Un Conejito y un Dragón
Escribí este cuento para mis niños en 1989, en ese entonces lo titulé “Una princesa y Un Dragón; luego en el año 2016 lo reescribí y edité para mi nieto Víctor Andrés:
Se acercaba el cumpleaños de Mamá Sandy
y el conejito Víctor quería regalarle algo muy especial. Sabía que a ella le
encantaban las fresas, y había oído hablar de un huerto inmenso de fresas
situado en un lugar llamado Cottontown, que no estaba demasiado lejos del
bosque de Springfield.
El día antes del cumpleaños de Mamá
Sandy, Víctor decidió ir a buscar el huerto de fresas en Cottontown para
recoger las fresas más jugosas y frescas y dárselas a su mamá como regalo de
cumpleaños. Realmente no sabía dónde estaba Cottontown, había escuchado decir
que estaba en algún lugar al norte de Springfield. No quería preguntarle a su
Papá JD porque también quería sorprenderlo. Sabía que su papá tenía una brújula
que usaba para encontrar lugares.
Se las arregló para agarrar la brújula de su papá sin preguntarle, pensó que estaría bien porque sería con el propósito de hacerle un regalo muy lindo a su mamá. Si pudiera usarlo para encontrar el camino a Cottontown, podría demostrarle a su papá que él era un conejito muy inteligente, y también estaba seguro de que su mamá realmente apreciaría las fresas.
Ese día, Víctor se levantó muy temprano antes que su mamá y su papá, y se preparó para su largo viaje a la siembra de fresas en Cottontown. Su mochila estaba casi vacía, sólo puso en ella una pequeña canasta para recoger las fresas y la brújula de su papá.
Dejó una nota en la mesa del comedor:
“Volveré pronto. Los amo. Víctor"
Víctor estaba seguro de que no tendría
problemas para encontrar el camino a Cottontown; volvería con una canasta llena
de deliciosas fresas en muy poco tiempo.
Se encaminó al norte a través del
bosque de Springfield.
El conejito Víctor comenzó a sentirse
muy hambriento y cansado. No comió nada antes de salir de casa y no empacó
comida ni agua. Se detuvo en un pequeño riachuelo para beber un poco de agua y
comió pasto y flores; eso contentó su barriguita y le dio energía para seguir
su camino.
Se dio cuenta de que había viajado
hacia el norte durante demasiado tiempo y todavía no veía señales de la siembra
de fresas. Comenzó a preocuparse un poco, necesitaba encontrar Cottontown. No
podía volver a casa sin una canasta llena de fresas para Mamá Sandy.
Pensó que pronto oscurecería y todavía
no había encontrado el lugar que estaba buscando. Estaba un poco asustado.
Pensó que su mamá y su papá deberían estar muy preocupados por él. Pensó que
probablemente sería prudente volver a casa, pero luego se dio cuenta de que no
conocía el camino de regreso a casa, se había alejado demasiado de Springfield.
Ni siquiera estaba seguro en dónde se encontraba en ese momento.
Escuchó algunos pasos detrás de él, una
especie de gruñido también. Ahora estaba más asustado, necesitaba encontrar un
lugar seguro para esconderse; vio la entrada de una gran cueva y pensó que
podría ser un buen escondite. Los pasos detrás de él se acercaban cada vez más;
fuese lo que fuese, parecía un animal grande y feroz con respiración agitada.
Víctor estaba a punto de entrar en la
cueva cuando un gran lobo saltó y aterrizó frente a él. El lobo le mostró sus
grandes dientes afilados y rugió como diciendo, "¡Estoy listo para comerte
porque tengo mucha, mucha hambre!"
Víctor estaba tan asustado que no podía
moverse, ni siquiera gritar para pedir ayuda. Incluso si pudiera gritar, sabía
que estaba completamente solo en ese bosque desconocido; nadie podía venir a
rescatarlo de los colmillos de esa bestia hambrienta.
De repente, un chorro de agua muy
fuerte golpeó al lobo; el chorro de agua era tan fuerte que hizo rodar al lobo
como una pelota. El lobo huyó; corrió y corrió para escapar de ser ahogado por
el chorro de agua.
