¡Dorotea, Tea, Tea!

Este cuento es una continuación de mi cuento, “Camilo, Benito y Dorotea”, publicado en este blog el 10 de julio, 2022.

Habían brillado muchos soles, ahora que todo se había convertido en un recuerdo parecía que había sido un tiempo muy largo; pero cuando lo vivió nunca sintió lo que tardaba en transcurrir porque la felicidad de vivirlo lo hizo casi mágico e intangible. La vida no fue la misma para Dorotea después que entendió que Camilo, Benito y ella compartían el amor cristalino y profundo de su amo, Don Víctor.

Primero fue Benito quien se durmió en un sueño profundo del que no habría de despertar, luego fue Camilo.  Dorotea vio sufrir mucho a su amo en aquella oportunidad en la que ella había propiciado la ausencia de ellos dos, ahora esa ausencia sin regreso marcaba un dolor distinto en los ojos de aquel sublime señor. Ahora que estaba sola con él, como llegó a desearlo hacía mucho tiempo, sentía profundamente que ese amor que aquel noble corazón había sentido por cada uno de ellos no lo cambiaría la ausencia física de ninguno de ellos tres.

Cuando Don Víctor enterró a Benito fue al río con su carreta y Camilo; a su regreso trajo una piedra muy grande en la que talló el nombre de Benito y la colocó justo en el lugar donde yacía su inseparable perro. Dorotea y Camilo se miraron y con sus ojos llenos de lágrimas se dijeron: “Esa fue la piedra que aquel día rodó desde lo alto de la colina y cayó en la carreta.” Luego fue grabado el nombre de Camilo.

Benito y Camilo se habían dormido para siempre y sus restos descansaban bajo aquella piedra, en el patio de aquella cabaña que les sirvió de hogar.

Dorotea pensaba que algún amanecer sería ella la que se dormiría en un sueño profundo para no despertar más y le daba mucho dolor pensar que su amo quedaría solo.

La vida se desenvolvió de otra manera y fue Don Víctor quien se despidió de la vida. Sus amigos lo enterraron al lado de sus dos amadas mascotas; un tercer nombre fue tallado en aquella piedra.

Dorotea sintió que su vida también había terminado aunque aún ella estuviese despierta. Escuchó decir a uno de los amigos de Don Víctor, “Alguien se tiene que hacer cargo de la cotorra.” Sin esperar que fuese dicho algo más, Dorotea desplegó sus alas para alejarse de aquel lugar. No concebía la idea de llegar a tener otro amo, no sabía hacia dónde podría volar para mitigar aquella soledad tan infinita, pero prefería irse.

Voló río arriba, a medida que volaba iba recordando aquel episodio de celos y aversión que la llevó a mentirle a Benito y a Camilo en su afán de deshacerse de ellos. ¡Qué ironía le había jugado la vida! Gracias a esa fea jugada, llegó a ganarse dos amigos fieles e inseparables con quienes supo compartir el amor de un amo maravilloso.

Desde lo alto, vio el lugar exacto donde Camilo y Benito habían quedado atascados por la piedra que ahora servía de epitafio para sus nombres. Bajó para nutrir más aún su soledad con aquel inexorable recuerdo.

Su mente revivió cada una de las palabras dichas por ellos tres y sintió que se había perdonado a sí misma por haber sido malvada porque el amor la había redimido.

Sintió que la brisa tenía una fragancia muy sutil, una fragancia que la envolvía sublimemente y que la invitaba a seguir volando; así lo hizo y se remontó a las alturas de nuevo.

El aire se hacía cada vez más perfumado y en la medida que aquel perfume se iba transformando en una nube de concentrado aroma, sentía la melodiosa caída del agua del manantial del cual nacía el río.

Vio entonces el manantial que se encontraba adornado por un inmenso jardín floreado; instintivamente bajó como por los efectos de una orden mágica.

Aquel lugar no le era desconocido, ni aquellas multi coloridas flores. Había soñado muchísimas veces con ese lugar, era un lugar guardado en lo más recóndito de su imaginación. Así le había descrito a Camilo y a Benito aquellas supuestas flores curativas: “Cada flor tiene cuatro pétalos en forma de corazón, son pétalos muy carnosos, con muchos colores como las plumas que cubren mi cuerpo, el centro de la flor parece uno de mis ojos. Tienen un perfume exquisito que trasciende por los aires.”

Dorotea se sentía estupefacta, no podía entender cómo había soñado tantas veces con un lugar en el que nunca había estado y que aquellas flores existieran.

Comenzó a sentir que muchas aves se acercaban; tantas, tantas que cubrieron casi todo el cielo que la rodeaba. Al mirar hacia arriba vio aves multi coloridas como ella, que una a una fueron bajando hasta dibujar un  grueso círculo a su alrededor.

Hubo un silencio escrutiñador, Dorotea las miraba y ellas miraban a Dorotea. De pronto hubo un grito de júbilo que manó de una de ellas, “¡Tea! ¡Es Tea! ¡Es Tea!” 

Dorotea tragó una cantidad de saliva que en ese momento su  pico produjo, una cantidad mayor que la que había producido en toda su vida.  Estaba casi petrificada y aquellas aves parece que entendían el estado de shock en que se encontraba. Entonces una a una fue diciendo una palabra: “Tila, Fela, Lota, Mia, Pía, Kana, Mila, Mora, Toa, Ela, Túa, …” y ya cuando la última terminó aquel corear de nombres, le dijo, “Así nos llamamos cada una de nosotras, y tú eres Tea.”

