te darán buenas propinas. Si progresas como yo lo vaticino, en muy pocos meses serás uno de mis carpinteros.”

Así fue como Audoeno Petit Chacín aprendió la profesión de la carpintería. En corto tiempo dejó de ser un aprendiz de aquel oficio para ser un diestro carpintero al que apodaron “El Maestrico”. No sólo tenía dotes de una excelente habilidad en el manejo de la madera como materia de construcción de todo aquello que pudiera ser construido con este elemento, sino que entrenaba con excepcional eficiencia a todo aquel principiante que llegara a trabajar con ellos.

Aquel vendedor de Panorama y limpiabotas en pocos años se convirtió en un experto ebanista.

                                                                                          Audoeno Petit trabajando en su carpintería.

 Antes de cumplir 30 años, llegó a tener una carpintería propia que contaba con una plaza de trabajo de 30 carpinteros. A lo largo de su trayectoria profesional le fueron encomendados trabajos de relevante jerarquía. Su primer gran contrato fue la fabricación de quinientos cabos para martillos. Las bancas del Templo de San Juan de Dios fueron fabricadas por sus diligentes y expertas manos. Se le ofreció un contrato de trabajo en la isla de Curazao para la reparación y reconstrucción de unos barcos. Viajó a Curazao en 1946 para un trabajo de un mes; hizo un trabajo tan productivo y eficiente que su contrato fue extendido por cinco meses más.

Audoeno Petit en Curazao,1946. El primero de izquierda a derecha, de pie.

Postal enviada a su esposa Alicia, desde Curazao

Tuvo que abandonar su trabajo de carpintería cuando tenía 33 años por que padeció una encefalitis. Los médicos no le daban vida, luego de superar esta terrible enfermedad perdió todo raciocinio y estuvo recluido en un hospital para dementes por varios meses.

Las secuelas de la encefalitis lo obligaron a alejarse de su profesión, su cerebro no soportaba los ruidos fuertes como los ruidos de las sierras cortadoras de madera y el martilleo de clavos.

Trabajó entonces como chofer de transporte público por un periodo de más de diez años, hasta que en 1959 obtuvo una plaza de trabajo como chofer de encomiendas de la Lotería del Zulia.

En el año 1969, la sede de la Lotería del Zulia, que antiguamente estuvo ubicada en el antiguo Palacio Episcopal frente a la Plaza Bolívar, fue mudada a otro local y toda su mobiliaria fue renovada. Todo el trabajo de carpintería fue encomendado a unos de sus choferes, el señor Audoeno Petit, quien tenía un historial de carpintero profesional.


  Antigua sede de la Lotería del Zulia

Entre todo ese trabajo estuvo la construcción de la imponente puerta de su fachada, la cual fue posteriormente donada a La Casa de la Capitulación o Casa de Morales, que es la edificación patrimonial más antigua de la ciudad de Maracaibo, adscrita al Acervo Histórico del Estado Zulia.

Retomó su profesión de carpintero con el caudal de trabajo de carpintería que le concedió la Lotería del Zulia; comenzó trabajando en la enramada de su casa para luego alquilar una modesta casa en el Barrio San José que se convirtió en la “Carpintería Petit” por varios años, hasta que se volvió a establecer en la enramada de su casa familiar en la Urbanización La Paz.

Hoja de facturero de la Carpintería Petit

Audoeno Petit volvió así a ejercer una profesión que se forjó con pasión y una destreza excepcional y fue carpintero hasta el final de su vida.

Audoeno Petit en la enramada de su casa en la Urbanización La Paz



 

 



 


Comentarios

  1. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit Villalobos:

    “Ese fue nuestro padre, tan excelente carpintero; muy reconocido por su enorme clientela. Sus trabajos eran de por vida. Fue trabajador de los muebles mas famosos del Zulia, Muebles Levine. Muchas puertas y gabinetes de cocina en la urbanizaciones La Paz, San Jacinto, La Trinidad; en fin en muchas partes de Maracaibo, todo un Señor de la Carpintería.”

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  2. Nostalgia, orgullo, sentimiento de compasión, todo se despertó en mi con esta historia que ya sabía pero que leerla de la excelente redacción de “mamaingrid" me revivió mi infancia y mi historia familiar, gracias

    Yo...

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  3. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Mirla Petit Villalobos:

    “Me tocaste el alma y el corazón con esta historia, eso no es un cuento, eso es una historia real. Dios te bendiga por esa manera de escribir. Hermosos y bellos esos recuerdos.”

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  4. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Mireya Petit Villalobos:

    “Me hiciste llorar con el cuento sobre nuestro padre. Dios te bendiga y te guarde esa mente por siempre. Te quiero mucho.”

