Audoeno Petit Chacín, 1962

Mi oponente, mi apoyo, mi mejor amigo

Rememoro mis años de infancia desde que se dibujan en mi memoria y en ellos mi padre es la figura de un señor muy callado y serio a quien teníamos que obedecer. Cuando estaba en la casa teníamos que hacer mucho silencio para que pudiera descansar.

Mi padre era la autoridad máxima en nuestra familia, un señor que trabajaba sin descanso para darnos el sustento diario. El amor que yo sentía por mi papá era producto de una inercia familiar. No recuerdo ni un abrazo, ni un beso, ni una mirada de aquel ser tan importante en mi vida. Y no digo que nunca me abrazó, me besó o me dedicó una mirada bañada de amor de padre, pero yo no lo recuerdo. Éramos una familia tan grande que su amor de padre a lo mejor se consagraba en luchar incansablemente día a día para que no nos faltara el pan sobre nuestra mesa; una manera de expresar un amor tácito que nos mantenía la vida para que un día llegáramos a ser padres abnegados.

Cuando cumplí los doce años la figura de aquel señor callado, serio y trabajador cambió, se convirtió en mi contendor; se desató entonces una batalla en la que aquel coloso era mi mayor oponente para las aspiraciones de mi futuro.

Una de las teorías de vida de mi padre era: “aprender a leer y a escribir es toda la educación que necesitan las mujeres”, y la vida le concedió nueve hijas, yo la séptima de ellas.

Completar la educación primaria era la meta máxima que cada mujer de su familia culminaría, algo con lo que yo estaba totalmente en desacuerdo.

No me di por vencida y usé un arma fuerte, mi ilustre maestra de sexto grado, quien después de una amplia, convincente y válida conversación con mi padre logró que dejara de ser mi oponente para convertirse en mi aliado.

Desde que comencé a estudiar bachillerato viví para estudiar con unas ansias insaciables para ser el orgullo de mi padre, quería hacerle sentir que apreciaba aquella confianza que había depositado en mí al romper uno de los esquemas de su vida.

Mi padre fue durante esos cinco años mi mejor amigo, estuvo infaliblemente a mi lado para valorar cada uno de mis esfuerzos y mis logros, aplaudió incansablemente cada una de mis victorias, caminó a mi lado hasta que alcancé lo más alto de esa escalera. Cuando me tuve que detener a descansar para seguir cobrando impulso, él se detuvo conmigo.

Después llegó un reto aún mayor, mi ambicioso camino me llevó a marchar a Europa para cursar mis estudios de ingeniería; mi padre fue mi mayor apoyo en aquel reto pues sin su aprobación, no hubiese habido la aprobación de mi madre.

Me fui por seis años y aunque mi padre nunca me escribió, por palabras de mi madre, sabía que me escribía en sus pensamientos y que leía cada una de mis cartas y que lloraba mucho al hacerlo.

¡Oh, Dios! Cuán difícil fue aquella aventura en la que yo me embarqué lejos del regazo de papá y mamá. Mi mayor resiliencia vino de ellos dos. Aquel señor callado y serio de mi niñez ahora en la distancia ya no era ni serio ni callado; su mirada me acompañaba día y noche para infundirme valor.

Ese año que regresé con un certificado en mis manos que decía que yo había culminado satisfactoriamente unos estudios universitarios en ingeniería, viví una experiencia que permanecerá en mis recuerdos como uno de los momentos más sublimes de mi vida.

Salió publicado en el periódico un aviso de la compañía Procter & Gamble solicitando ingenieros. La entrevista era un lunes por la mañana en la ciudad de Barquisimeto. Leí el anuncio el domingo. Yo quería atender ese llamado, uno de mis cuñados me ofreció pagar el pasaje por avión para que viajara de una manera rápida y cómoda.

Era una oportunidad de comenzar a tocar las puertas que me abrirían el camino para hacerme profesional. Yo no vacilé en aceptar aquella amable oferta de ayuda por parte de mi cuñado.

