Una Nube Dormilona y Perezosa

Érase una vez un bosque lleno de árboles donde por supuesto había muchos pájaros de variadas especies. Por las noches, cada pequeña comunidad de pájaros pernoctaba en las ramas de dichos árboles para dormir.

Cuando los rayos del sol brillaban de nuevo con cada amanecer, todos los pájaros despertaban y salían a volar para cumplir con sus faenas, entre ellas buscar sus alimentos, como por ejemplo su ración de gusanitos.                                                                                                                

Hay un dicho muy válido que dice: “El ave que madruga es la que atrapa el gusano.” Había algo muy curioso que acontecía cada mañana, había un árbol entre aquella espesa arboleda que sin falta era el último en ser alcanzado por los rayos del sol y como consecuencia los pajaritos que dormían en ese árbol eran los últimos en despertar; como consecuencia cuando salían a buscar su ración de gusanos, les costaba mucho conseguirlos porque ya los otros pájaros se los habían comido casi todos.

Esta situación no variaba, pero nadie parecía darle la debida importancia a aquel problema. Uno de los pajaritos afectados pensó en analizar aquella irregularidad: “El problema tiene que estar en lo más alto del cielo,” Fue su primera gran conclusión. “Pero, el cielo es demasiado amplio y profundo para que yo pueda volar y encontrar lo que está retrasando nuestro amanecer.”

El pajarito comenzó a mirar fijamente hacia el cielo y pudo notar que había una nube que estaba como anclada justo muy arriba de su árbol y que no se movía como las otras nubes, ni siquiera se convertía en gotas de lluvia cuando llovía.

Sin entender la razón del por qué había una nube estática en el cielo, pensó que era urgente hacerla desplazar.

Pero siendo un animalito tan pequeño, no tenia la menor idea de cómo lograr ese objetivo. Se sentía muy comprometido con su comunidad y con la nube misma; se imaginaba lo triste que sería no moverse nunca del mismo lugar.

Dedicaba muchas horas del día para tratar de conseguir una solución a este problema. Analizando lo que los pájaros podían hacer que llegara muy alto en el cielo, pensó en su canto, “Esa nube debe estar profundamente dormida o ser muy perezosa, debe estar hecha de hielo muy sólido y nunca se va a derretir para convertirse en lluvia. ¡Nuestro canto ha de despertarla o animarla!”

Convocó a toda la comunidad que dormía en su árbol a una reunión; les explicó la conclusión a la que había llegado y les propuso que serenatearan a esa nube. Tenían que unir todos sus cantos para crear un canto muy melodioso que cruzara la inmensidad del cielo, que llegara a ser escuchado por aquella nube dormilona y perezosa.

Sus compañeros le consiguieron mucho sentido a su planteamiento y afinaron sus gargantas para comenzar a darle serenatas a aquella nube estática. 

La primera serenata no tuvo ningún efecto; a lo mejor su canto no era muy fuerte. Insistieron aumentando el volumen de sus cuerdas musicales. La segunda serenata tampoco surtió el efecto esperado; pero no se dieron por vencidos. Cuando serenatearon a la nube por tercera vez sintieron que comenzaba a caer una llovizna muy leve, sólo sobre el árbol de ellos.

Aquella nube dormilona y perezosa estaba sintiendo los efectos de su cantar.

Motivados por aquel logro, siguieron cantando muy emocionados y sus gargantas siguieron entonando el canto más melodioso y sonoro que alguna vez se había escuchado en ese bosque.

La nube siguió derritiéndose hasta que se convirtió totalmente en una lluvia fresca que bañó el árbol y refrescó sus gargantas. Aquella mañana cuando hubo el despunte de la Aurora, los rayos del sol iluminaron todos los árboles al mismo tiempo y los pájaros serenateros se despertaron tan temprano como todos los demás pájaros y salieron a volar llenos de optimismo a buscar sus gusanitos.

Era cierto que aquella nube había sido hasta ese entonces muy dormilona y perezosa, pero el haber sido despertada por el canto de las aves la había convertido en una nube muy romántica y siempre se condensaba en el mismo lugar del cielo para que los pájaros le dedicaran una serenata cada día.

Los pájaros se convirtieron en pájaros serenateros por el resto de sus vidas y la nube destiló gotas de amor conmovida por aquellas serenatas tan melodiosas y bailaba en el cielo al compás de sus notas.





 

Comentarios

  1. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Zaida Petit;

    “Esa nube resultó ser muy romántica y logró despertarse cada mañana al canto de las aves. Muy romántica tu historia.”

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  2. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por María Eugenia Rodríguez:

    “Amiga, hermosa historia; esa nube era como nosotras: romántica, bueno aclarando que aun somos románticas! Me encantó ese cuento; como todas tus historias, la viví. No me canso de admirar tus dones, con los que Dios te bendijo. Te quiero mucho.”

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  3. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Magda Petit;

    “Esta historia refleja tu alma romántica y tu siempre espíritu de cooperación, muy bonita.”

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    Respuestas
    1. Es verdad, es un relato romántico. La ilustración me gusta mucho.

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    2. Tus comentarios me edifican al escribir y al ilustrar! Un abrazo!

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  4. El comentario siguiente fue enviado vía WhatsApp por Audo Eno Petit;

    “Me imagino como se sentirían los pajaritos que no conseguían sus gusanitos por que no le pegaban los rayos solares, pero ellos con su voluntad y su decisión lograron despertar a la nube y ella les gratificó sus cantares y serenatas y el premio fue recibir la luz del sol. Muy bonito, que Dios te bendiga.”

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