Pintura realizada por Sara E. Viloria Noroño, 2015
Cuando llegó el momento de escoger la universidad en la
que estudiaría no llegué a reparar en sí en el lugar en el que viviría. Había vivido ya tres años en aquel país, y
debido a la austeridad de mi vida de estudiante tal parecía que había vivido en
una burbuja que me había aislado de los aconteceres de la sociedad inglesa.
Ahora que analizo con objetividad lo que fue mi vida en
ese país, me doy cuenta de que yo pasé por Inglaterra, mas Inglaterra no pasó
por mí. Fui a ese país para estudiar, y a ello me dediqué con alma, vida y
corazón.
Tuve una amplia selección de universidades donde pude
haber ido a estudiar, por supuesto que solamente podía escoger una de ellas y
al escogerla, venía atada una ciudad que acogería mi vida por aquellos tres años
futuros.
Escogí la Universidad de Leeds en el condado de
Yorkshire, Noroeste de Inglaterra, donde las marcadas inclemencias del
anglicano clima, típicamente frio y húmedo, me harían sentir aún más el rigor de
estar lejos de mi caluroso clima tropical.
Leeds bajo la nieve. yorkshirepost.co.uk
A un año de mi llegada a ese país comenzó a ser noticia
un despiadado asesino en serie, cuyo radio de criminalidad era precisamente el
condado de Yorkshire; de ello vine a caer en cuenta a mi llegada a Leeds. Su
trayectoria criminalística había trascendido por tres años con un récord de
mujeres asesinadas salvajemente que le había hecho meritorio de ser llamado “El
Destripador de Yorkshire”.
A pesar de que yo seguía haciendo una vida de extrema
austeridad; enterarme de aquella horrorosamente peligrosa situación en que se
encontraba toda fémina que residiera en ese condado, no era cuestión de estar interesada, o de querer conocer los acontecimientos diarios de la ciudad; era
que el ambiente estaba invadido por “El Destripador de Yorkshire”.
El Destripador de Yorkshire era el tema de conversación diario en la universidad, había carteles por todas partes; se desconocía su rostro y su nombre. Scotland
Yard tenía su voz grabada, pues el muy despiadado asesino le enviaba grabaciones
a la policía para burlarse de lo ineficientes que eran al no capturarlo, lo
tontas que eran las mujeres al seguir saliendo desprotegidas a la calle; tenían
muestras de su sangre y de su saliva. Bastaba con discar un número donde se
podía escuchar su voz con sus abominablemente burlescas palabras.
En ningún momento era sensato transitar solas por las calles, especialmente después de la caída del sol. Permanentemente corría por mi cuerpo un miedo escalofriante.
Entre aquel miedo aterrador en el que fui a sumergirme por haber escogido aquella ciudad, también me vi sumergida en el más bello amor. En mi segundo año de estudios conocí a un dulce caballeroso joven que en el primer día que se cruzaron nuestras miradas me regaló caramelos para ayudarme a aliviar una descompostura estomacal producida por un largo viaje en autobús hacia una planta nuclear, que había sido organizado por nuestro departamento de ingeniería.
Ese encuentro evolucionó en un sentimiento muy sublime y
profundo que me llevó a ser sentir privilegiadamente amada.
Aquellos caramelos endulzaron mi existencia por el resto
de mi vida y aunque nuestras vidas convergieron por un muy corto periodo de
tiempo, le doy gracias a la vida por haberlo conocido y por el bello
sentimiento que floreció en mi corazón.
Experimenté el miedo haber vivido cerca de un abominable destripador de mujeres y el regocijante júbilo de haber sentido mi primer y eterno dulce amor.
Dulces Caramelos
Al escribirte me invades
El alma y el pensamiento
Siento que a mi piel la quema
Ese bello sentimiento
Que un día hace tantos años
En mi alma se hizo miel
Esa historia comenzó
Un día invernal de paseo
Hacia un noroeste anglicano
En el que me ofreciste caramelos
Me endulzaste de una manera sutil
Me hiciste tu prisionera
Ya nunca más de tu dulzor pude huir
Sigo de ti captiva
Aunque hoy en día
Escribirte sólo puedo
Cada que en ti pienso, me besas
Me sigues dando caramelos
El Joven de Los Caramelos
Bastó una tierna Sonrisa
Combinada con una cálida Mirada
Para que la Miel de aquellos Caramelos
Que cordialmente me ofrecías
A mi Corazón de Dulzura rebozara
Y por el resto de
mi Existencia
De él se apoderara
En aquel paseo yo me sentí fatigada
Pero aquellas intermitentes Luces
Que el brillo de tus Verdes Ojos
Sobre mí, lanzaban
Aunque mis náuseas no aliviaron
Me hicieron sentir
Como una liviana pluma
Que volaba
Porque una cálida
brisa
Tenuemente la soplaba
Dime Chiquito, cuál es la especia secreta
Con la que endulzaste aquellos Caramelos
Que al sentirme por ti amada
Me han hecho sentir que he vivido en un mismo Cielo
Un Cielo en el que de cuerpo no has estado presente
Pero donde tu Mirada, tu Sonrisa y tu Dulzura
Nunca han estado ausentes
ResponderBorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Magda Petit:
“Muy bella historia de amor, me conmovió mucho. Hermosos, tiernos y profundos tus poemas.”
ResponderBorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
“Bonita historia, yo recuerdo lo del destripador ese por las noticias, más nunca supe que era en esa ciudad donde te encontrabas. Dios te cuidó siempre. Muy bonitos recuerdos tenéis de esos dulces caramelos y de quien te los regaló.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Haydee González:
ResponderBorrar“¡Bella y conmovedora!”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Ángel Luis Viloria:
ResponderBorrar“Very interesting. The damned ripper died two years ago: COVID-19!”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:
ResponderBorrar“Es una parte de tu vida, muy recordada. Y ese amor eterno, tan hermoso que habéis vivido, siempre me entristece y me enternece. Dios te conserve esa memoria y ese talento para escribir.”
Hermosos poemas :-).
ResponderBorrarNacieron de una inspiración muy profunda! Un abrazo fuerte!
BorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por María Eugenia Rodríguez:
ResponderBorrar“Mi amiga, eternamente enamorada.”