Mi padre dijo entonces, “¡Yo te quiero acompañar!” No tenía corazón para negárselo, él me venía acompañando desde que comencé a estudiar primer año de bachillerato.

Lo relevante e impresionante de esto es que mi padre se había montado en avión una sola vez en su vida en el año 1946, cuando regresó de un viaje de trabajo que hizo en la isla de Curazao y su experiencia fue tan traumatizante que juró que nunca más en su vida se montaría en un avión.

El vuelo de Maracaibo a Barquisimeto duraba a lo máximo media hora, pero no dejaba de ser un  reto para mi papá.

Al abordar el avión y sentarnos en nuestros respectivos asientos, la mano derecha de mi papá sujetó muy fuertemente mi mano izquierda y no la soltó hasta que aterrizamos. Mi papá no habló durante el vuelo. No puedo describir lo que mi corazón sintió, toda una vida protegiéndome, calmando mis miedos y mis temores desde que se convirtió en mi mejor amigo y había llegado el día en el que al sostener y apretar mi mano fuertemente, yo calmaba su miedo.

Al terminar la entrevista y estuvimos listos para regresar a Maracaibo, mi papá me miró a los ojos y me dijo, “¿Al aeropuerto o al terminal de pasajeros?” Yo sonreí y le dije, “Al terminal de pasajeros.” Sentados uno al lado del otro en un carro viajamos por espacio de varias horas. El semblante de mi padre era de beneplácito y al sostener mi mano ya no había miedo, había un calor de padre que se sentía orgulloso de mí.

Aquella entrevista no tuvo ningún resultado de trabajo, pero me hizo vivir uno de los momentos más bellos de mi vida en el que la mano de mi papá buscó refugio en la mía.

 

 


 

Comentarios

  1. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Mirla Petit:

    “Este relato me ha hecho llorar. Papá tenía pensamientos muy distintos, él decía que a las hijas no se les podía estar abrazando ni besando. El amor de padre se demostraba con una buena educación, protección y cuidados junto con la madre, no dándoles libertas en salidas, etc.”

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  2. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Nelly Delgado:

    “¡Qué belleza, mi querida Ingrid! Recuerdo a ese viejo maravilloso y querido, trabajador como pocos. Un señor muy serio al que muchos le temían. Pero mira que yo no, recuerdo que era muy querida por él y me trataba con mucho cariño. Hasta la bendición se la pedía. Qué bonitos y satisfactorios recuerdos para ti. Tu viaje a Inglaterra a muchos saco lágrimas, me encuentro entre esos…”

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  3. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Marisol Díaz:

    “¡Qué bendición!”

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  4. El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Euberto Díaz:

    “Mi tío, siempre atento a todo.”

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  5. Caramba Ingrid, muy conmovedor tu relato. En algunos casos me paso lo mismo pero con mi madre. A mi papa, por primera lo vi llorar cuando me despedí de el en el aeropuerto de Maiquetía rumbo a Estados Unidos! En días pasados y revisando postales, encontré una de mi mama donde decía: Solo Dios sabe lo mucho que te extraño!. Aun salen par de lagrimas de mis ojos! En verdad , no tenemos idea de lo que hicieron nuestros padres por nosotros. En el caso de tu papa, ciertamente estricto pero con mucho amor.
    Una vez mas, gracias por compartir tu historia. Dios te Bendiga!

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    1. Las vivencias del pasado marcan nuestra vida de una manera muy significativa y muchas de ellas nos hacen comprender cuán importantes han sido muchas de las personas que formaron parte de nuestra formación integral. Gracias por tus emotivas palabras.

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  6. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:

    “Al leer esta historia he llorado mucho; estoy llorando. Todos sentíamos ese respeto, pero lo quise y lo quiero igual que todos mis hermanos. Padre valiente y esforzado por sus hijos. Dios lo haya acogido en Su Seno y lo tenga en Su Gloria y lo veamos en el cielo. Tuviste esa dicha de viajar con él, Gloria a Dios. Dios bendiga tu memoria, mi hermanita bella, Rebecurria.”

