Un pacto entre dos obreras

Briony era una hormiga obrera, como toda obrera de su comunidad tenía que trabajar incansablemente para mantener muy bien suplidas las reservas de alimentos del hormiguero. Era obsesivamente apasionada en su trabajo, su obsesión la había vuelto extremadamente ambiciosa y perfeccionista; nunca estaba satisfecha con lo que lograba hacer pues siempre pensaba que lo hubiese podido hacer mejor.

Tristemente, su forma de vivir la había llevado a ser una hormiga infeliz; mantenía una batalla interna no solamente consigo misma sino que su ambición y perfeccionismo la habían convertido en un ser muy envidioso. Cada día vigilaba muy de cerca a cada una de sus compañeras y trataba de hacer todo mejor que ellas. Ella tenía que ser la obrera que hiciera más viajes de ida y vuelta para traer alimentos al hormiguero; ella era la que tenía que traer las porciones de comida más grandes. Al final de cada jornada pensaba que no había dado lo más de sí y se prometía que el día siguiente lograría mejores resultados.

Un día, Briony vio como una de sus compañeras se salía de la red de trabajo y tomaba un rumbo diferente. Sintió mucha curiosidad y se apresuró a seguirla conservando una distancia prudencial para que su compañera no se percatara de ello.

La hormiga caminó por un buen rato, tal parecía que seguía un camino que ya conocía, más sin embargo no se detenía a recoger alimentos. Llegó hasta la orilla de una laguna y trepó un árbol hasta llegar a una de sus hojas; allí se detuvo y se quedó inmóvil por mucho rato. Briony la miraba desde un punto donde sólo veía parte de su cuerpo.

Ese comportamiento le resultó muy extraño a Briony; después de estar allí extasiada por un extenso tiempo, bajó del árbol y encaminó sus pasos de regreso a su red de trabajo.

Briony quedó totalmente intrigada. ¿Qué sería lo que había hecho aquella obrera en aquella hoja? Esa escapada la había ciertamente atrasado un poco en sus labores diarias pero algo muy especial debía haber en aquella hoja y ella estaba decidida a averiguarlo.

Al día siguiente se alineó muy de cerca a la hormiga que quería seguir observando, pudo ver claramente cuando de nuevo la hormiga en un buen momento se salió de la fila para conducir su caminar hacia otros rumbos, por supuesto que Briony no vaciló en seguirla.

Como era de esperar, la susodicha obrera se dirigió exactamente a la misma hoja que había trepado el día anterior, pero esta vez Briony no se conformó con mirarla de lejos, esta vez subió tras ella y pudo ver cómo la hormiga simplemente miraba hacia abajo por un orificio que había en la hoja.

“¿Disculpa mi curiosidad, pero qué miras?” La obrera se sorprendió tanto al escuchar su voz que se quedó sin habla.

“Ayer te seguí también, viniste a este mismo lugar. ¿Qué hay allá abajo?” Insistió Briony.

“No lo sé. Sólo veo algo redondo y muy brillante. Yo pienso que pueda ser un diamante. ¿Quieres mirar?” Le dijo muy amigablemente.

Briony se sintió totalmente electrificada con aquella revelación, “¡Claro que quiero mirar!”

La espectadora se hizo a un lado para darle espacio a Briony para que se posicionara en aquel hueco mirador.

Briony se maravilló al poder ver aquel glorioso espectáculo. Allí muy abajo había una tela plateada ondeante en la que estaba suspendido un punto muy brillante que era sin duda un fabuloso diamante.

“¿Has intentado bajar a atraparlo?” Le preguntó Briony enervada totalmente con la idea de poder tener aquel diamante en su posesión.

“Me conformo con observarlo, es esplendoroso. Yo creo que es mágico porque aparece y desaparece cuando él quiere.”

Briony se hizo a un lado, su desmedida ambición no estaba de acuerdo con, “Me conformo con observarlo.”

Sin decir palabra comenzó a mordisquear la hoja para abrir un agujero desde el cual ella pudiera tener un palco de observación propio.

“¿Para qué estás abriendo otro agujero si desde este agujero lo podemos ver las dos?” Le preguntó su compañera un tanto sorprendida.

“Yo voy a abrir uno más grande, con un ángulo de vista más amplio y agudo.” Le explicó sin dejar de triturar agresivamente la superficie de la hoja con sus mandíbulas.

“Eso puede ser peligroso, tienes que ser muy cautelosa. Ten cuidado de no caer en ese abismo. ¿Qué tal si la vista nos engaña? ¿Qué tal si no es un diamante sino un demonio traga hormigas?” Trató de hacerla razonar.

