Irilena
“Iria es un nombre de origen griego que significa
“Arcoíris, “la de hermosos colores”, o “aquella que anuncia”.
Irilena nació un día de primavera cuando se completaba la
primera década del siglo XX, aquella época en la que en las actas de matrimonio
y de nacimiento se especificaba el trabajo de la mujer como, “labores propias
de su sexo”, quedaba en ello
sobreentendido que la mujer nacía para ser obediente a sus padres, a sus
hermanos varones, y un día a su futuro esposo con el que procrearía hijos y cuidaría del hogar en el que había de
criarlos, aunque le hubiesen escogido para padre de sus hijos a un hombre que
no le llegara a la altura de su calidad humana y la vida la obligara a
convertirse en padre y madre de ellos.
Irilena heredó la esbelta estatura y los ojos marrones de
su padre y una fortaleza física férrea de la mezcla de sus ancestros paternos y
maternos.
Su belleza física ha de haber sido tan exquisita como la de
su mamá, pero la belleza de su corazón se ganó todos los laureles que un ser
humano excepcional merece que le sean otorgados.
Cuando niña padeció dos terribles enfermedades, fiebre
tifoidea y pleuresía, cuyos cuadros eran de alto riesgo mortal para los
recursos y conocimientos médicos de un recién nacido siglo; Irilena
milagrosamente sobrevivió aquellas dos terribles enfermedades.
Cuando tenía trece años, la pleuresía llegó a robarle su
apetito y su capacidad respiratoria casi en su totalidad.
Le dijo una noche con extremo pesar su médico de cabecera
a sus padres, “No hay nada que yo pueda hacer; para aliviarla un poco puedo
punzar los pulmones para drenar el exceso de líquido y baje su inflamación, al
menos no morirá ahogada; pero la punce o no, esta niña no amanece viva.” Su
padre, sumergido en asfixiante dolor le dijo, “Si mi hija ha de morir de todas
maneras, deje su cuerpo tranquilo.” Entonces el médico salió de aquel humilde
hogar que se preparaba para la partida de aquella sublime criatura.
Aquel padre cuya fortaleza estaba ya resquebrajada por la
impotencia de ver que la luz de su hija mayor se iba apagando y ver a su esposa
sumergida en el pozo de un dolor indescriptible, salió a ahogar su cuerpo en el
alcohol.
En aquel recinto donde los hombres iban a consumir alcohol
para abatir sus constituciones y nublar sus conciencias, alguien se le acercó y
le dijo, “Ore usted al Creador, sólo Él concede la sanidad que escapa de las
manos del hombre.”
Esa noche, aquel dolido y acobardado padre, lloró y oró
hasta que el sol anunció la llegada de un nuevo día.
Irilena sobrevivió esa noche y las noches que siguieron
ochenta años más.
Cuando tenía quince años se celebró su matrimonio con un
hombre que nunca supo apreciar el ser humano que tomaba por esposa.
En los años que compartió vida con su esposo, Irilena
tuvo seis hijos; cuatro de ellos murieron siendo muy pequeñitos. Sólo tuvo el
privilegio de ver crecer a su primer hijo y a la menor de los seis.
Siendo una esposa fiel, pulcra y solidaria, una mujer de
hogar abnegada y una madre sin igual, Irilena no fue honrada por un esposo que
nunca le concedió el lugar que en su hogar se merecía.
Gracias a un golpe de suerte, ganó un buen premio en la lotería;
invirtió sus ganancias en la compra de un taller de mecánica de autos para
fomentar la profesión de su esposo, quien a corto plazo hizo uso de su potestad
de cabeza de familia para venderlo e invertir tal capital en la construcción de
una casa quinta donde se mudaría con otra compañera. Paradójicamente, aquella
casa quinta de imponente construcción quedaba a corta distancia de la pobre
casa donde Irilena viviría por el resto de su vida.
La casa de Irilena fue siempre muy pobre pero muy
acogedora y limpia; siempre se respiró en ella un aura de amor y paz.
Irilena crió con todo amor hijos que no nacieron de su
vientre, inclusive hijos engendrados por su esposo que no nacieron de ella.
Irilena sólo supo prodigar amor, cuidados y abnegación a esos niños que llegaron a ella por la causa
que fuese, ella sólo supo ser la madre amorosa que ellos necesitaban aunque
después fueran arrebatados de su lado.
No sé de nadie que haya dicho haber escuchado de boca de
Irilena palabras de resentimiento hacia su fallido esposo, ni siquiera hacia
aquella señora que disfrutaba de los bienes que por ley le correspondía a ella
y a sus dos hijos.
Irilena fue siempre una vecina servicial y consecuente en
su barriada, incluyendo a la señora que convivía con su esposo legal; los hijos
que nacieron de esa unión fueron siempre bien recibidos en su casa.
Irilena fue una mujer bañada de luz, dulzura, amor y
buena fe. Quien la conoció y se nutrió de su bondad, de ella sólo podrá
recordar dulces sonrisas y gestos de cariño. Su existencia ha quedado grabada
en su familia por acciones de nobleza y profunda solidaridad.
Las diferentes religiones del mundo tratan de explicar a
dónde se va un alma pura cuando se separa del cuerpo y sea cual sea ese
verdadero lugar, yo siento que allá está el alma de una Señora tan Hermosa,
Dulce, Honorable y Digna como Irilena.
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Enrique Bravo Torres:
ResponderBorrar“Cuánto me alegra leer esta honra a una Mujer de Luz, digno ejemplo de ser humano. Un abrazo amiga.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Sara Urdaneta:
ResponderBorrar“Gracias prima, por las palabras hermosas sobre mi abuelita. ¡Un beso al cielo!”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Jule Urdaneta:
ResponderBorrar“Gracias por tan bellas palabras. Esa fue la vida de mi abuelita amada que seguiremos amando.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Ida Celina Ortiz:
ResponderBorrar“Yo soy testigo de la bondad, amor y dignidad de esa Mujer que solo supo dar Amor. Para mí seguirá siendo mi Tía Iría y fue un medio de conocer a su familia, entre ellas a ti, Mamá Ingrid. Que Dios te bendiga y proteja siempre. Bendiciones, te quiero muchísimo Muuuuuuuuuk.”
El comentario siguiente fue enviado vía Facebook por Nito Rosales:
ResponderBorrar“Tan así que para todo Amparo seguirá siendo MAMÁ IRIA.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit:
ResponderBorrar“¡Qué hermosa historia! Me fascinó, me emocioné al recordar a Tía Iria. Yo sé que todo Amparo la recuerda así, “Mamá Iria". Qué bella y dulce fue nuestra Tía, desde que nació ya tenía el cielo ganado.”
El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Audo Eno Petit;
ResponderBorrar“La historia de nuestra amada Irilena...Tía Iria siempre fue un amor con todos; cuando Mamá iba a dar a luz, ella era quien nos cuidaba. Todo el barrio conocía a “Mama Iria”, todos tenían el mismo amor para ella. Imaginate como fue ella con la vecindad, con las personas que vivieron cerca de ella. Una historia muy bonita y alegre. Muchos recuerdos de cosas emotivas.”
Qué texto tan bonito de esa Tía tan bella que muchos recordamos. Es muy cierto que es un alma pura. Y además de pura, muy elevada. Una verdadera fuente de inspiraciones. Muchas bendiciones por traernos estas memorias y recuerdos de la familia Villalobos Hernández.
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BorrarCada uno de ellos fue y seguirá siendo fuente de recuerdos bonitos y una fuente inagotable de inspiración. Dios les guarde en Su Infinita Gloria. Gracias por tu consecuencia.