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  7. El comentario siguiente fue enviado via Facebook por Ida Celina Ortiz:

    "Lo conocí un ser humano intachable, serio, sí pero de buenos sentimientos. Mi papá, Elías Arrieta, lo quería mucho. Lo respeté y admire como luchó para levantar esa hermosa familia que considero mi familia. Dios te bendiga Mamá Ingrid, siempre con tus historias y relatos llenos de mucho sentimiento y amor. En El Nombre de Jesús te bendigo.

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  8. El comentario siguiente fue enviado vía WhtasApp por Rubén Petit:

    Creo que el mejor comentario que puedo hacer a este hermoso relato sobre nuestro amado y respetado padre es escribir un verso de mi gaita "ME SIENTO ORGULLOSO", la cual escribí y grabé días después de la muerte de Mamá (Alicia) en honor a nuestros padres.
    "AUDO ENO FUE UN SEÑOR / QUE CON SU GRAN RECTITUD / SIEMPRE TUVO LA VIRTUD / DE ENSEÑARNOS LO MEJOR / HONESTO Y MUY BUEN ESPOSO / PADRE POR DEMAS ESTRICTO / DEL TRABAJO ERA UN ADICTO / CON SUS HIJOS AMOROSO".

    Por aquí les dejo el link de la gaita en cuestión para el que desee escucharla.
    https://youtu.be/Ftpr9098Jio

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  9. El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Zulima Pedreañez:

    "Lindo relato sobre el amor de un papá y mira que era sério, pero bondadoso, porque nos daban de comer además de que vos nos preparabas para los exámenes. Bonitos momentos vividos, gracias."

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  10. ¡Vaya! ¡Qué buena cosecha de comentarios positivos colectaste! Por mi parte, me he quedado muy complacido por la forma en como discurre el relato, ameno y agradable, verdad que sí. Me gusta mucho tu estilo en esta publicación. De estos episodios sólo conocía partes, que a medida que fui leyendo, fueron completando escenas muy vivas y completas.Ciertamente, mi querido abuelo era una persona muy sensible y emotiva, y aquí se demuestra. Al igual que tu propia sensibilidad que siempre te ha caracterizado. ¡Nuevamente muchas felicitaciones! Me uno a los que desean seguir leyendo asiduamente tus relatos. ¡Muchas bendiciones!

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    1. Post scriptum. Me gusta mucho también la foto que pusiste. Luce bastante joven allí mi abuelo. Fue grato saber por mi madre, que la foto fue tomada en la casa de Santa Lucía donde vivieron, en la Calle Nueva Venecia, y que la ventana que se visualiza es la de una de las habitaciones de la casa. La calle Nueva Venecia es una calle emblemática de Maracaibo. Y estudios se han hecho en torno a ella como eje urbano dentro del Empedrao.

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    3. ¡Y no podían faltar (en la foto) las matas de Mamá Alicia!

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    4. Gracias por tu amplio y positivo comentario. Es muy gratificante sentir la participación masiva de muchas personas que quisieron y admiraron a Audoeno Petit. El alma se enaltece al sentir que los recuerdos escritos enhebran lindos sentimientos y recuerdos que se han hecho sólidos con el paso del tiempo. ¡Dios te bendiga!

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  11. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Yarelis Petit:

    “Bella experiencia. Papá era un sentimental con caparazón.”

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  12. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:

    “Bello el relato, me emocionó mucho. Sí, Papá era una persona muy seria y respetuosa. El exigía respeto pero daba respeto también, gracias a Dios somos como somos por la crianza que nos dio. Fue estricto pero gracias a Dios nos guio y nos enseñó el respeto. Éramos muchos y tenía que llevarnos derechitos. Él tenía sentimientos muy bonitos aunque no los demostrara.”

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  13. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Elena Petit:

    “Muy conmovedor tu relato. Él fue muy serio pero con muy buenos sentimientos. Lo sentí muy cerca de mi después que me casé. Yo llegaba a La Paz e iba a su cuarto y le contaba mis problemas y me aconsejaba. ¡Tan bello nuestro padre, que El Señor lo tenga en Su Gloria!”

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