Víctor estaba petrificado, sorprendido
y aliviado. No sabía de dónde había salido ese poderoso chorro de agua, pero lo
había salvado de ser devorado por ese gran animal hambriento.
"¿Estás bien?" Le preguntó
una voz suave y amistosa. Víctor no veía a nadie.
"Si, gracias." Dijo con la
vocecita que pudo pronunciar después de haber pasado por tal momento de pánico.
Quienquiera que le hubiera hablado
guardó silencio. Víctor miró a su alrededor, pero no vio a nadie.
"¿Dónde estás?" Preguntó
Víctor.
"Estoy dentro de la
cueva." Respondió alguien con mucha suavidad.
“¿Puedo pasar? Estoy perdido y tengo
miedo de que el lobo vuelva para comerme." Víctor seguía sin poder ver a
nadie.
“Antes de que entres en la cueva,
déjame decirte que no te voy a hacer daño.” La voz era suave, pero
definitivamente sonaba como si saliera de un animal grande.
"Tus palabras me siembran
confianza." Víctor suspiró, preparándose para entrar en la cueva.
"¡Espera! Antes de que entres
debes saber que soy un animal grande, ¡Por favor no me tengas miedo!" Su
voz ahora sonaba un poco preocupada.
"Te prometo que no te tendré
miedo", Víctor le aseguró.
"Necesitas saber, soy un animal
muy extraño." Ahora sonaba un poco avergonzado de sí mismo.
Víctor sintió mucha curiosidad,
"¿Qué tan extraño eres?"
“Quizás nunca hayas visto ningún animal
como yo. Pertenezco a una tierra muy lejana.” El animal escondido explicó.
"¿Más lejos que el bosque de
Springfield?" Víctor continuó preguntando.
“No sé dónde está ese bosque. Me escapé
de mi tierra natal, encontré esta cueva y he estado escondido aquí desde
entonces.” El extraño animal confesó con una voz muy triste.
Víctor no pudo evitar sentir pena por
él, "Lo siento mucho, debes sentir nostalgia y sentirte muy solo."
Quería decirle algo para que se sintiera mejor.
"Estoy acostumbrado a estar solo.
De hecho, me siento mejor estando solo, porque nadie se burla de mí.” Admitió
tristemente.
"¿Por qué alguien querría burlarse
de ti?" Preguntó Víctor.
“¡Porque soy muy raro, soy muy
diferente al resto de mi especie!” Su voz se estaba volviendo demasiado triste.
“Voy a entrar en tu cueva. Te prometo
que no me voy a asustar.” Víctor sonaba muy confiado.
Con un par de saltos, Víctor estuvo
dentro de la guarida. El lugar estaba un poco oscuro, pero pudo ver un animal
amarillo, tenía un cuello largo con una cresta verdosa que crecía hasta el
final de una cola larga y pesada, que terminaba en una flecha. Tenía garras
afiladas, dientes largos y afilados, una piel escamosa como un cocodrilo, tenía
dos cuernos azulados y dos alas venosas. Sus ojos eran enormes, pero tenían una
mirada amable. Los ojos de Víctor se agrandaron tanto como pudieron. Se quedó
sin palabras, estaba un poco en estado de shock, pero no estaba asustado.
"Soy un dragón." Dijo
lleno de vergüenza.
Víctor había oído que los dragones eran
animales legendarios. Eran animales peligrosos que disparaban fuego por la
boca. Simplemente no dijo nada; siguió mirando al dragón. Era realmente grande,
pero no tanto como había imaginado que sería un dragón de verdad.
“No te voy a hacer daño. No podría
hacerle daño a nadie, ni siquiera a un lobo hambriento como el que te iba a
comer. Viste que simplemente lo asusté." El dragón le explicó a Víctor,
quien mantenía la distancia que los separaba.
Víctor al fin habló, “¿Tienes una
manguera? Porque vi un chorro de agua que hizo que el lobo se alejara."
“No, no tengo una manguera. Soy un dragón
muy extraño, en lugar de disparar fuego, disparo agua. Nací para ser diferente.
Todos los dragones se burlaban de mí. Se burlaban de mí y me insultaban.
