Cilanciosa

Hubo una vez una pequeña gatita llamada Cila. Desde que nació junto a un grupo de cinco hermanitos, su mamá notó que Cila no ronroneaba y la llevó al doctor. El doctor le dijo que Cila era totalmente normal. El doctor le explicó a mamá gata que no debería preocuparse porque Cila era una gatita demasiado apacible y que su ronroneo seguramente se manifestaría voluntariamente durante su crecimiento. Todos sus hermanitos se burlaban de ella, le ponían apodos muy feos. Le decían que tenía su batería descargada y su compartimiento de baterías no tenía puerta, por eso no le podían cambiar su batería; le decían que la maraca de su garganta estaba vacía. En lugar de llamarla Cila, la llamaban Cilanciosa. Cila sentía mucha vergüenza de ser diferente y se sentía muy triste por la burla que le hacían sus hermanos.

Un día, Cila decidió irse muy lejos de todos, quería estar en un lugar solitario donde nadie supiera que su cuerpo no podía ronronear. Cuando todos dormían, Cila se fue de su casa; caminó por muchas horas sin rumbo. Caminó, caminó y caminó hasta que su cuerpo estaba muy cansado. Ya era casi la noche y sabía que tenía que encontrar algún lugar seguro para descansar. Encontró una cueva que parecía ser un lugar seguro y se metió. Tenía mucha hambre; aun así, pudo dormir un poco.

Soñó que estaba en su casa y que su mamá le preparaba una comida deliciosa y que al comerla sentía que su cuerpo ronroneaba de gusto. Al despertar en aquella cueva solitaria, se dio cuenta de que había estado soñando y que su tristeza era mucho mayor que antes, ahora no sólo sentía la falta de su ronroneo, ahora le hacía falta la compañía de su mamá y de sus hermanos. Pensó que había cometido un gran error al alejarse de ellos, que había tenido que ser muy paciente porque ellos eran su familia y que ellos eran lo más importante en su vida. Pero ya era un poco tarde para darse cuenta del error que había cometido porque no sabía cómo regresar a su casa.

Le daba miedo salir de la cueva para buscar comida, en verdad no sabía ni qué buscar porque su mamá siempre le daba de comer. Además, su mamá le había dicho que era muy peligroso para los gatitos pequeños andar solitos; no pensó en eso cuando huyó de su casa. Muchas lágrimas empezaron a salir de sus ojos verdes. Pensó con mucho dolor y tristeza que el hambre y la soledad acabarían con su vida.

Decidió quedarse dentro de la cueva para no ser atacada por un animal grande; se sentía muy indefensa. Pasaron dos días, se sentía atrapada dentro de una soledad muy grande y silenciosa. Cuando se dormía, soñaba con su mamá y con sus hermanos; jugaba con ellos y todos ronroneaban muy felices, pero al abrir los ojos lloraba porque todo había sido un sueño.

Ya estaba llegando la noche de nuevo, pronto todo sería muy oscuro y extremadamente silencioso. Le dolía el estómago de tanta hambre que tenía. De pronto sintió pasos que parecían estar muy cerca de la cueva; en la entrada de la cueva vio la sombra de un felino muy grande; sintió que el corazón se le estremecía, sería acaso un tigre o un león que la destrozaría en pedazos. Sabía que era una gatita indefensa que sería destrozada con las afiladas garras de cualquier animal grande. Respiró profundo y sintió que había llegado su fin; sintió que aquellas pisadas cautelosas se acercaban cada vez más, hasta que pudo ver aquel animal. Abrió los ojos muy grandes, no podía creer lo que veía, ¡Era su mamá!. Al verla no le dolió más el estómago, sólo sintió una felicidad que le invadía todo su cuerpo y corrió hacia ella.

Se escuchó un par de voces que decían al unísono: ¡Mami!, ¡Mi bebé! Se abrazaron muy felices y sin que Cila se diera cuenta su cuerpecito ronroneó. Su mamá llena de mucho gozo le dijo: “¡Estás ronroneando!” Cila no lo podía creer, abrazó muy fuertemente a su mamá y le pidió perdón por haber huido. Madre e hija regresaron a casa. Cila  aprendió que hay que saber tener paciencia para que ocurran cosas buenas en la vida y sus hermanitos aprendieron que no hay que burlarse de nadie porque sus cuerpos sean diferentes. Fueron una familia muy feliz.




 

Comentarios

  1. El mensaje siguiente fue enviado vía Facebook por Ida Celina Ortiz:

    “Mamá Ingrid, una vez más felicitaciones por tan excelentes reflexiones. El Señor te proteja y cuide siempre. Bendiciones Mamá Ingrid. Te quiero muchísimo. Muuuuuuuuuk!

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  2. El mensaje siguiente fue enviado vía Facebook por Marianela Fernández de González:

    “Muy bueno el mensaje.”

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  3. El mensaje siguiente fue enviado vía Facebook por Zulima Predreañez::

    “Excelente mensaje como siempre, y aleccionador. Gracias, queridísima Ingrid."

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  4. El mensaje siguiente fue enviado vía WhatsApp por Ricardo Esteva:

    “¡Ajá, jajajajaja pero ronroneo!”

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  5. El mensaje siguiente fue enviado vía WhatsApp por Yarelis Petit:

    “Lindo cuento.”

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  6. El mensaje siguiente fue enviado vía WhatsApp por Magda Petit:

    “Muy bonita y tierna historia, me gustó mucho.”

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  7. El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Yolanda Rodríguez:

    “Gracias, Ingrid. Muy bello tu cuento de la gatita, felicitaciones.”

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  8. Desde hace días que leí este cuento estaba por comentarlo. A veces la conexión por móvil nos juega extrañas pasadas. Bueno, puedo decirte que el cuento me resultó agradable de leer. La forma narrativa de este cuento en particular, sobre todo en la primera mitad, se me pareció mucho a la de muchos cuentos Wayúu tradicionales. Lo cual debo decirte que fue otro aspecto de mi agrado. Pienso que de manera inconsciente hay en la literatura zuliana una fuerte influencia de la literatura oral de nuestros antepasados indígenas.

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  9. Mi querido Juan Carlos, tus comentarios son siempre enriquecedores y me halagan mucho. Dios te bendiga!

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  10. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:

    “Muy precioso y enternecedor. Me gustó mucho. Siempre con esa mente presta y ágil. Dios te bendiga, mi hermanita bella.”

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  11. El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Neudis Rivera:

    “Ingrid, cómo admiro tu capacidad tan sencilla y tan humanamente conmovedora para sensibilizar el sentir del lector.”

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