Briony no parecía escuchar, estaba enardecida por su acostumbrada pasión.

“Si me aseguro de que es un diamante, bajaré a capturarlo y será mío solamente ya que tú le tienes miedo.” Bramó con enervante ambición.

“No te preocupes, si lo llegas a capturar me conformaré con verlo de cerca. Sólo te pido que tengas mucho cuidado. Ya no sigas haciendo ese agujero más grande porque te puedes caer.”  Le imploró con mucho desasosiego.

En la medida que aquel agujero se hacía más grande, Briony podía ver mejor aquel punto luminoso. Sentía que su cuerpecito vibraba con una emoción incontrolable.

Trató de bajar su cabeza para apreciar mejor aquel bellísimo diamante y se resbaló, su cuerpo se deslizó por la orilla del orificio y sin poder con el peso de su cuerpo se desplomó hacia el vacío.

Sintió que daba vueltas incontroladas en el aire y que caía sobre una superficie de agua. Aquella masa de agua la envolvió totalmente. Miró hacia arriba y pudo ver el brillo del sol, miró hacia los lados y sólo vio agua. Dentro de aquel ofuscamiento de terror buscaba el diamante, a lo mejor el diamante estaba flotando en la superficie del agua y la ayudaría a no ahogarse.

No había tal diamante, ni tal demonio traga hormigas; era el reflejo del sol, amargamente comprendió.

Briony entendió con mucho dolor e impotencia que su ambición la había hecho sucumbir en un abismo del que no podría salir, que de nada le había servido ser la obrera que más viajes de ida y vuelta había hecho hacia el hormiguero, ni ser la obrera que había conseguido y transportado las porciones de comida más grandes y pesadas, que en ese momento ella valía lo mismo o menos que aquella obrera que ella había llegado a considerar la más insignificante de todas.

Entendió, que aquella obrera que ahora la estaba observando desde el agujero de la hoja tenía más méritos que ella porque sabía hasta donde llegaban sus limitaciones, que entendía que lo que no era ni de ella ni para ella, debía conformarse con observarlo de lejos.

Mientras Briony estaba envuelta en su lucha por no ser tragada totalmente por aquella masa de agua y entender aquellos destellos de lucidez, cayó una hoja súbitamente en la superficie del agua.

“Agárrate de la orilla de la hoja para que yo te pueda ayudar a subir!” Escuchó que le gritaban.

Era la obrera que había estado arriba con ella.

Aquellas palabras fueron una descarga de energía que Briony absorbió y pudo aferrarse a la orilla de la hoja y con la ayuda de aquella audaz compañera,  pudo subir a flote.

“¡Mis mandíbulas son más fuertes de lo que yo creía; logré cortar el tallo de una hoja grande y pude planear en ella para venirte a rescatar!” Dijo triunfante.

Briony estaba abrumada por todo lo que acababa de acontecer.

“¿Viste el diamante?” Le preguntó con impaciencia.

“Ni el diamante, ni el demonio traga hormigas. Lo único que vi fue una hormiga desvalida muy ambiciosa que necesitaba una lección.”

“Si tú me prometes no contarle nada a nadie sobre el diamante, yo no le contaré a nadie que te resbalaste por el agujero inmenso que hiciste en la hoja.” Su voz denotaba cierta vergüenza.

Briony sonrió, “Trato hecho. Ahora, naveguemos hasta la orilla para que retomemos nuestro trabajo diario.”

Estas dos obreras se hicieron inseparables amigas y cada una aprendió mucho una de la otra: no a las ambiciones desmedidas, no al perfeccionamiento desmesurado, valorar sus logros, mucha precaución, no subestimar su fuerza física, conocer sus propias limitaciones, mucho compañerismo y saber guardar secretos relevantes, entre otras muchas cosas.




 

Comentarios

  1. A veces debemos caer de muy alto para tener los pies bien puestos sobre la tierra, excelente historia

    Yo...

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    1. Gracias, mi querida “Yo”. Cada comentario positivo es alentador para seguir escribiendo. ¡Bendiciones!

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  2. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:

    “La ambición no es buena, debemos ser conformes con lo que Dios nos presente… siempre hay algo que aprender…una buena reflexión… muy bonita historia.”

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  3. El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Migdalis León:

    “Ya lo leí, totalmente aleccionador, creo que tú y yo en algún momento fuimos como esa hormiguita, gracias a Dios aprendimos a tiempo.”

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  4. Bonito cuento. Un cuento para la reflexión y el aprendizaje 👍.

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  5. Gracias, mi querido Juan Carlos por tu siempre afable consecuencia! Dios te bendiga!

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