Incluso olvidé cuál es mi verdadero nombre. Me sentía muy triste e incómodo
viviendo en La Tierra de Los Dragones, así que huí. Un día volé y volé sin una
dirección específica. Sólo quería estar lo más lejos posible de ese lugar. Vi
este bosque, aterricé porque había estado volando demasiado tiempo, encontré
esta cueva, que es lo suficientemente grande como para ser mi hogar, mi
escondite. He estado aquí desde entonces.” Sus ojos se habían cargado de
pesadas lágrimas.
Víctor sintió muchísima pena; quería
decir algo que lo hiciera sentir mejor, "Es mejor apagar incendios en
lugar de iniciarlos."
“Supongo que tienes razón, pero los
dragones piensan diferente. Disparar fuego es nuestro orgullo." El dragón
movió levemente su cabeza para deshacerse de sus lágrimas.
"Mi nombre es Víctor. Como puedes
ver soy un conejo. He venido desde Springfield. Mañana es el cumpleaños de mi
mamá y quiero regalarle una canasta llena de fresas. Salí de casa muy temprano.
He viajado al norte en busca de una siembra de fresas ubicada en un lugar
llamado Cottontown. Me encuentro perdido."
Víctor quería que el dragón
sintiera que quería ser su amigo.
“Lamento escuchar que te perdiste. Si
quieres, puedes quedarte en esta cueva esta noche, y mañana muy temprano puedo
ayudarte a encontrar el camino de regreso a casa. No sé dónde está Springfield,
pero puedes montarte en mi espalda y desde el aire quizás podrás verlo.” El
dragón parecía emocionarse con la idea de ayudar a Víctor.
"Gracias, eres muy amable. ¿Cómo te
llamas?” Víctor le preguntó.
"Olvidé mi nombre, los otros
dragones solían llamarme Bombero." Respondió avergonzado bajando la cabeza
para evitar mirarlo.
“Si me lo permites te voy a llamar
Géiser. Me encantaría que conocieras a mis padres. Te estarán muy agradecidos
por haberme salvado la vida y haberme ayudado a encontrar el camino de regreso
a casa.” Víctor había comenzado a sentir que el dragón era su amigo.
“Gracias Víctor. Me gusta ese
nombre." Sus lágrimas se habían ido y una sutil sonrisa adornaba su enorme
rostro.
Víctor y Géiser se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente, ambos se
levantaron temprano y se prepararon para la aventura. Víctor se montó en el
lomo de Géiser.
El dragón batió sus alas una y otra vez
hasta que despegó para volar por el cielo. Ambos estaban muy emocionados y
complacidos de compartir ese momento.
"Volemos hacia el sur. Springfield
debe estar en esa dirección." Dijo Víctor mostrándole su brújula.
"¡Eres mi maestro, Víctor!"
Géiser nunca había sido tan feliz en toda su vida.
Llevaban volando poco tiempo cuando
vieron una gran cantidad de humo denso proveniente del bosque.
"¡Mira Géiser, parece que hay un gran incendio ahí abajo!" Víctor exclamó.
"¡Bajemos, quizás yo pueda ayudar a apagar ese fuego!" Géiser voló diligentemente hacia el denso humo. Una vez que aterrizaron, pudieron ver un cobertizo muy grande que ardía en llamas altas. Muchos conejos intentaban apagar el fuego arrojando baldes de agua.
Todos huyeron cuando vieron al dragón amarillo. Había una laguna cerca del cobertizo.
“Bájate de mi espalda Víctor y mantente alejado del fuego. Voy a tragar toda el agua que pueda para apagar el fuego ". Géiser le dijo a Víctor. Víctor lo obedeció.
Géiser voló a la laguna y tragó toda el
agua que pudo; luego voló de regreso y disparó una poderosa corriente de agua
sobre las altas llamas. El fuego fue sofocado por completo.
Todos los conejos vieron esa actitud
heroica y vinieron corriendo para agradecer al dragón.
“Has salvado nuestro almacenamiento de
fresas. Nunca hubiéramos podido apagar el fuego. La Comunidad de Conejos de
Cottontown te estará eternamente agradecida. ¿Cuánto te debemos?" Uno de
los conejos más viejos expresó.