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  5. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Yarelis Petit Villalobos:

    “Qué bella y conmovedora la historia de Papá, bien redactada.”

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  6. El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Marianela Fernández de González:

    “Me encantó, mi querida Ingrid. Me deleito leyendo tus historias. Un gran hombre tu padre.”

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  7. Que hermosa historia de tu papá, me quito el sombrero ante ti mi amiga , ante tal narración . Me traslade a la época y visite los lugares para admirar lo realizado por tu papá, pues soy admiradora de esas reliquias. . Bendiciones amiga sigue haciendo honor a ese Don que Dios te ha regalado . Te quiero mucho

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    1. Gracias, por tu solidaridad y tu sublime seguimiento. Es muy llenador el escribir y saberse acompañado por la lectura de personas que se sumergen es su contenido. ¡Una abrazo fuerte!

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  8. Excelente relato y también muy buenas fotografías que encontraste de mi querido abuelo Audoeno. Me alegra mucho ver esa donde sale trabajando con expresión jovial y lleno de fuerza, también la de su estancia en Curazao, de la que había visto otras fotos, mientras que la que aquí presentáis no recuerdo haberla visto antes. Qué bueno que se pudieron preservar y reproducir esas fotos, que para nosotros son documentos entrañables.
    Yo desconozco quién fue el carpintero empleador de Papá Eno, quien efectivamente lo recibió como aprendiz y lo vio convertirse en un experto carpintero. Ebanista por cuanto se capacitó para hacer muebles grandes y de excelente factura. Lo que sí se me dijo una vez fue que esa carpintería donde él comenzó su aprendizaje estaba por detrás del Templo de San Felipe Neri, en el mero centro de Maracaibo. Para una dirección más actualizada, se diría que estaba por detrás del Centro Comercial San Felipe.
    La carpintería que Papá Eno llegó a tener antes de cumplir los 30 años, estaba ubicada en el Sector El Tránsito. Efectivamente, tenía 30 empleados. Además en aquella época su industria contaba con sus propios medios automotores para transportar empleados, materiales y muebles.
    Él hizo las bancas de madera que hasta hace pocas décadas estaban en San Juan de Dios, es decir, en la Basílica de la Virgen de Chiquinquirá, en Maracaibo. Luego esas bancas fueron sustituídas por otras de diferente hechura, con cubierta de fibras de vidrio, que son las que se encuentran en el templo actualmente.
    Audoeno Petit también realizó reparaciones en las puertas de la Basílica.
    Veteranos trabajadores de la carpintería, que llegaron hace muchos años a trabajar en la Carpintería Florez del Sector El Recreo y Calle Celis de Maracaibo, me dijeron que cuando vinieron a establecerse en el Zulia, desde lejanas tierras, ya traían las referencias de la carpintería de nuestro abuelo... Así de famoso se había hecho.
    No hay duda que los problemas de salud que se le presentaron después, determinaron un lapsus en su desempeño como ebanista, el mismo que después retomó con gran despliegue de habilidades. Lo reseñáis muy bien.
    Muy cierto que le hizo trabajos de ebanistería a la Lotería del Zulia, en su antigua ubicación del centro. Creo que he conseguido una foto de la misma, que si lo veo posible, la compartiré en este mismo hilo conversatorio. Posteriormente, la Lotería del Zulia donó la magnífica puerta principal de estilo antiguo, por él realizada, a la Casa de Morales o de la Capitulación. Y es la que exhibe actualmente. Hay que señalar que la Casa de Morales, ha sido restaurada a lo largo del tiempo, por lo menos tres veces, y que la incorporación de esa puerta corresponde quizás a su segundo o tercer proceso de restauración. Está tan bien lograda que ofrece un aspecto robusto y antiguo, con sus elementos de bronce.
    La recuperación de Audoeno de su encefalitis fue gradual y una parte de su convalecencia transcurrió en su propia casa. Poco a poco recobró la capacidad para escuchar ruidos fuertes como el que producían la sierra o el cepillo eléctrico...
    Él a su vez, fue un excelente maestro carpintero para sus hijos varones. Yo, como nieto, apenas alcancé a ayudarle a girar unas tablas que se estaban secando, y a lijar unas bancas, mínimas actividades con las que me siento honrado...
    Tuvo vario ayudantes muy buenos que deberían ser recordados por quienes los conocieron, como Basilio y Luisito "El Jején", entre otros. Uno de sus amigos y colaborador en trabajos de talla decorativa en la madera, fue un polifacético muy célebre, y se convirtió en un grande en nuestra ciudad: Don Régulo Díaz (Kuruvinda). El Maestro Kurivinda, su amigo personal, era un depurado tallista, que en diversas ocasiones fue requerido, y acudió a la carpintería Petit para efectuar su obra artística sobre cabeceras de camas y otras piezas (referido por mi tío Audoeno Petit, hijo).