“¿Me conocen?” Les preguntó hablando más con sus redondos exorbitantemente grandes ojos que con su pico.

“Rodaste río abajo al ser golpeada por un desplome de piedras hace muchísimos soles, eras entonces muy pequeña. Te buscamos incansablemente pero tuvimos que irnos sin ti.” Le explicó una de las tantas aves, con una mirada consternada por un profundo sentimiento de pesar.

Dorotea sintió que sus sueños recurrentes la volvían a invadir; se vio empapada, con mucho frío y casi sin vida en manos de su amo quien la revivía.  Ahora entendía cómo había llegado a aquella cabaña.

Su amo la llamó “Dorotea”, siempre le cantaba una canción muy cortita, “Dorotea, Tea, Tea, mi dulce Tea.”

Escapándose de sus recuerdos y sus sueños les preguntó, “¿De dónde vienen?”

“Venimos desde muy lejos, de una selva muy espesa.” Le contestó muy diligentemente una de tantas.

“¿Y por qué vienen desde tan lejos?” La curiosidad de Dorotea iba en aumento.

“Es una historia larga.” Adujo otra.

“Quiero que me la cuenten.” Pidió Dorotea con mucha humildad.

Tomó entonces la palabra sin que nadie se la disputase la que probablemente era mayor de todas, “Cuenta la leyenda que hubo un ave casi mágica, llamada Maya que era muy hermosa y perfumada, con una cola exuberante y un plumaje de un brillo y colorido excepcional. Los cazadores furtivos vivían en su acecho y la pobre Maya no tenía tranquilidad. Un día, cuando le desataron una persecución feroz para hacerla su cautiva, Maya llegó a volar muy lejos sin detenerse y logró escapar de ese acecho pero en su escapada perdió el rumbo de regreso, y a su vez perdió toda su fuerza y cayó desplomada en este manantial. Maya nunca pudo despertar, su cuerpo fue absorbido por la tierra y sus plumas se convirtieron en flores que por el resto del tiempo han florecido cada primavera en este lugar. Cada primavera venimos a visitar este jardín. Muchas de nosotras no vuelven a nuestra selva, porque ya están muy cansadas y se quedan a dormir aquí para siempre para acompañar a nuestra valiente Maya.” Aquel ave hablaba con una voz cargada de profundo sentimiento.

“Pero, ¿Cómo supieron que este lugar existía si dicen que su selva está tan lejos de aquí?” Preguntó Dorotea queriendo entender mejor aquel relato.

“Ese perfume que emanan las flores viajó con el viento y nuestros ancestros volaron guiados por él en busca de Maya hasta que encontraron este jardín. No puede existir otro jardín con flores con este colorido y este aroma, más que uno donde descanse nuestra amada Maya. Todas tenemos un poquito de ella, así que nos llamamos las aves Maya.”

“Entonces, yo soy una Maya, también.” Dijo Dorotea con el pecho henchido de una intensa emoción y mucho orgullo.

“Ahora cuéntanos tú, querida Tea, cómo sobreviviste el embate de las piedras y el fuerte caudal del río, cuéntanos dónde has vivido todos estos soles.” Fue la pregunta hecha por una de las Mayas.

Dorotea les contó entonces cada detalle de su vida en aquella cabaña, junto a un amoroso y sublime amo y a sus compañeros Camilo y Benito; hasta ese mismo día que decidió volar sin saber hacia dónde la conducían sus alas.

Todas las Mayas compartieron cada palabra de su relato con profunda hermandad.

“Llévanos a esa cabaña, cada una de nosotras le llevará una flor para adornar ese sublime lugar de descanso.”

Todas volaron en una colosal bandada, llevando cada una consigo una flor de aquel increíble jardín.

Dorotea regresó con sus Mayas a aquella selva espesa donde había nacido.

Cuando volvió la primavera, todas regresaron para visitar de nuevo el jardín de aquellas exquisitas flores y consiguieron un manantial sin jardín. No lograban entender cómo se había extinguido aquel jardín que había florecido por tantísimos soles; entonces siguieron volando hasta llegar a la cabaña, en cuyo patio bajo una enorme piedra que tenía tallado los nombres, “Don Víctor, Camilo y Benito”, yacían los tres cuerpos dormidos de los tres seres que Dorotea había amado más durante su vida y quienes a su vez ellos la habían amado a ella.

Encontraron entonces que aquel lugar se había convertido en un precioso jardín donde ahora florecían aquellas flores que por tantos soles habían florecido en el nacimiento del manantial, donde un día se quedó dormido para siempre el cuerpo de Maya.



Comentarios


  1. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Nelly Delgado:

    ¡Qué bello! No te imaginas cuánto disfruto leerte. ¿Y cuándo sacarás tu libro de cuentos?

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  2. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:

    “Qué bonito final y qué gran imaginación la tuya. Dios te bendiga y te mantenga así siempre.”

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  3. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:

    “Muy, pero muy bonita. Siempre consiguió un motivo para vivir a pesar de su soledad y encontró compañía.”

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  4. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Magda Petit:

    “Déjame decirte que cada vez me admiro más de tu imaginación, yo no sé de dónde sacas tantas historias y tantas ideas bonitas. Me gustó bastante esta historia.”

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