Géiser estaba muy complacido. Los
conejos ya no parecían tenerle miedo.
“Ha sido un verdadero placer haber
podido apagar el fuego. Mi amigo Víctor viajó desde Springfield para recoger
fresas para su mamá, hoy es su cumpleaños. Le agradecería mucho que nos
permitieran recoger algunas fresas." Géiser dijo con mucha humildad.
"Por favor, siéntanse libres de recoger
tantas fresas como deseen. Pueden volver cuantas veces quieran." Todos los
conejos aplaudieron.
Víctor y Géiser recogieron todas las
fresas que pudieron y llenaron la canasta.
Víctor volvió a montar su dragón y
volaron hacia el sur a través del cielo hasta que vio su comunidad de conejos
en el bosque de Springfield.
Víctor llamó a la puerta de su casa,
Mamá Sandy abrió la puerta:
"¡Feliz cumpleaños Mamá!"
Felizmente exclamó presentándole las fresas.
"¡Hijo! Hemos estado muy
preocupados. ¡Tu papá te está buscando por todo el bosque! Mamá Sandy lloraba.
“Lo siento mucho Mamá. Quería darte una
agradable sorpresa para tu cumpleaños. Tengo un nuevo amigo que me salvó la
vida y me ayudó a encontrar el camino de regreso a casa. Esta canasta de fresas
es tu regalo de cumpleaños. Vamos a buscar a papá, luego les contaré todo sobre mi amigo y lo que pasó.”
Víctor y Sandy corrieron por el bosque
y encontraron a Papá JD. Éste abrazó a su hijo; estaba muy feliz de ver que no
le había pasado nada malo.
Una vez que estuvieron de regreso en
casa, Víctor les contó todo sobre su viaje para buscar el huerto de fresas en
Cottontown; sobre el lobo y cómo un dragón lo había salvado. Les contó todo
sobre su amigo Géiser.
Papá JD y Mamá Sandy quisieron conocer
a Géiser para darle las gracias y compartir la celebración del cumpleaños de
Mamá Sandy.
Fueron al lugar en el bosque donde el
dragón estaba guarecido. Lo saludaron y le agradecieron por haber cuidado tan
bien a su conejito.
Mamá Sandy hizo dos pasteles de fresa:
uno pequeño y otro grande. Papá, Mamá y
Víctor compartieron el pastel pequeño; el pastel grande había sido hecho
especialmente para Géiser.
Invitaron a Géiser a vivir en una cueva
en el bosque de Springfield, y él aceptó con gusto. Se hizo amigo de todos los
conejos. Fue nombrado el bombero oficial de la comunidad de conejos de
Springfield.
Todos ellos vivieron felices para
siempre.
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Nelly Delgado:
ResponderBorrar“Hermosa narración, lo disfruté de principio a fin como si fuera una niña… De vez en cuando la dejo salir y más si es para disfrutar este tipo de lecturas. Un abrazote, Mamá Ingrid.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit;
ResponderBorrar“Qué historia tan emocionante… me gustó mucho. Gracias a ese conejito, el dragón consiguió ser feliz y vivir en comunidad.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Cristina Colazo:
ResponderBorrar“¡Me encantó, Ingrid, grandes moralejas!.”
Hola Mama Ingrid. Bonito cuento. Hasta sentí que estaba sobre el lomo del dragón y veía todo el área bajo nosotros. Excelente.
ResponderBorrarEn realidad, cuando visitaste Gallatin, estuviste muy cerca de Cottontown y de Springfield, sólo te hizo falta el dragón. ¡Un abrazo fuerte, querido amigo!
BorrarHermosa fábula con una también muy bonita ilustración.
ResponderBorrarGracias, mi querido Juan. Siempre consecuente con mis cuentos. ¡Que Dios te bendiga!
ResponderBorrarEl comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Mirla Petit:
ResponderBorrar“Qué lindo es cuando se consigue a alguien que lo ayude y se convierta en su amigo.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Emelina Petit:
ResponderBorrar“Estos nietos te mueven el numen. Dios te cuide esa imaginación y te de mucha lucidez, siempre.”