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    1. Querido Juan Carlos, tu amplio y relevante comentario expande y refuerza mucho la historia de cómo se forjó Audoeno Petit el camino hasta la cúspide como un destacado carpintero. Tus palabras le dan mucha solidez a lo real que es mi escrito, hay muy poco de fantasía en él. Seria fabuloso si pudieses documentar fotos. Gracias por referir a esos señores que fueron sus compañeros y colaboradores de trabajo. ¡Dios te bendiga!

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    2. Amén, salutes. Por ahí conseguí una foto de la antigua ubicación de la Lotería del Zulia, donde el hizo trabajos de ebanistería, pero creo que no hay forma de subirla acá en el comentario. Voy a ver si te las paso por email.
      Audoeno Petit Chacín, también fue un fundador de la democracia venezolana, junto con su cuñado Rafael Serrano, Juan de Dios Corrales y otros caballeros de valor, lucharon contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

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    3. Esa foto de la antigua Lotería del Zulia representa un icono para el Maracaibo de ayer, ese Maracaibo en el que creció Audoeno Petit; si me la envías la anexo a la historia. Rómulo Betancourt fue uno de sus ídolos de la Democracia de nuestra Venezuela.

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    4. Te envié las fotos al correo de yahoo. Puedes borrar este comentario. Salutes.

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    5. ¡Gracias! ¡Tu apoyo es siempre de incalculable valor!

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    6. Gracias, por nada. Mira, pues creo que la Lotería del Zulia después de estar en la sede de las fotos, cerca del Teatro Baralt, pasó a estar un tiempo en la Calle Carabobo (en realidad no estoy seguro, hay que preguntarle a los que saben). Es probable que para esa sede transitoria se hiciera aquella puerta, y cuando finalmente se mudaron a Bella Vista, la donaron a la Casa de Morales.

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    7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  9. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit Villalobos:

    “Excelente relato, muy bien enlazado con los tiempos. Todo eso fue nuestro padre. Ebanista de los buenos y muy responsable en sus trabajos. Esa historia me llenó de bellos recuerdos. Dios te guarde esa mente y te la mantenga activa siempre. Te quiero mucho.”

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  10. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Rubén Darío Petit Villalobos:

    “Excelente relato de cómo nuestro padre llegó a ser un gran carpintero, de verdad hermanita es admirable tu forma de presentar las historias, en cada una de ellas logras meternos en la misma como si lo estuviésemos viviendo ahora; también quiero resaltar el gran comentario hecho por nuestro sobrino Juan Carlos Viloria Petit enriqueciendo aún más el contenido del relato, en tal sentido, como hijo menor de Audoeno Petit, tuve oportunidad de aprender muchas cosas de carpintería que me han servido de mucho a lo largo de mi vida. Quisiera mencionar al Sr. Manuel que junto con el Luisito (el jején) son los que recuerdo como carpinteros trabajando junto a Papá. Por todo eso no puedo más que sentirme muy orgulloso de mis padres y de toda mi familia. Gracias, mil gracias y muchas bendiciones hermanita Ingrid Petit.”

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    1. ¡Manuel! Cómo olvidar al Sr. Manuel. Muy buen apunte tío Rubén. Hace tiempo estuve recopilando información sobre un Sr. Manuel Vivas, que era Carpintero, pero no he logrado confirmar que sea el que trabajaba con mi abuelo. ¡Un abrazo!

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  11. Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

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  12. Llegó retardado a leer y a comentar este magnífico relato. Te felicito, tía Ingrid, por el trabajo memorioso y el hilo cronológico. Muy buenos también todos los comentarios de los lectores, tías y tíos, y los complementos de Juan Carlos que siempre preguntaba a Papa Eno, con mucha curiosidad, sobre su pasado. Era algo inusual para un muchacho pequeño. Yo era muy recatado con el abuelo, pero una mañana me sorprendió despertándome muy temprano y me pidió que retocara a mano una pintura que había hecho con aerógrafo y compresor a un juego de comedor colonial de 10 sillas y una enorme mesa. Se trataba de inspeccionar los filos de la madera y pasar un pincel fino en los puntos dónde la pintura aerosol no había cubierto bien. Me tomó como cinco horas el trabajito. Lo hice sin chistar. Cuando terminé y le entregué la pintura y el pincel lavado con kerosen, vino a inspeccionar mi trabajo. Me dijo que lo había hecho bien y me llevó a su cuarto. Allí me dió un billete de cincuenta bolívares. Una fortuna!, Yo tendría 12 años, o sea eso fue alrededor de 1980. Era mucha plata. Yo no lo podía creer y el tuvo que convencerme, riéndose, de que me los había ganado. Otro recuerdo que tengo es que una vez le comenté que mi guitarra estaba rayada y el mismo se ofreció a lijarla y pintarla. Salí de esa guitarra en algún momento, pero me hubiera gustado conservarla. Era originalmente púrpura oscuro por detrás. El la pintó de verde oliva oscuro. Nadie tiene una guitarra de ese color. Donde yo la vea inmediatamente la distinguiría. Bonitos recuerdos del Señor Petit. Hay muchos chistes y anécdotas cómicas de la carpintería y de sus ayudantes, desde las borracheras de Basilio, hasta las ingenuidades del Señor Manuel.

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    1. Hello, brother. Muy buenos apuntes. Sí, él era serio e imponía mucho respeto, y a la vez era muy jovial, hacía chistes, y también era propenso a reírse. Se aprendía mucho de Papá Eno. Cuando se molestaba había que andarse serio, e imponía respeto, pero nunca fue un padre ni abuelo maltratador. Era puro amor, este abuelo, le doy gracias a Dios por haberlo tenido. Gracias por compartir ese relato de la pintada en la carpintería. Es como si te viera haciendo esos retoques de pintura a tus doce años. Yo recuerdo ese día. Muchas gracias a Tía Ingrid por este espacio en donde nos permite anotar tantas cosas. ¡Un abrazo!

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  13. Son muy bellos esos recuerdos, vivencias que muchos de nosotros no conocíamos. Ustedes que vivieron en Barrio San José justo al frente de su carpintería vivieron a diario durante esos anos el arduo trabajo de Papá y conocieron más de cerca la idiosincrasia de sus compañeros de trabajo. ¡Dios te bendiga!

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    1. Sí, nosotros vivimos un tiempo muy cerca y hasta al frente de la carpintería en el Barrio San José, uno de los barrios más viejos de Maracaibo, donde también conocimos a las excelentes familias Contreras, Ramírez y Pérez, que eran nuestros vecinos. Estábamos pequeños pero nos acordamos bastante claro de la carpintería, de su ambiente y de la actividad en horas de trabajo, de los ayudantes que allí trabajaban y hasta de la mascota que había, pero tampoco es que vivíamos metidos allí. Las anécdotas más divertidas :-) que de allá nos llegaron fueron a través de nuestros tíos, es decir, de tus hermanos, que también trabajaron allí, y creo que deben atesorar unas cuántas... ¡Abrazo!

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    2. Es un hermoso enhebrar de anécdotas y recuerdos, su eje es lo que hace este ir y venir de recuerdos mas significativo. ¡Dios te bendiga!

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  14. Acabo de leer la historia y los comentarios, me hicistes trasladar en el tiempo y sentir muchas emociones. Yo había escuchado que Papá Eno había quedado huérfano a muy temprana edad y también que aprendió a leer vendiendo periódicos y preguntando lo que decían los titulares, más no sabía la historia completa, también sabía que había tenido una carpintería en barrio San José y sabía que era un excelente carpintero ebanista bueno y otros detalles de su vida descritos aquí. Pero esa manera de contar la historia es excelente y cierta, además de la información agregada en los comentarios de Juan Carlos y Angel Luis. Recordé mis años vividos en casa de mis abuelos y es un muy grato recuerdo de mi infancia . Me acuerdo que en las mañanas acompañaba a Papá Eno a la tienda de Perozo a comprar pastelitos y los encargos del día de Mamá Alicia y también recuerdo cuando me metía en la carpintería en el patio de su casa y le tomaba las manos para quitarle la cola blanca que tenía pegada ya seca en la piel, cuando pasaba un heladero yo salía corriendo a su cuarto para pedirle dinero para comprar un helado y el se reía y me decía que queréis negrita faramallera y yo le hacía un gesto con la mano que era frotar los dedos y eso significaba quiero dinero, entonces me decía pásame la bolsita, está era una bolsita de tela que mantenía con monedas y me daba una y con eso yo salía corriendo a comprar el helado que a todas estas ya yo tenía al heladero esperando en el frente de la casa. Ese y muchos recuerdos más de mi abuelo tan gratos que nunca los.olvidare. Estoy agradecida con Dios por haber nacido en esta familia que tanto amo y orgullosa del ejemplo de vida que nos dejó Papá Eno.
    Gracias por escribir esta historia y mostrar esas fotos, también a los comentaristas que han participado enriqueciendo la historia aún más .

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    1. ¡Qué recuerdos tan dulces, negrita faramallera! Vos le robaste el corazón a Papá y te quedaste con ese corazón para todo el resto de la vida! Así es, la historia de Papaeno es una historia que por siempre conmoverá y abrazará los corazones de todos nosotros, sus descendientes. Dios lo mantenga en Su Santa Gloria.”

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